"Sede vacante": Hablemos sobre la Iglesia

El Papa se va, pero la Iglesia sigue. Buena ocasión para meditar en voz alta qué decimos los cristianos cuando confesamos: “creemos en la Iglesia”. Dada la legislación canónica hoy vigente, únicamente los Cardenales eligen al nuevo Sucesor de Pedro; a la mayoría de los católicos sólo nos queda orar. Pero mientras esperamos al nuevo papa, estas meditaciones pueden ser saludables.

En el Vaticano II la Iglesia fue presentada como misterio de comunión. Y misterio aquí no significa verdades sublimes e inaccesibles, sino el modo en que Dios se manifiesta en la vida de los seres humanos y en la historia del mundo. Es el camino que tradicionalmente se llamó “economía de la encarnación”: presencia de lo divino en la humano. Esa unidad sin confusión que se manifestó en el acontecimiento Jesucristo sigue hoy en la Iglesia.

Precisamente porque la Iglesia entra en el dinamismo de ese proyecto de la encarnación, es una comunión de vida, manifestada en una visibilidad histórica, tejida por personas y organizaciones sometidas al egoísmo y al pecado. Durante varios siglos se ha dado prioridad a las estructuras y organización visible de la Iglesia, dejando a un lado, cuando no en el olvido, la dimensión más importante, la comunión de vida. Ello explica en buena parte el clericalismo: la Iglesia se reduce al clero, mientras los demás bautizados sólo son objeto receptor de lo que dicten los clérigos.

Los medios de comunicación –lo hemos visto en el cambio de Papa- ven a la Iglesia sólo como una sociedad humana con gran influencia política dados los muchos millones que tiene de adeptos. Se quedan sólo en lo visible o exterior, y agrandan las patologías en conductas de personas o funcionamiento de estructuras eclesiales.

Por otra parte, dentro de la misma Iglesia, unos la ven sólo como realidad ya hecha y cerrada en sus formulaciones seguras y en sus prácticas intocables, olvidando que sigue haciéndose cada día en la historia cambiante. Otros sólo se fijan en las transformaciones y reformas que continuamente debe hacer la Iglesia para ser contemporánea del mundo, pero fácilmente dejan a un lado la Iglesia como realidad ya hecha. Por otra parte hay una idea bastante generalizada incluso entre los mismos cristianos; a veces se piensa que hay una Iglesia universal que está en Roma presidida por el Papa, cuyas delegaciones serían las Iglesias locales. En coherencia con esta visión, el Sucesor de Pedro es visto como un monarca absoluto, cuyos representantes en cada diócesis son los obispos.

El Vaticano II dejó claro que toda la organización visible ha de servir en la Iglesia para la comunión de vida: Que la Iglesia se constituye en la misión. Que la Iglesia sea pueblo de Dios. Que las iglesias particulares en comunión son la única y verdadera Iglesia de Jesucristo, y como un servicio a la comunión entre ellas tiene sentido el ministerio del Papa.

En estos días, mientras esperamos la fumata blanca, reflexionemos un poco en estos puntos para comprender un poco mejor el contenido de nuestra fe en la Iglesia
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