Necesidad de ampliar el horizonte humano

Ha sido terrible y triste la catástrofe sufrida en el descarrilamiento del tren cuando entraba en Santiago. Una vez más han brotado espontáneamente la compasión y la solidaridad que son el latido más original del corazón humano. Y una vez más también espontáneamente ha tenido lugar en la catedral compostelana una celebración religiosa de condolencia donde han participado los representes oficiales de un Estado aconfesional y de una sociedad laica ¿Qué puede significar esta contradicción aparente?

Queramos o no, el mal y el sufrimiento cuestionan nuestro deslumbrante progreso y nos dejan desvalidos en situaciones desastrosas como ésta. El misterio, lo desconocido e impenetrable, nos envuelve poniendo en entredicho todos nuestros logros. Y en estos acontecimientos tan duros y sin respuesta ¿para qué acudir a dioses y religiones? ¿qué puede aportar una celebración religiosa?

Ciertamente nuestras oraciones no hacen que las víctimas del accidente vuelvan a la vida. Tampoco sirven para aplacar a una divinidad ofendida en su honor por las incoherencias de los que han fallecido y de quienes seguimos aquí; el Dios revelado en Jesucristo es esencialmente bueno, no es celoso de su honor, no sabe más que amar y perdonar. Entonces ¿para qué acudimos a la celebración religiosa? Sencillamente acudimos a ese Dios porque necesitamos ampliar nuestro horizonbte humano, animar nuestra confianza para seguir viviendo, superar la falta de sentido amenazado, integrar en el proyecto de nuestra existencia lo que humanamente parece absurdo. Cuando todavía los representantes oficiales de un Estado aconfesional y de una sociedad laica se unen al pueblo buscando un horizonte nuevo para no sucumbir ante lo inexplicable.

Cuando todavía se acude a una celebración religiosa cristiana donde la dimensión misteriosa que nos envuelve se proclama como amor capaz de vencer a la muerte, hay como un rayo de luz para no perder la esperanza en la confusa y compleja situación de nuestra sociedad.
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