BUENOS Y MALOS HAY EN TODAS PARTES








01. BUENOS Y MALOS HAY EN TODAS PARTES.
Personas honradas, buenas y otras que no lo son las ha habido y las hay en todo grupo humano, ideología, en todas las religiones e iglesias.
Personas que intentan expulsar los demonios del paro, de la droga, del racismo, de la injusticia, del totalitarismo, etc. las hay también dentro y fuera de la Iglesia.
Sin embargo ya desde el comienzo, desde los primeros discípulos, hay personas religiosas a las que les molesta que gente que no pertenece a la Iglesia, expulse demonios: hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.

Uno que no era de los nuestros, es decir uno que no pertenecía al mundo religioso, también había expulsado algún diablo: alguna corrupción, algún abuso de poder, había trabajado contra la droga, el paro, etc.
El texto es claramente eclesial. Ya en el grupo de Jesús y en la comunidad naciente comienzan los eternos líos de que estos “son de los nuestros”, los otros no, estos son de los “oficiales y seguros” del partido y estos otros de la Teología de la Liberación y medio herejes. Estos son comunistas y estos otros de la Iglesia. Estos son católicos y aquellos ortodoxos o de otras religiones.
La Iglesia es una comunidad abierta a todos.
El pluralismo y la diversidad, la libertad y la apertura de mente son también cristianas.
Los no creyentes, los que no militan en la Iglesia también pueden ser -son- “buena gente” que tratan de hacer el bien.




02. ¿DENTRO O FUERA DE LA IGLESIA?
Muchos cristianos nos sentimos cercanos a JesuCristo, creemos en Él, al menos intentamos vivir y seguir al Señor. Pero al mismo tiempo, vivimos en tensión y distanciados de determinadas instituciones y personas eclesiásticas.
Jesús se opone a la mentalidad de “ghetto”, de cerrazón. Ya desde el comienzo de la Iglesia se dio el fanatismo, el fundamentalismo, la intransigencia. Hoy también en nuestra iglesia hay grupos y tendencias intransigentes, sectarios, que además se creen los puros, los auténticos y la élite de la iglesia. Son grupos combativos con todos los que no piensan y viven como ellos. (El fanático -puesto que no piensa, no tiene razón-, embiste, topa).
Jesús no quiere entre sus discípulos gente cerrada, intolerante y mucho menos, gente excluyente, que se considere con el monopolio de la verdad y los demás, además son malos.
Para Jesús todo el que hace el bien, todo el que libera a las gentes de opresiones y sufrimientos, esté en el grupo que esté, sea de la religión que sea, sea de la tendencia teológica que sea y tenga las creencias que tenga, merece respeto y nuestra acogida, sin más.
El evangelio de Jesús no es una religión excluyente, acoge a toda persona que busca el bien, sea de la ideología que sea.
“Se trata de ser capaces de percibir el Reino fuera de la Iglesia, en los que luchan incluso contra ella, fuera de mi pequeño círculo de identidad particular. ¡Somos tan propensos a crear partidos y a excluir a los otros dentro de la misma Iglesia!”. (Javier Garrido).

03. SER CREYENTE.
No es lo mismo ser creyente, tener fe, que ser bueno.
No es lo mismo fe que moral
Ser creyente, tener fe es confiar, fiarse de Dios y confiar en Él y en la vida. Ser cristiano ese vivir serenamente en la bondad de Dios, confiar en la bondad de Dios.
Como consecuencia trataremos, intentaremos vivir lo más honestamente posible, pero sin hacernos muchas ilusiones de que lo “vayamos a hacerlo bien”.
Sigamos a S Felipe de Neri, que decía a los suyos: sed buenos, si podéis. La historia de la humanidad, la historia de la salvación y la historia de la Iglesia están llenas de grandes pecadores: desde Adán y Eva, el rey David, Magdalena, Pedro, etc. fueron grandes creyentes y grandes pecadores.
Podemos ser profundamente pecadores y profundamente creyentes. Precisamente quien es consciente de su pecado, puede llegar a ser gran creyente. En el fondo esta es la experiencia de Lutero, de todo el mundo protestante, que es una gran tradición cristiana.

04. LO DECISIVO ES EL REINO.

Lo decisivo no es “mi grupo”, ni mi “ghetto eclesiástico”, ni mi ideología, ni tan siquiera las iglesias, lo decisivo es el “Reino de Dios para todo ser humano”: reino de justicia, de amor y paz.
En el seno de la Iglesia hay salvación, hay carismas, gentes honestas, sacerdotes honestos y honrados, padres y madres creyentes, misioneros, tareas de Cáritas, catequistas, voluntarios, vida contemplativa, publicanos y “zaqueos”, “hijos pródigos” y “magdalenas”.
Las “plantillas” de la iglesia y del Reino de Dios no coinciden. No es lo mismo la Iglesia que el Reino de Dios. El Reino de Dios es infinitamente más amplio y hermoso que lo eclesiástico. La instancia crítica y última no es la Iglesia, sino el Reino.
Y fuera de los “límites jurídicos” de lo eclesiástico, también hay Iglesia y salvación.
Santo Tomás decía que, la verdad, la diga quien la diga, viene del Espíritu Santo, viene de Dios. Jesús dijo lo mismo de otra manera del bien: el bien, lo haga quien lo haga, viene de Dios.
El humanismo del Evangelio termina por acoger a todos.
Fuera de la salvación, no hay Iglesia.


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