YO NO CONDENO

El Dios de Jesús no condena a nadie

MUJER

  1. el evangelio: buena noticia.

         Al comienzo de la entrevista que J Èvole le hacía el pasado domingo al papa Francisco, éste, el papa decía: leed el evangelio.

         Leamos, pues, el evangelio que en el texto de hoy nos ofrece qué actitud tiene Jesús y el Dios de Jesús para con el pecador: Yo no condeno.

         Jesús no es doctrina, Él mismo es el evangelio:

+ (Los ministros y maestros del cristianismo) no os llamamos al cristianismo, sino más bien al Nuevo Ser, a JesuCristo … Cuando oigáis la llamada de Jesús, olvidad todas las doctrinas cristianas, olvidad vuestras propias convicciones y vuestras dudas particulares.[1]

  1. el poder de la ley –escribas y fariseos- contra Jesús

         El poder de la ley, escribas y fariseos, a por quien van no es tanto contra aquella mujer adúltera, sino contra Jesús. La mujer adúltera es una excusa para cargar contra Jesús: hombre libre y bondadoso.

+ Si alguna vez Le seguís, olvidad toda la moral cristiana, vuestros logros y vuestras dudas particulares. Nada se os pide -ninguna idea de Dios, ninguna bondad especial propia, ni que seáis religiosos, ni que seáis cristianos, ni siquiera que seáis sabios, ni que os atengáis a una moral. Lo que se os pide es tan sólo que os abráis a lo que se os da y que queráis aceptarlo: el Nuevo Ser, JesuCristo, el ser de amor, de justicia y de verdad que se manifiesta en Aquel cuyo yugo es llevadero y cuya carga es ligera.[2]

  1. Del monte de los Olivos al Templo.

La escena sitúa a Jesús en el monte de los Olivos (monte cercano a Dios y monte del sufrimiento y angustia de Jesús.

Y Jesús baja al Templo. Jesús baja a enseñar al Templo (¿al mundo eclesiástico?), y baja del monte para enseñarnos, traernos la misericordia de Dios.

+       Cuando estamos junto a Dios y junto a los que sufren, estamos cerca de la misericordia y del perdón.

  1. la lapidación.

         Según el AT el adulterio estaba condenado con la pena de muerte: la lapidación.

         La lapidación como el pelotón de fusilamiento son una forma de asesinato colectivo, ¿anónimo? Nadie es responsable, si bien todos somos responsables. Nos escondemos en la masa

+       Todos somos solidarios en el mal, en grado y modos diversos pero todos participamos en el pecado social: todos somos responsables de los que se ahogan en las pateras, desahucios, hambre en el mundo... Nos diluimos en la masa, en el pelotón de ejecución, en tirar “anónimamente” nuestra piedra.

  1. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.

Hace unos días recordaba el papa Francisco aquello que decía S Agustín del encuentro entre Jesús y la mujer adúltera: se quedaron solos Jesús y la mujer adúltera: la miseria y la misericordia.

+       Jesús no se asusta ni se escandaliza de nuestro pecado. Esta mujer es pecadora. Pero al final, en el fondo del pecado y del mal, en el fondo del adulterio y de la pederastia está el perdón y la misericordia, no el “chismorreo” (Francisco), ni los medios de comunicación.

+       Jesús no es un fiscal. La sentencia cristiana al pecado es el perdón. El estilo cristiano no es “el que la hace, la paga”, “ni olvido ni perdono”.

+       Podría servir para un rato de oración las miradas de Jesús a la samaritana, a Magdalena, al Hijo pródigo, a Zaqueo, al joven rico, a la mujer adúltera, a Judas, a Pedro tras las negaciones, a María al pie de la cruz, al Discípulo Amado.

Jesús nos mira también a nosotros.

+       También yo tengo mi pecado en la vida. ¿Cuántos años tengo? Aquellos escribas y fariseos se fueron marchando comenzando por los más viejos (presbíteros).

         ¿Tengo la experiencia de haberme quedado a solas con mis miserias con la Misericordia (Jesús)? Es una de las experiencias más hondas y salvíficas de la vida.

+       Acusar, denunciar, delatar, condenar a los demás no es una cualidad muy cristiana precisamente, ni tan siquiera humana. Lo cristiano y lo humano va más por la discreción, el no ser un chismoso, el no airear cuestiones, defectos, pecados.

Algo de todo eso es el pudor: saber declinar discretamente la mirada y la palabra ante un pecado, ante una situación oscura, turbia, ante una enfermedad, etc.

+       Además, ¿qué sabemos nosotros de la vida, de los recorridos y sufrimientos de una persona, de una familia? ¿Quiénes somos para hablar, ni juzgar a nadie? Harto tenemos con mirarnos a nosotros mismos y pedir perdón por “lo nuestro”.

  1. Mujer. ¿Dónde están?

         Jesús llama a la adúltera: mujer. Es como Jesús llama a su madre en las bodas de Caná (Jn 2,4) y al pie de la cruz: Mujer, ahí tienes a tu hijo (Jn 19,26). Igualmente llama mujer a la samaritana, (Jn 4,21), y a Magdalena, (Jn 20,15).

Mujer es el nombre auténtico: fuente de la vida, madre de los vivientes.

+       En algún sentido podemos ser infieles, adúlteros, como esta mujer. Infidelidades hay muchas y de diversos tonos.

+       Jesús, como a la mujer, nos llama siempre a ser creadores de vida.

+       Hace no muchos meses el actual obispo de Roma en una homilía en un barrio de Buenos Aires decía en la homilía:

         ¿Dónde está tu hermano?

         En los obreros y niños esclavos de los talleres clandestinos, en la prostitución, en los chicos de la calles, en los cartoneros (en los sin techo)), en la trata de personas.

         No mires de lado, no pases de largo: ahí están tus hermanos

  1. Yo no te condeno.

         Jesús pronuncia su sentencia: yo no te condeno.

+       Dios sufre con nuestro mal. Dios no es un juez neutral. Quien peor lo pasa con nuestros fracasos es Dios.

+       Dios nos perdona y por eso nos arrepentimos (y no al revés). Cuando experimentamos el amor y el perdón de Dios, sentimos una crisis en nuestro interior, una agradecida “gozosa tristeza”.

+       ¿Qué sintieron aquella mujer, el rey David, el buen ladrón, Zaqueo, el hijo pródigo, el publicano?

+       El “vete” y no peques más tiene su sede no en mis fuerzas y voluntarismos, sino en la experiencia de la no condenación y del perdón.

+       Acoger el perdón con gozo, es el camino para que nosotros también perdonemos. Posiblemente cuando experimentamos el gozo del perdón, podremos perdonar.

[1] P. Tillich, Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 160.

[2] P. Tillich, ibid.

FRANBCISCO

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