El Consejo Indigenista Misionero denuncia la persecución implacable contra los guarani-kaiowa
Las políticas del gobierno brasileño contra los pueblos indígenas son claramente persecutorias, muchas veces con el apoyo explícito del poder judicial. Uno de los pueblos que más sufren esa actitud son los guaraní-kaiowa, "un pueblo largamente perseguido, que vive en la miseria y pasa hambre, que fue expulsado de sus tierras", como denuncian agentes del Consejo Indigenista Misionero - CIMI, que prefieren no identificarse como medida de precaución ante las constantes amenazas que sufren como consecuencia de su trabajo pastoral.
Trabajar con estas comunidades es una respuesta a los clamores de un pueblo. En diferentes momentos los guaraní-kaiowa han manifestado que "prefieren morir todos a entregarse y salir, permanecer en la lucha, unidos, incluso corriendo el riesgo de que todos sean enterrados", reconocen desde el Consejo Indigenista Misionero. Para ellos, conocer la realidad de ese pueblo es "encontrarse con situaciones muy dolorosas, mucho sufrimiento, niños desnutridos, sin nada para comer en muchos lugares, enfermedades y sobre todo falta de tierra, de tener donde vivir"
No es fácil realizar esa misión, dado las grandes distancias, pero aún así la presencia efectiva en los campamentos y aldeas indígenas es una realidad. "El pueblo sigue muy esperanzado, es un pueblo luchador, tiene una espiritualidad fantástica, que les sostiene y se percibe que alimenta y da fuerza a la lucha y mantiene al pueblo guaraní-kaiowa de pie. Ellos son encantadores en esa dimensión de la espiritualidad", reconocen desde el organismo dependiente de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil - CNBB.
En ese sentido, debe destacarse la importancia de los rezadores, que animan al pueblo en los diversos momentos. Toda acción o decisión importante está precedida de una gran reza. Los guarani-kaiowa deciden en una gran asamblea, que ellos llaman “tiguaçu”, momento que sirve para hacer denuncias y asumir compromisos de lucha. Hoy la gran lucha es la recuperación del territorio tradicional, una misión difícil, pues varios siglos atrás gran parte de su tierra fue vendida por el gobierno del estado, como tierras que se decía que no pertenecían a nadie, y para eso fue expulsando a los indígenas.
El CIMI denuncia que como consecuencia del crecimiento de la población indígena, "hoy las ocho reservas ya no tienen capacidad para acoger al pueblo". Para el pueblo guaraní-kaiowa lo que caracteriza el territorio tradicional son los lugares donde están sepultados sus antepasados, pues para ellos esas tierras son sagradas. "Esa es una lucha ardua, no será fácil reconquistar el territorio tradicional", reconocen los agentes de pastoral.
Ellos continúan afirmando que en esa lucha "ya murieron muchos, la lista de los que fueron asesinados es grande", no sólo los que murieron en los enfrentamientos, sino también los que fueron atropellados, que pasa por un accidente, pero que la gran mayoría son intencionados. Esto es común, pues muchas veces lo que sobra para ellos es el borde de las carreteras. Resulta estremecedor escuchar que "una vez un camión atropelló a un indígena y fue como si hubiera atropellado una gallina, ni paró".
Ante las muertes que ocurren en los enfrentamientos con los pistoleros de los hacendados, la reacción de los guaraníes-kaiowa, sobre todo los jóvenes, es que "la muerte de nuestros líderes no nos intimida, sólo nos anima a continuar con nuestras luchas, si tenemos que morir no nos importa", un sentimiento muy claro, que se escucha hasta a los adolescentes. Los agentes del CIMI relatan que incluso en los talleres de dibujo con los niños, "ellos retratan la lucha perfecta, la garra con que ellos entran para luchar por lo que ellos creen".
La gran lucha de ellos es por la tierra. De hecho, "cuando ellos recuperan alguna área, en tres o cuatro meses hay huertas por todos los lados", relatan desde el CIMI, usando un estilo propio de los guaraní-kaiowa que hace posible que en un pequeño pedazo de tierra ellos tengan un montón de cosas plantadas, un estilo de agricultura que no necesita mucha tierra para plantar lo necesario para ellos. "Hasta en el borde de la carretera ellos plantan, es un pueblo con una garra muy grande para vivir", cuentan los agentes del CIMI, quienes dicen tener una admiración muy grande por ellos.
Los guaraní-kaiowa conservan su lengua, sus tradiciones, su fuerte espiritualidad. De hecho, lo primero que hacen en los campamentos es colocar un símbolo religioso. Junto con el CIMI, los indígenas también tienen el apoyo de la misión kaiowa, donde los evangélicos hacen un trabajo de acompañamiento desde hace muchos años en la lucha por la vida. Otros grupos evangélicos hacen otro trabajo que podríamos denominar pastoral, sin tanto interés y presencia en las luchas.
Para los agentes del CIMI, "allí es casi imposible estar juntos y pensar sólo en la cuestión de la fe, allí la fe nace de la vida, está mezclada con la lucha. La vida del pueblo guaraní, es una mezcla, incluso desde su perspectiva, porque para ellos la Tierra sin Males donde quieren llegar es algo místico, que es parte integrante de la vida".
