. Que las iglesias particulares tengan su consistencia

Según el Concilio “los obispos son, individualmente, el principio y fundamento visible de unidad en sus iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia universal, en las cuales y de las cuales la Iglesia católica, una y única”. Otra vertiente digna de atención.

También es cierto que el Papa “como Sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad así de los obispos como de la multitud de los fieles”.

Pero desde el s. XI con la reforma gregoriana la figura del Papa revistió una apariencia de poder que a veces fue ejercido con el peligro de confundirse con los poderosos de este mundo. Con los organismos curiales nacidos después de Trento, ese poder se centralizó cada vez más en Roma, con peligro de diluir la consistencia de las iglesias particulares.

El Vaticano II, sin negar y precisamente para la resta interpretación del ministerio singular que tiene el obispo de Roma, Sucesor de Pedro, actualizó la tradición de la Iglesia en la era apostólica, fortaleciendo la consistencia de cada iglesia particular en comunión con las demás iglesias.

Un capítulo que ya en la práctica exige un delicado proceso de reforma en orden a una mayor descentralización en la Iglesia. Tarea nada fácil pero necesaria.
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