A propósito de 'On Mysticism', Simon Critchley, Nueva York: New York Review Books Critchley sobre la mística: Imágenes e insight de lo problemático y de su inefabilidad en lo cotidiano

"Simón Critchley, de origen inglés y docente en la Nueva School for Social Research en Nueva York, es archiconocido por su punto de partida filosófico que es la desilusión sustituyendo al asombro, a la maravilla"
"Con un lenguaje ameno y sin pretensiones eruditas, en 'On Mysticism', New York Review Books 2024, 325 pp., el autor presenta breves esbozos biográficos de 16 prominentes místicos"
"Este autor ha abordado diversos temas y figuras en la historia de la filosofía occidental como la cuestión de la raza, la política, la subjetividad hasta el punto de disertar sobre el fútbol… Conjugando erudición, insight y lenguaje, este libro es un hito"
"Critchley nos ha ayudado a replantear varias cuestiones sobre el tema de su libro. Y por ello hemos de darle las gracias por sus reflexiones estimulantes que seguramente van a abrir nuevos filones"
"Este autor ha abordado diversos temas y figuras en la historia de la filosofía occidental como la cuestión de la raza, la política, la subjetividad hasta el punto de disertar sobre el fútbol… Conjugando erudición, insight y lenguaje, este libro es un hito"
"Critchley nos ha ayudado a replantear varias cuestiones sobre el tema de su libro. Y por ello hemos de darle las gracias por sus reflexiones estimulantes que seguramente van a abrir nuevos filones"
| Macario Ofilada
Simon Critchley (nacido en 1960 en Lecthworth, Garden City), de origen inglés y docente en la Nueva School for Social Research en Nueva York, es archiconocido por su punto de partida filosófico que es la desilusión sustituyendo al asombro, a la maravilla. Por de pronto, puede percibirse el pesimismo propio de las filosofías de la posguerra del siglo pasado en que predominaba la falta de sentido en su prisma filosófico. Al parecer, todo queda reducido a la falta de sentido. Todo está abocado al nihilismo. De ahí este autor ha abordado diversos temas y figuras en la historia de la filosofía occidental como la cuestión de la raza, la política, la subjetividad hasta el punto de disertar sobre el fútbol. Claramente le interesa el dominio público.
Leyendo a Critchley uno llega a la conclusión de que todo está en estado constante de ebullición. Y este libro que estamos reseñando no es una excepción. Tres partes tiene el mismo. A tenor de lo ya dicho, puede afirmarse que con esta obra algo arrinconado, hasta el punto de ser un tópico cansino, a lo que se denomina privado, de la mano experta del autor, ‘llega’ a la esfera pública, aunque con la sospecha de que un fantasma vigila sobre todos nosotros (p. 2) por lo que es preciso salir de uno mismo (pp. 3 ss) hasta el punto de trascenderse, superarse que el autor, siguiendo el léxico común, denomina el éxtasis. He aquí la clave hermenéutica de la exposición sugerente del autor, expuesta en la primera parte de su opus, invitando a sus lectores a superarse, a buscar esa música, esa armonía, por así decirlo, puesto que uno puede ir en su soledad.