De hecho, en las asambleas guaraníes, el rezador se levanta y toma el maracá (instrumento musical), cuando golpea, todos se levantan y empiezan a bailar. La misma cosa ante una discusión polémica donde no llega al consenso, golpea el maracá, todo el mundo reza, entran en sintonía, se sientan y deciden. No hay una separación, no se para a rezar, es algo que está integrado, no logran desvincular una cosa de la otra.
La convivencia de los agentes del CIMI con los guaraní-kaiowa es un proceso en que se va sumando poco a poco, es un aprendizaje. La lengua es un desafío en el trabajo con el pueblo, porque ellos se comunican en guaraní, hacen las asambleas en su lengua.
La región vive envuelta en constantes procesos judiciales, que difícilmente se resuelven, pues el equipo del CIMI en la región es bastante pequeño y la presencia de abogados es voluntaria. Son varios los pueblos de la región que pasan por dificultades y son perseguidos en Mato Grosso del Sur, lo que demanda acompañamiento, nada fácil ante las grandes distancias.
Para superar las dificultades el equipo del CIMI ha establecido alianzas con otras instituciones y organismos eclesiales, para dar mayor fortaleza al trabajo y hacer denuncias. Junto con eso, "no siempre los obispos de la región apoyan el trabajo del CIMI, hasta el punto de que algunas diócesis, mantenidas por los hacendados, nunca van a ser favorables. Esto dificulta el trabajo ", denuncian desde el Consejo Indigenista Misionero. Incluso, se ha dado el caso, de un obispo que no quiere agentes en su diócesis que trabajen directamente con los indígenas para no dar problema.
Está en perspectiva la posibilidad de sumar fuerzas con algunas personas, algunos sacerdotes, algunos obispos un poco más sensibles a la cuestión. "Es otro desafío grande, quien entra en la causa, aparentemente se queda solo, no es fácil", reconocen desde el CIMI. También existen alianzas muy buenas con alguna universidad, que en los momentos de desalojo, por ejemplo, de una agresión muy fuerte contra los guaraníes-kaiowa, ha ayudado con caravanas, lo que permite sumar con los indígenas en la lucha por algunas cuestiones.
Con ello ya se han logrado algunas mejoras en las condiciones de vida, escuela, salud, acceso a agua potable, cuya falta provoca desnutrición y muerte de niños. Otro problema es la pulverización aérea que muchas empresas realizan, lo que perjudica mucho a las comunidades indígenas, pues pasan por encima de las comunidades. Se dio el caso de una anciana que estaba en el patio de su casa y cuando la avioneta pasó pulverizando murió casi de inmediato. "Ellos saben que allí es la comunidad, pero pasan por encima a propósito, es algo criminal, intencional, inclusive para eliminar", como reconocen los agentes.
Trabajar con estas comunidades es una respuesta a los clamores de un pueblo. En diferentes momentos los guaraní-kaiowa han manifestado que "prefieren morir todos a entregarse y salir, permanecer en la lucha, unidos, incluso corriendo el riesgo de que todos sean enterrados", reconocen desde el Consejo Indigenista Misionero. Para ellos, conocer la realidad de ese pueblo es "encontrarse con situaciones muy dolorosas, mucho sufrimiento, niños desnutridos, sin nada para comer en muchos lugares, enfermedades y sobre todo falta de tierra, de tener donde vivir"
No es fácil realizar esa misión, dado las grandes distancias, pero aún así la presencia efectiva en los campamentos y aldeas indígenas es una realidad. "El pueblo sigue muy esperanzado, es un pueblo luchador, tiene una espiritualidad fantástica, que les sostiene y se percibe que alimenta y da fuerza a la lucha y mantiene al pueblo guaraní-kaiowa de pie. Ellos son encantadores en esa dimensión de la espiritualidad", reconocen desde el organismo dependiente de la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil - CNBB.
En ese sentido, debe destacarse la importancia de los rezadores, que animan al pueblo en los diversos momentos. Toda acción o decisión importante está precedida de una gran reza. Los guarani-kaiowa deciden en una gran asamblea, que ellos llaman “tiguaçu”, momento que sirve para hacer denuncias y asumir compromisos de lucha. Hoy la gran lucha es la recuperación del territorio tradicional, una misión difícil, pues varios siglos atrás gran parte de su tierra fue vendida por el gobierno del estado, como tierras que se decía que no pertenecían a nadie, y para eso fue expulsando a los indígenas.
El CIMI denuncia que como consecuencia del crecimiento de la población indígena, "hoy las ocho reservas ya no tienen capacidad para acoger al pueblo". Para el pueblo guaraní-kaiowa lo que caracteriza el territorio tradicional son los lugares donde están sepultados sus antepasados, pues para ellos esas tierras son sagradas. "Esa es una lucha ardua, no será fácil reconquistar el territorio tradicional", reconocen los agentes de pastoral.
