Para sanar la justicia injusta (15.9.13)

1. Dicen que justicia es dar a cada uno lo suyo. Pero ¿ que es “lo suyo” de cada uno? Según un criterio generalizado en nuestra sociedad, “lo suyo” del que ha prestado dinero es que cobre los intereses del préstamo que ha hecho; y “lo suyo” de la pareja joven que firmó la hipoteca es que deje el piso cuyos intereses no puede seguir pagando. Es legal que, incluso mediante la fuerza de la policía, los banqueros saquen del piso a los inquilinos que, al perder su empleo, no pueden pagar. Pero ¿es justo?

2.”Si uno tiene cien ovejas y se le pierde una ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va por la descarriada hasta que la encuentra? Y al llegar a casa reúne a los amigos y vecinos para decirles ¡felicidad! He encontrado a la oveja que s eme había perdido?" La conducta del pastor es un poco extraña: ¿cómo deja a las noventa y nueve por buscar a la extraviada? Cabría una explicación inverosímil: la oveja perdida era tan fenomenal que valía más que todo el rebaño. Pero el relato evangélico no da esa justificación.

El pastor de la parábola es imagen de Dios, ama incondicionalmente a cada oveja en sí misma, y por tanto sufre cuando una se pierde porque su valor no es compensado por el valor de las demás. Por tanto “lo suyo” de cada persona humana es su dignidad. Sólo cuando se salva y se promueve esa dignidad se hace verdadera justicia que se inspira en la misericordia. Es la justicia practicada por el padre bueno que recibe con los brazos abiertos al hijo que por su mala cabeza cayó en la miseria; o la justicia del viñador que también paga jornal completo a los que llegaron tarde al tajo pues también ellos necesitan comprar alimento para la cena.

3. Hubo un tiempo -situación de cristiandad- en que la religión católica era factor de cierta cohesión social. Ese factor ha caído y ahora sólo nos queda la justicia legal. Pero la corrupción omnipresente y los atropellos que sufren los más débiles e indefensos son negros indicativos de no es suficiente la justicia legal. Es urgente introducir como factor de cohesión social la gratuidad. Y ésta sólo puede brotar y entrar en acción desde dos instancias. Primera, desde la sintonía con Dios compasivo, que si bien se reveló de modo definitivo en la conducta de Jesucristo, habla en la conciencia de todos los seres humanos. Segunda, desde la convicción de que todo ser humano tiene una dignidad inviolable y que hacerle justicia, “darle lo suyo”, es satisfacer las exigencias de sus derechos fundamentales donde se fragua esa dignidad. Por ahí nos orienta la imagen del buen pastor buscando a la oveja perdida. Los fariseos y poderosos de turno “expían de lejos” a Jesús, se cierran a su evangelio. Pero entienden la buena nueva los sencillos, los de ojos y corazón limpios.
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