Guía Comares de Historia de la Filosofía Española, una síntesis histórica de investigadores solventes, por fin El reto de historiografiar la Filosofía Española

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A propósito de J.L. Mora y A. Heredia (eds.), Guía Comares de Historia de la Filosofía Española, Granada: Editorial Comares S.L., 2022, 359 pp.

"Ha llovido mucho desde aquellas calendas de la cuestión espinosa de si existía una filosofía llamada propiamente española"

"Bajo la dirección de renombrados especialistas como José Luis Mora y Antonio Heredia, se han dado cita investigadores solventes para brindarnos una síntesis histórica, desde una perspectiva de ‘madurez’, de esta área tan controvertida, prometedora, fecunda sabiendo que esta tarea, esta epistemología no está hecha sino que queda por hacer"

"El reto de historiografiar que no solo consiste en describir sino en descubrir y exponer su epistemología sigue válido. Y es esto lo que ha intentado hacer este volumen meritorio, de varias plumas y voces, ciertamente con olvidos y menosprecios"

"Sigue el reto de historiar, las expectativas son tremendas. También la experiencia detrás de ellas"

Ha llovido mucho desde aquellas calendas de la cuestión espinosa de si existía una filosofía llamada propiamente española. También ha llovido mucho desde aquellas aportaciones primerizas, no del todo epistemológicas, sino más bien descriptivas y eruditas.

Nombres como Menéndez Pelayo, Solana, Fraile, Martínez Gómez, Abellán, Guy y otros han sonado. Ciertamente sus aportaciones son valiosas pero los terrenos requieren una atención pormenorizada dado que una pluma no puede responsabilizarse por unas cotas fecundas que dan por pensar y hablar. Por eso, bajo la dirección de renombrados especialistas como José Luis Mora y Antonio Heredia, se han dado cita investigadores solventes para brindarnos una síntesis histórica, desde una perspectiva de ‘madurez’ (p. IX) de esta área tan controvertida, prometedora, fecunda sabiendo que esta tarea, esta epistemología no está hecha sino que queda por hacer (p. X). La publicación de esta obra es un nuevo hito en esta época de madurez que relativamente es una infancia con respecto al futuro que todavía queda por dibujarse.

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Desde los conceptos claves de desengaño y el ingenio, en un ambiente caracterizado tanto por tensiones entre poderes como por relaciones entre países peninsulares y de países hispanoamericanos, se nos brinda una perspectiva amplia atravesando los siglos XVI y XVII de búsqueda de certezas, de identidades partiendo de la cuestión de Hispania-España (p. 3) en que se exponen varias nociones de historia y las correspondientes historiografías con su finalidad de dibujar las coordenades de una aventura simbolizada por el Quijote y de Sancho, en constante diálogo y tensión hacia la conquista que es ampliación de horizontes. América es el primer reto a este respecto, dirán muchos.

Pero antes de atravesar los mares físicos, era preciso o sigue siendo preciso cruzar los propios para descubrir la propia geografía. Así se caracterizó la modernidad atribuida, sobre todo, a Descartes. No me refiero al ‘mare nostrum’ sino a las mismísimas oposiciones en el reto de la autodefinición. Ciertamente la cuestión y la convivencia de las tres grandes religiones (pp. 17 ss.) han contribuido no poco a esclarecer esta pregunta. Ciertamente, todo ello trae unas tensiones pero se produjo la llamada ‘Escuela de Paz’ y la apertura el ‘Nuevo Mundo’ (pp. 51 ss).

Ahí se proyecta el patrimonio específicamente de la querida alma mater salmantina. El llamado ‘Derecho Internacional’ y los que abogan los derechos humanos en todos los ambientes débenles a los maestros de dicha escuela eterna gratitud. Ciertamente, como refiere uno de los colaboradores en este volumen, ‘La aportación de los maestros salmantinos y sus discípulos en el mundo ibérico e iberoamericano fue, en buena medida, la apertura de un gran debate sobre el concepto de derechos naturales comunes a todos los hombres, enseñando que el derecho natural no se detiene en las fronteras de Europa (p.67). Pero persiste, pese a esta apertura hacia fuera, el bárroco y con este lo propiamente español: el desengaño, el ingenio, que son claves, medios para responder al reto socrático de conocerse a sí mismo (pp. 69 ss). Se dan cita en esta exposición nítida y provocadora nombres como Cervantes, Quevedo, Gracián, ¿pero no a los místicos de la escuela española?

Y con el siglo XVII vienen los contrapuntos, centrados en los razones del estado. Seguramente, se trata de consolidar la tradición, la epistemología que se estaba forjando. Seguramente más allá del alcance de Maquiavelo pero sigue en sus garras, hasta el punto de admitir que ‘la maquinaria político-administrativa se ha hecho ya enorme, los gobernantes se percatan de que recurrir para el buen gobierno a las capacidades extraordinarias del príncipe, del gobernante…y se recurre más bien a una estructura político-jurídico formal diseñada por el método racionalista, entendida como el único instrumento capaz de conducir y alcanzar adecuadamente las metas que una verdadera razón de Estado, en el sentido estricto del término, demanda’ (pp. 106-107).