Ellos continúan afirmando que en esa lucha "ya murieron muchos, la lista de los que fueron asesinados es grande", no sólo los que murieron en los enfrentamientos, sino también los que fueron atropellados, que pasa por un accidente, pero que la gran mayoría son intencionados. Esto es común, pues muchas veces lo que sobra para ellos es el borde de las carreteras. Resulta estremecedor escuchar que "una vez un camión atropelló a un indígena y fue como si hubiera atropellado una gallina, ni paró".
Ante las muertes que ocurren en los enfrentamientos con los pistoleros de los hacendados, la reacción de los guaraníes-kaiowa, sobre todo los jóvenes, es que "la muerte de nuestros líderes no nos intimida, sólo nos anima a continuar con nuestras luchas, si tenemos que morir no nos importa", un sentimiento muy claro, que se escucha hasta a los adolescentes. Los agentes del CIMI relatan que incluso en los talleres de dibujo con los niños, "ellos retratan la lucha perfecta, la garra con que ellos entran para luchar por lo que ellos creen".
La gran lucha de ellos es por la tierra. De hecho, "cuando ellos recuperan alguna área, en tres o cuatro meses hay huertas por todos los lados", relatan desde el CIMI, usando un estilo propio de los guaraní-kaiowa que hace posible que en un pequeño pedazo de tierra ellos tengan un montón de cosas plantadas, un estilo de agricultura que no necesita mucha tierra para plantar lo necesario para ellos. "Hasta en el borde de la carretera ellos plantan, es un pueblo con una garra muy grande para vivir", cuentan los agentes del CIMI, quienes dicen tener una admiración muy grande por ellos.
Los guaraní-kaiowa conservan su lengua, sus tradiciones, su fuerte espiritualidad. De hecho, lo primero que hacen en los campamentos es colocar un símbolo religioso. Junto con el CIMI, los indígenas también tienen el apoyo de la misión kaiowa, donde los evangélicos hacen un trabajo de acompañamiento desde hace muchos años en la lucha por la vida. Otros grupos evangélicos hacen otro trabajo que podríamos denominar pastoral, sin tanto interés y presencia en las luchas.
Para los agentes del CIMI, "allí es casi imposible estar juntos y pensar sólo en la cuestión de la fe, allí la fe nace de la vida, está mezclada con la lucha. La vida del pueblo guaraní, es una mezcla, incluso desde su perspectiva, porque para ellos la Tierra sin Males donde quieren llegar es algo místico, que es parte integrante de la vida".
De hecho, en las asambleas guaraníes, el rezador se levanta y toma el maracá (instrumento musical), cuando golpea, todos se levantan y empiezan a bailar. La misma cosa ante una discusión polémica donde no llega al consenso, golpea el maracá, todo el mundo reza, entran en sintonía, se sientan y deciden. No hay una separación, no se para a rezar, es algo que está integrado, no logran desvincular una cosa de la otra.
La convivencia de los agentes del CIMI con los guaraní-kaiowa es un proceso en que se va sumando poco a poco, es un aprendizaje. La lengua es un desafío en el trabajo con el pueblo, porque ellos se comunican en guaraní, hacen las asambleas en su lengua.
La región vive envuelta en constantes procesos judiciales, que difícilmente se resuelven, pues el equipo del CIMI en la región es bastante pequeño y la presencia de abogados es voluntaria. Son varios los pueblos de la región que pasan por dificultades y son perseguidos en Mato Grosso del Sur, lo que demanda acompañamiento, nada fácil ante las grandes distancias.
Para superar las dificultades el equipo del CIMI ha establecido alianzas con otras instituciones y organismos eclesiales, para dar mayor fortaleza al trabajo y hacer denuncias. Junto con eso, "no siempre los obispos de la región apoyan el trabajo del CIMI, hasta el punto de que algunas diócesis, mantenidas por los hacendados, nunca van a ser favorables. Esto dificulta el trabajo ", denuncian desde el Consejo Indigenista Misionero. Incluso, se ha dado el caso, de un obispo que no quiere agentes en su diócesis que trabajen directamente con los indígenas para no dar problema.
Está en perspectiva la posibilidad de sumar fuerzas con algunas personas, algunos sacerdotes, algunos obispos un poco más sensibles a la cuestión. "Es otro desafío grande, quien entra en la causa, aparentemente se queda solo, no es fácil", reconocen desde el CIMI. También existen alianzas muy buenas con alguna universidad, que en los momentos de desalojo, por ejemplo, de una agresión muy fuerte contra los guaraníes-kaiowa, ha ayudado con caravanas, lo que permite sumar con los indígenas en la lucha por algunas cuestiones.
Con ello ya se han logrado algunas mejoras en las condiciones de vida, escuela, salud, acceso a agua potable, cuya falta provoca desnutrición y muerte de niños. Otro problema es la pulverización aérea que muchas empresas realizan, lo que perjudica mucho a las comunidades indígenas, pues pasan por encima de las comunidades. Se dio el caso de una anciana que estaba en el patio de su casa y cuando la avioneta pasó pulverizando murió casi de inmediato. "Ellos saben que allí es la comunidad, pero pasan por encima a propósito, es algo criminal, intencional, inclusive para eliminar", como reconocen los agentes.