El nefasto narcisismo (1.9.13)

1. Narcisismo evoca la figura de Narciso, el mito griego del joven que contempla embelesado su imagen reflejada en el estanque y es incapaz de pensar en nada ni amar a nadie fuera de sí mismo. El narcisismo como patología tiene dos manifestaciones que de forma inteligible y sencilla destaca el evangelio. El narcisista busca siempre un puesto de relieve para llamar la atención; cuando es invitado a una comida o cuando asiste a un espectáculo. Además alterna sólo con ricos o personas de postín, la élite de la sociedad. Si organiza una fiesta, ellos son los invitados. Siempre y sólo busca lo que redunda en exaltación del propio “yo”.

2. El narcisismo como patología no es la autoestima que todos necesitamos; si no me amo, no puedo amar al otro como a mí mismo. El niño para afianzarse e ir creando su espacio, tiene que llamar continuamente la atención con una dosis de narcisismo primario. Lo malo es cuando, en vez de ir madurando reconociendo que no somos centro absoluto y abriéndonos a los demás, al llegar a mayores, seguimos con el narcisismo infantil y nos hacemos viejos egocéntricos.. Condenados como Narciso al individualismo feroz del hombre o mujer insensible a la presencia del otro.

3. En la cultura -forma de interpretar y organizar la vida- que se ha impuesto mundialmente, el narcisismo, la autorrealización cerrada es patología que se ha generalizado. Sólo importa lo útil y rentable para satisfacción y relevancia del “yo”. Esa mentalidad muy extendida narcotiza nuestros sentimientos más humanistas y nos instala en la superficialidad. Nos incapacita para trascender, salir de la propia tierra y crecer así en humanidad, porque tampoco descubrimos nada trascendente y relativamente absoluto en el otro. Si el que no ama permanece en la muerte, bien podemos concluir que por ese camino, llega nuestra propia destrucción.

Tu cuando des una comida, invita a pobres lisiados y cojos -los que nunca eran invitados en aquella sociedad judía- que ahora no pueden pagarte, pero te pagarán en la resurrección de los justos”. Si el narcisismo nos lleva sin remedio a la muerte, el amor que nos saca de la propia tierra y amplía nuestra humanidad afirmando al otro, fructifica en esa plenitud de vida que sugiere la palabra "resurrección".
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