El Pilar: religiosidad pepular sin populismos

PILAR

  1. “La Pilarica”: una fiesta popular. Religiosidad popular.

        Esta fiesta de la Virgen del Pilar está muy arraigada desde hace muchos siglos en la religiosidad popular.

Allá en Roma por la fiesta de la Virgen del Carmen, 16 de julio, tienen la tradición de celebrar dos procesiones: una en barca por el río Tíber y otra por las calles del barrio del Trastevere.

La gente se agolpa para “aclamar a la Virgen”: “¡e viva María!”.

Es la religiosidad popular.

Asistiendo a esta procesión me decía un amigo pastor luterano: ¡lástima que nosotros luteranos, -protestantes- no tengamos estas manifestaciones religiosas del pueblo!

religiosidad popular

        Religiosidad popular es la modalidad que la fe adquiere en la cultura popular. Popular no indica una clase social, sino el conjunto de personas que viven su fe desde unas tradiciones, costumbres, expresiones religiosas sencillas y, quizás con escaso peso teológico.

        La religiosidad popular tiene el valor de acentuar la confianza sencilla en Dios, en JesuCristo, en la veneración de la Virgen y a los santos. La religiosidad popular suele estar también muy vinculada al culto a los difuntos.

        La religiosidad popular tiene el peligro de caer en un mundo de supersticiones que roza la magia, en una casi idolatría de los santos como intercesores, en una religión de “peticiones” a Dios, a la Virgen, a los santos para que nos concedan determinados favores…

        Nosotros, católicos, tenemos muchas advocaciones de la Virgen, también de los santos y muchas expresiones de religiosidad popular.

No sé si para bien o para mal, han desaparecido muchas manifestaciones religiosas, muchas procesiones, romerías, pequeñas tradiciones, etc. ¿Dónde quedó la bendición de la mesa, del pan, del agua? ¿Dónde quedó la bendición de los hijos? ¿Dónde quedó el ángelus o las expresiones cristianas de condolencia ante un fallecimiento? También ocurre que muchas procesiones de Semana Santa han pasado a ser un fenómeno turístico… Hoy en día una Semana Santa es importante en una ciudad por el turismo que atrae, no por su contenido cristiano. La navidad la celebran las grandes firmas comerciales.

Sin embargo, la religiosidad popular tiene también su valor: porque es un modo de expresar la fe del pueblo. Los “belenes” de Navidad, las romerías a las ermitas de la Virgen o de algún santo, las reuniones de las hermandades, en el mismo folklore vasco  algunos bailes tienen un contenido bíblico-cristiano: San Miguel de Arretxinaga, etc… son signos, señales de la fe del pueblo.

        Y, por otra parte, tampoco somos quienes nosotros para menospreciar y condenar las manifestaciones religiosas de otros pueblos: sus procesiones, hermandades, sus ritos, devociones, etc... Haríamos bien en respetarlas y callarnos.

Al mismo tiempo, nunca está de más recordar y celebrar a la madre del Señor y madre nuestra.

  1. María evoca siempre a Jesús.

La madre remite siempre a la vida. La madre evoca siempre el amor.

La Virgen María, madre, nos relaciona con Jesús.

Es cierto que quien nos salva es JesuCristo. La redención nos viene por Cristo.

Por otra parte, la Revelación plena es JesuCristo. Lo que Dios nos quería decir se llama JesuCristo. La “última palabra” de Dios hacia el ser humano es JesuCristo, la misericordia de Dios expresada en JesuCristo.

Por tanto no hay más revelaciones que JesuCristo. Vayamos, pues, con cuidado cuando hablamos de apariciones posteriores.

¿Religiosidad popular, devociones, lugares de encuentros de oración? Bien está; pero Revelación, no. La justificación nos viene por JesuCristo.

La Virgen María es la mediación por la que la Palabra, JesuCristo, entró en nuestra historia y se lo agradecemos de todo corazón.

  1. María evocación del amor de JesuCristo

Jesús en la cruz entregó su madre al Discípulo Amado: Mujer ahí tienes a tu hijo... Y no olvidemos que “Discípulos Amados” somos todos…

María nos quiere y es el recuerdo del amor de JesuCristo en la vida, en la Iglesia.

Se nos había olvidado que Dios es amor (1 Jn) y echamos mano del amor de la Virgen María. Bien está el amor de la madre, pero el amor inicial y fontal es el de Dios Padre expresado en JesuCristo.

Lo que impregna, o debería impregnar el humus eclesial es el amor de Dios expresado en Jesús y cuidado por María.

Andamos “locos” pensando y añorando una buena legislación del Derecho Canónico, pero lo que importa no es tanto un buen gobierno eclesiástico fácil y brillante cuanto el sentirnos queridos. El amor nos viene de JesuCristo y también de María, nuestra madre.

  1. sentimientos

        Por otra parte, la fe no es una mera cuestión racional. La fe, como otros valores de la vida tienen una componente sentimental, “irracional”, que no significa ir contra la razón.

La emoción estética que puede causarnos una misa de réquiem, el amor, no son especialmente racionales, sino más bien sentimentales y muy valiosos.

        El sentimiento que despierta la Virgen de nuestro pueblo, la ermita, la romería de nuestro pueblo, la vida  y costumbres es algo muy valioso.

La  mirada o el recuerdo de la Virgen no es dogma de fe, pero sí que hace brotar en nuestro interior nostalgias, vivencias, emociones que el correr del tiempo y la rutina de la vida pueden haber adormecido.

Que María, la madre, nos recuerde al Hijo.

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