'Educar con amor y firmeza' de Narcea Amor y firmeza… ¿incompatibles o complementarios?

Educar con amor y firmeza (Narcea)
Educar con amor y firmeza (Narcea)

Un difícil pero necesario equilibrio que nos enseña también a tener una experiencia positiva del límite, reconociéndolo, comprendiéndolo, aceptándolo y respetándolo


Educar con amor y firmeza significa —como nos dice Silvana Tiani Brunelli— perseguir un objetivo educativo (es decir, actuar con el fin de que el niño y la niña aprendan) usando nuestras habilidades de relación y ofreciendo una experiencia constructiva y positiva desde el punto de vista humano.

No es una técnica, sino más bien una habilidad humana que se desarrolla a través de nuestras decisiones, reafirmándolas paso a paso, mientras interaccionamos con las diversas situaciones de la vida. ¿Qué tipo de formación requieren los educadores para desarrollar esta habilidad?

A esta pregunta y otras pretende responder esta obra al centrarse en la capacidad del educador en su más amplio sentido para ayudar al niño, adolescente o joven a crecer siendo la mejor versión de sí mismo.

La educación es importante para el niño, para el adolescente o para el joven, porque modela su manera de ser y de interactuar con la vida.

Pero es importante también para quien la ofrece, porque es una de las expresiones de uno mismo.

Es una de las responsabilidades más grandes, un desafío continuo en tanto que nos pide que demos, como educadores, más de lo que creemos tener y poder dar.

Un difícil pero necesario equilibrio que nos enseña también a tener una experiencia positiva del límite, reconociéndolo, comprendiéndolo, aceptándolo y respetándolo.

Cuando el límite se vive correctamente, el niño se siente maduro y capaz de respetarlo haciendo uso de sus habilidades.
Los temas que aborda Educar con amor y firmeza no pretenden decirle al educador “qué hacer”, sino ofrecer instrumentos para hacer que aumenten sus habilidades personales.

Sabemos bien que cuando el educador es rígido, el niño aprende, pero raramente siente placer y amor; cuando el educador es débil, el niño está contento, pero aprende poco.

La unión entre amor y firmeza genera aceptación y calor humano, pero también sensatez y, en consecuencia, seguridad y confianza.

Te deseo lo mejor en esta noble tarea del arte de educar y me despido con un pensamiento que recoge este inspirador librito:

“Como los guijarros de la playa son modelados por el dulce afanarse de las olas, de manera similar las experiencias cotidianas hacen madurar al educador que ha decidido mejorar”.

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