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Además de la conquista de América (y Filipinas), la figura imperial de Carlos III (pp. 109 ss.) junto a la cuestión de cómo relacionarse con Europa abrieron nuevos cauces y cuestiones. Tiene razón alguien al afirmar que ‘el hombre europeo, producto de la cultura greco-romana y cristiana, experimenta una crisis de su propia identidad. Es consciente de que no puede dividir la humanidad entre cultos y salvajes y de que la civilización europea no es en todo superior a las demás. Existen sociedades en distintos grados de desrrollo. Los europeos no pueden misionar a los chinos de la misma forma que a tribus selváticas de América o África. Tanto en ciencia como en organización social, la cultura europea no detenta una posición preeminente ni en el monopolio de la verdad ni en sus costumbres. La pérdida de la unidad entre los cristianos favorece una reflexión crítica sobre los conocimientos y sobre las normas que rigen la convivencia social’ (p. 109). Sin embargo, en medio del escepticismo, preludio a la modernización de las ciencias, todo sigue adelante, sobre todo con la afirmación de Vives acerca de la veracidad y de la historia. En el fondo, es cuestión de la verdad y de poder narrarla para merecer la etiqueta de historia.

Y la historia sigue su rumbo pasando por el romanticismo (pp. 163 ss).  Pero en el fondo España también, como Europa, se ha dejado captar por nociones de autoimagen, de autoconcepción para poder integrarse, desde el pasado y dar la cara a los retos del futuro (p. 181). Y el siglo XIX será el crisol para poner a prueba todo esto. Sabemos que fue la época de la decadencia, hasta la pérdida de las colonias.  La imagen íntegra se ha desvanecido. Ahora se entra en la última época de la modernidad o quizá una nueva versión de la misma. Todas las antiguas seguridades se desvanecen. Empezando con los logros epistemológicos, en una época dominada sobre todo por el positivismo (p. 200). Claramente se necesita un nuevo modelo epistemológico, pues España se afronta a nuevos retos.

Quizá el modelo hispanoamericano no sea el modelo adecuado para abordar este nuevo período que encabeza D. Miguel de Unamuno. Pero sí el de crisis que subyace a las reflexiones acerca este período del siglo XX.  A mi juicio, las nuevas figuras o los novedosos géneros literarios podían haber brindado las claves adecuadas para los problemas del fondo en este período desde la crisis de 1898 hasta la de 1914, con nuevos pensadores que significaban nuevos géneros, nuevas escrituras, nuevas epistemologías (pp. 219 ss).

No cabe duda de que ‘el ser de España estaba en juego y la filosofía vino a ocuparse de ello’ (p. 221). Pero la solución, a mi modo de ver, puede encontrarse en los nuevos géneros, en las nuevas configuraciones que son ecos de una metamorfosis larga, agónica, constante. Pervive D. Quijote. Pervive la farsa junto a la tragedia. La República Española, la Guerra Civil, la Transición Democrática hasta nuestros días son eslabones de esa búsqueda de géneros que buscan ser historiagrafiados, con latentes epistemologías que no se fusionan, que no se consolidan del todo. Todo queda en una búsqueda incesante de formas, entre escolasticismos que no quieren morirse (Ramírez y cía) con esas nuevas escuelas (sobre todo la de Madrid, en torno a la figura señera y aglutinadora de Ortega).

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La oficialidad depende de los regímenes. Lo mismo ha de decirse acerca de los exilios y las marginaciones. Y las voces resonarán desde Zubiri, Aranguren, Tierno Galván, Marías, Ferrater Mora. Seguirán las polémicas, como la que desató el libro agudo pero desafortunado del P. Ramírez sobre Ortega pero las respuestas resonarán. Un estado constante de ebullición. Y eso es lo más prometedor. El reto de historiografiar que no solo consiste en describir sino en descubrir y exponer su epistemología sigue válido. Y es esto lo que ha intentado hacer este volumen meritorio, de varias plumas y voces, ciertamente con olvidos y menosprecios. Los esfuerzos de consolidación y síntesis son continuos, como los del Seminario Permanente de Historia de la Filosofía Española en Salamanca de la que es fundador uno de los editores de este trabajo que estamos reseñando.

"El reto de historiografiar que no solo consiste en describir sino en descubrir y exponer su epistemología sigue válido. Y es esto lo que ha intentado hacer este volumen meritorio, de varias plumas y voces, ciertamente con olvidos y menosprecios"

Sigue el reto de historiar, con la metodología interdisciplinaria y epistemológica empleada aquí, que en los últimos estribillos de esta gran narrativa colectiva que estamos evaluando, ha sido más bien descriptivo puesto que el horizonte todavía ha de ensancharse para permitir una hermenéutica global. Las expectativas son tremendas. También la experiencia detrás de ellas. Y esta experiencia seguirá ensanchándose para proseguir con la historiografía que es epistemologizar, buscar certezas, proponer modelos, realizar discursos a partir de los mismos para ampliarlos en medio de cacofonías para que estas se conviertan en armonías corales para las generaciones venideras.

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