Con un lenguaje ameno y sin pretensiones eruditas, el autor presenta breves esbozos biográficos de 16 prominentes místicos (pp. 17-36). Partiendo de lo ‘salvaje’ de la mística, siguiendo al renombrado estudioso M. de Certeau, Critchley parte de lo inefable de la mística. Apoyándose en renombrados estudiosos como el ya mencionado de Certeau y B. McGinn, el autor explora la paradoja de la mística, como algo inventado tardíamente, pero ya presente incluso en el medievo, llegando a calificarla como lo que hoy se denomina experiencia religiosa (p.45).
Tras estas consideraciones preliminares, Critchley enumera algunas tesis consabidas sobre la mística, a saber, 1) La mística no es una religión sino una tendencia dentro de la misma , 2) la vida mística es un viaje o un itinerario, 3) La unión con Dios no es sencilla o directa, 4) Es preferible la ‘presencia de Dios’ a la unión y 5) La experiencia mística no es simplemente pasiva (pp. 49 ss). De ahí que vuelva el autor a reexaminar las clásicas características de la mística enumeradas por W. James a la vez explorando la riqueza etimológica de ciertos conceptos como el erfahrung y el erlebniss (pp. 59 ss). El resultado es una exploración un tanto desconcertante pero a la vez rica y sugerente, abriendo no nuevas vistas sino nuevas invitaciones a retomar dichos conceptos con más serenidad y con un diálogo más amplio, como ha llevado a cabo el mismo Critchley.
A mi juicio, la parte más original o sugerente de este libro comienza en la página 69 en que el autor comienza a exponer las actitudes de los místicos mediante siete adverbios que subrayan, ante todo, que la mística es un estilo de vida, un estilo de hacer las cosas. De ahí parte el autor hacia una experiencia, que no es experiencia, más allá de la experiencia apoyándose en los planteamientos del Pseudo Dionisio y Rudolph Otto (pp. 89 ss). Hasta el punto de confesar personal por el Maestro Eckhart (p. 96). Con esta nota autobiográfica, el autor expone el elemento dionisiáco del maestro renano subrayando cómo el pensar místico afecta nuestro propio pensar, incluso hasta el punto de llegar a una existencia de liberación, de lo que ya en su día Heidegger denominó, leyendo al mismo Eckhart, como gelassenheit que normalmente se traduce por serenidad pero esta traducción no resalta la dimensión de liberación, de soltarlo todo, del reléase en lengua inglesa.
Es en la segunda parte, a partir de la página 111, al hablar de la escritura del self, cuando Critchley expone las consecuencias de tal tipo de pensamiento. Evocando a mujeres como Ann Carson y Juliana de Norwich, el autor, con maestría singular, demuestra, sin argüir. Apunta, sugiere cómo este pensamiento, caracterizado por la serenidad, puede ayudar a crear imágenes singulares que con su valor estético configura una nueva visión que podría calificarse como metafísica. Y todo ello vuelve a cosas de la esfera pública como la indiferencia, la benevolencia, la ropa, etc. (pp. 163 ss.) Critchley retoma los temas ya consabidos de Juliana no para arrojar nueva luz sobre ellos sino para colocarlos en la esfera pública, haciéndolos res publica, abriéndolos al escrutinio que ha de ser estético, que ha de ser histórico, que ha de ser cultural. Esto se pone de relieve especialmente en su diálogo con Annie Dillard (p.188 ss.).
No podía faltar a esta cita el enigmático vate T.S.Eliot, cantautor de la Wasteland. Su Four Quartets sigue dando que pensar y esto lo ha demostrado Critchley con finura difícil de igualar (pp. 210 ss.). Los vates tienen algo nuevo que decir. esto es lo que ha intentado Critchley en este libro desconcertante, difícil de clasificar.
En la tercera parte, hace una confesión (pp. 243 ss.) acerca de lo problemático de la mística y de cómo él no ha intentado ocultarlo. Dado este carácter problemático, quizá es mejor comprender la mística como un palimpsesto (p. 255) en orden a comprender su aportación a la filosofía. Sin pretender dar la última palabra, el autor vuelve a la pretensión de la fundamentación de la filosofía y la ramificación estética que su discurso necesariamente conlleva (pp. 254 ss.) teniendo en cuenta las posibles diversas interpretaciones filosóficas, muchas de ellas críticas pero cuyo valor estético son como llamas que nos devoran, que nos apasionan en lo cotidiano. Esto nos lleva a la confesión (pp. 286 ss.), que ha de ser público conforme a este tipo de planteamiento abogado por el mismo Critchley que no puedo o no quiso ocultar lo autobiográfico desde el que nos permite vislumbrar algo de su pensamiento íntimo.

"Conjugando erudición, insight (tal vez en el sentido lonergano) y lenguaje, este libro es un hito. Mejor dicho, es un acontecimiento que ha desencadenado impresiones varias, chocantes e incluso violentas"
Conjugando erudición, insight (tal vez en el sentido lonergano) y lenguaje, este libro es un hito. Mejor dicho, es un acontecimiento que ha desencadenado impresiones varias, chocantes e incluso violentas porque nos invitan a reconsiderar, a ser iconoclastas, si es preciso, no para deshacernos de las imágenes consabidas sino para recrearlas por dentro, creando nuevos universos, nuevos mundos, nuevas artes. Tal vez haya que hacerlas pasar por el tamiz de la apófasis dionisiana o por la abstracción aristotélico-tomista. La imagen es un elemento vital del núcleo de los planteamientos Crtichleyanos quizá porque la misma es vestigio o huella en el sentido agustino-bonaventurana. Y eso no solo por las imágenes posmodernas que adornan las páginas de esta obra reseñada sino porque estas mismas nos incitan a formar nuestras propias imágenes, no solo de la mística, tal como se ha comprendido convencionalmente, sino de nuestra experiencia de lo sublime, de lo religioso, de lo inefable, más allá de la esfera pública, que necesariamente conlleva y revela nuestras sensibilidades estéticas más íntimas y trascendentes.
De ahí que seamos, empero, llamados a crear acontecimientos, a volver a la esfera pública, con lo más difícil, con lo más problemático, con lo más trascendente en nuestras vidas. Quizá con la pasividad que evoca a los sanjuanista, quietistas e incluso taoístas con la fórmula de wei wu wei. Simon Critchley, quien no se ha ahorrado sudores y esfuerzos en dejarnos olfatear algo del vaivén y ajetreo de la vida neoyorquina cotidiana (algo que Gershwin ha pintado con su clásico Rhapsody in Blue), conservando retazos de su patria natal en el viejo mundo, y con una inquietud que es muestra del buen quehacer filosófico e incluso teológico-espiritual sobre todo desde aquella inquietud agustiniana en las inmortales Confesiones, nos ayuda a ver, en esta nueva obra, que todo ello es insoslayable por no decir fatídico. Mas siguen las preguntas. Al menos, Critchley nos ha ayudado a replantear varias cuestiones sobre el tema de su libro. Y por ello hemos de darle las gracias por sus reflexiones estimulantes que seguramente van a abrir nuevos filones.

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