Iglesia misionera y martirial

La misión es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia y también de las CEBs. Francisco nos hace continuas llamadas a eso, “hagan lio” les decía a los jóvenes en la JMJ Rio 2013. La misión tiene sus dificultades, pero él también nos dice: "Prefiero una Iglesia accidentada por salir, que enferma por encerrarse". Por eso, en los Intereclesiales, repitiendo aquello que forma parte de la vida de las comunidades de base, es costumbre dedicar un momento a hacer esa experiencia misionera, visitar a la gente y las diferentes realidades sociales, enviados por la Iglesia. Hoy hemos participado de este momento, enviados en la celebración eucarística, por Don Ricardo Brusatti, obispo de Caetite, que acompaña a las CEBs en nuestro Regional Nordeste 3 de la CNBB.

Somos enviados para evangelizar, pero también somos evangelizados por las personas a las que visitamos, que con sencillez nos muestran como Dios es importante en su vida. Visitando a doña María José, experimentamos esa fe popular, en Dios, en María, en el Padre Cícero, gran intercesor ante Dios de muchos creyentes de estas tierras, en quien confían, a quien rezan, cantan benditos, imploran a cada momento.

Evangelizar, caminar con todos, también con los pueblos indígenas brasileños, participantes también de este Intereclesial, pero olvidados, excluidos, oprimidos por una sociedad y un gobierno que promoviendo grandes proyectos no respeta su propuesta diferente de vivir, agrediéndoles, tomando sus tierras. Ellos piden que las CEBs sean instrumento de denuncia profética, comunidades que los apoyan y defienden.

En la historia brasileña y latinoamericana muchos hombres y mujeres, comprometidos con esta Iglesia popular fueron perseguidos, algunos hasta dar la vida por el Reino y ser martirizados. Por eso, otro momento importante en los Intereclesiales es la celebración de los mártires. Aconteció esta tarde, en uno de esos lugares singulares de esta ciudad y como no, marcado por la presencia perenne del Padre Cícero, lugar de romería permanente a lo largo del año. Uno sólo se hace idea del significado de este personaje para la vida socio-religiosa de esta región viniendo aquí.

La celebración fue presidida por Don Edson Damian, obispo de San Gabriel da Cachoeira, estado de Amazonas, uno de los lugares más remotos de este inmenso país y en consecuencia olvidados por casi todos los poderes, donde la impunidad se incrementa. En ella, una vez más, experimentamos que vale la pena dar la vida por aquello en lo que creemos, por la causa de Jesucristo y del pueblo latinoamericano tantas veces masacrado, por esta forma de ser Iglesia y vivir hoy la propuesta del Evangelio. El elemento protagonista de la celebración fue la Cruz, en la que a lo largo de la historia, y todavía hoy, muchos son crucificados. En momentos como este uno encuentra fuerzas para continuar luchando por un mundo más justo y pierde el miedo delante de la posibilidad, a veces real, de perder la vida.

Don Edson nos llamaba a la reflexión con sus palabras: “en cuanto haya profecía habrá conversión, en cuanto haya martirio habrá eficacia pues el grano caído en la tierra, muriendo se multiplica, no permitiremos que se apague el grito supremo de su amor, no dejaremos que su sangre sea infecunda… asumiremos sus vidas y sus muertes abrazando sus causas… tan divinas y tan humanas… os recordaremos uno por uno, una por una… nuestros amados y queridos profetas y mártires… nombres conocidos y ya incorporados a nuestro martirologio o nombres anónimos grabados en el santoral del corazón de Dios… Sentimos aquí, en este lugar sagrado, su herencia como testigos de una Iglesia profética y martirial… no cederemos, no nos venderemos, no renunciaremos a ese paradigma mayor de sus vidas, que fue el paradigma de Nuestro Señor Jesús… correr los mismos riesgos de Jesús para identificarnos con las causas de los pobres y de los excluidos del campo y de la ciudad”.

Misión y martirio, elementos profundamente relacionados, consecuencia el uno del otro, propios de esta Iglesia popular, comunitaria, de base, que son las CEBs, semilla del Reino, por el que vale la pena gastar la vida en el día a día y entregarla si llegase el momento.
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