Las dos memorias que deben ir unidas

Jesús tomó pan y “pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: éste es mi cuerpo que se entrega por vosotros; haced esto en memoria de mí”(I Cor)

1. En el gesto profético de la última cena vemos dos movimientos. Jesús se dirige al Padre y da gracias; su intimidad con Dios, ternura infinita, fue la constante de su existencia y de sus actividades. Pero hay otro movimiento: su entrega como alimento de vida para los seres humanos. El evangelista Juan destaca esta segunda dimensión; sustituye el relato de la última cena por el lavatorio de los pies.

2. Abundando en esta línea, el mismo evangelista se refiere a la eucaristía cuando, viendo a la muchedumbre hambrienta, Jesús dice a sus discípulos que compartan lo poco que tienen –cinco panes- para dar de comer a miles de personas que lo necesitan. El relato evangélico no dice que Jesús multiplicó los panes, sino más bien que todos pudieron comer cuando se compartió lo poco que se tenía.

3. Cuando celebramos la Cena del Señor en el Jueves Santo, escuchemos e interioricemos la invitación de Jesús: “haced esto en memoria de mí”. Memoria doble: dar gracias a Dios y compartir con los demás.

Frecuentemente separamos estas dos memorias y funcionamos como los tuertos que sólo ven de un ojo. Unos se quieren relacionar con Dios sin comprometerse de verdad en erradicar el hambre y la pobreza del mundo, mientras otros pretenden implantar la justicia por sus solas fuerzas, como si fueran dueños absolutos de la historia. El compromiso eficaz para construir una sociedad más humana y más justa debe se inspira y tiene garantías en la experiencia de Dios que quiere la vida para todos.
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