Seminario en línea: “De la Laudato Si a Querida Amazonía: 5 años de la Encíclica en Latinoamérica” La Iglesia, “voz política que denuncia la exclusión y propone una sociedad de paz, que no se logrará sin justicia y sin escuchar a las víctimas”

Francisco - Laudato Si
Francisco - Laudato Si

La Iglesia se ve obligada a escuchar para poder defender, para poder relacionarse con las diferentes culturas desde la perspectiva del diálogo y la suma de fuerzas y experiencias, aprendiendo con quien cuida de lo que es común, la creación

Desde Laudato Si, “se nos urge a dialogar sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta

"Laudato Si reconcilia la fe y la ciencia y promovió movimientos de masa en favor del cuidado del planeta"

“Todo cuidado de la naturaleza hace justicia a los desfavorecidos y a los pobres”

Querida Amazonía destaca el papel de la mujer en la Iglesia de la Amazonía, ensalzando que han sostenido la fe de muchas comunidades

“Todos vamos a sufrir las consecuencias de eso, de perder aquello que sustenta a la humanidad. Destruir lo sagrado provoca enfermedades y acaba destruyendo al ser humano. La naturaleza de rebela contra nosotros en el momento en que la destruimos”

Semana Laudato Si´ Francisco
El clamor de la tierra y el clamor de los pobres no dan para más, como afirma el Papa Francisco en el vídeo con el se ha promocionado la Semana Laudato Si. Es algo que tiene que llevar a preguntarnos, en palabras del obispo de Roma, “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a los que nos sucedan, a los niños que están creciendo?”. Esa es una respuesta que se ha buscado de forma profunda en esta última semana, en la multitud de eventos virtuales organizados a lo largo y ancho del planeta.

Este sábado, el Movimiento Católico Mundial por el Clima, organizaba el seminario en línea, “De la Laudato Si a Querida Amazonía: 5 años de la Encíclica en Latinoamérica”. Conducido por Gabriel López Santamaría, en el seminario han participado el Presiente del Consejo Episcopal Latinoamericano – CELAM, Monseñor Miguel Cabrejos, el Secretario de la Comisión para la Ecología Integral y Minería del episcopado Brasileño, Monseñor Vicente Ferreira, la Presidenta de la Confederación Latinoamericana de Religiosos – CLAR, Liliana Franco, Esteban Servat, de EcoLeaks, Fray Eduardo Agosta, Ariana Díaz y Doralice, indígena del pueblo macuxi, en la Amazonía brasileña.

El presidente del CELAM destacaba el compromiso de la Iglesia latinoamericana en el cuidado de la casa común, enfatizando la urgencia de promover procesos. Monseñor Cabrejos hacía un rápido análisis de los sueños que el Papa Francisco ofrece en Querida Amazonía, la exhortación postsinodal del Sínodo para la Amazonía, que el arzobispo de Trujillo, Perú, resume como sueños proféticos del Papa que se transforman en desafíos. Los diferentes sueños, social, cultural, ecológico y eclesial, se concretan en la Amazonía en diferentes realidades, ante las que la Iglesia se ve obligada a escuchar para poder defender, para poder relacionarse con las diferentes culturas desde la perspectiva del diálogo y la suma de fuerzas y experiencias, aprendiendo con quien cuida de lo que es común, la creación, haciendo realidad una Iglesia llamada a caminar con los pueblos de la Amazonía, en comunión.

Todo esto se consigue, según Cabrejos, siguiendo líneas de acción pastoral, que nacen de la defensa del territorio y de saber utilizar sosteniblemente los recursos, desde una pastoral amazónica dirigida al ser humano, promoviendo la ecología integral. Esta pandemia nos hace reflexionar sobre como nos hemos relacionado con la creación, buscando un nuevo mundo, que debe ser curado de las enfermedades de autodestrucción e injusticia. En ese nuevo camino debe tener un papel destacado, sobretodo en la Amazonía, el nuevo organismo eclesial panamazónico, auspiciado por el CELAM y basado en la sinodalidad, que, según ha informado el arzobispo, debe ser constituido oficialmente el próximo 29 de junio.

Monseñor Cabrejos

Uno de los mayores ataques a la casa común viene de la minería, algo que conoce y vive en su piel, Monseñor Vicente Ferreira, que ha acompañado muy cerna las consecuencias del crimen de Brumadinho, Brasil, que el 25 de enero de 2019, mató a 272 personas. El obispo brasileño define Brumadinho y la empresa Vale como “metáfora de un sistema minero depredador”. Él mismo dice haber vivido desde la Laudato Si una experiencia personal de conversión ecológica, fruto de la unión de la preocupación por el medio ambiente y por el ser humano.

El prelado reconoce la dificultad de defender este tipo de discursos en regiones dependientes de la minería, donde se hace visible un colonialismo que está por encima de la ley. Esa realidad debe llevar a pensar en caminos alternativos frente a un sistema que domina el pensamiento de la gente, lo que se va concretando en una resistencia en la sociedad y en la Iglesia, una Iglesia en salida, en la articulación de las comunidades, que buscan unir espiritualidad y lucha por la justicia, creando la vocación de cuidadores del planeta y promueven caminos alternativos, que incluyen la conversión ecológica, una vida más simple y alternativas a la minería.

La Iglesia tiene que ser “voz política que denuncia la exclusión y propone una sociedad de paz, que no se logrará sin justicia y sin escuchar a las víctimas”, afirma Monseñor Vicente Ferreira. Para eso se necesita ser firmes en formar una red de justicia y solidaridad, buscar proyectos políticos alternativos, no ligados a las compañías mineras. También buscar una sociedad justa, no separar fe y vida, tomar medidas para cambiar las estructuras económicas perversas. En el caso de Brasil, donde la democracia es puesta cada vez más en jaque, “la Iglesia tiene que mantener su posición profética de denuncia”, también en tiempo de pandemia en el que “el extractivismo actúa aun más violentamente para garantiza el lucro, afectando a las comunidades”. Ante estos desafíos, afirma que “si tenemos grandes retos, también tenemos esperanza en una Iglesia que apoya a las comunidades”.

A la vida religiosa en América Latina y el Caribe, como reconoce Liliana Franco, “Laudato Sí la inspira a una nueva manera de situarse, a un nuevo estilo de vida, la confronta y ubica en salida”. Esto es fruto de que en el continente “la tierra y los más pobres claman, y eso, muchos de los religiosos del continente lo saben, no de oídas, sino porque hacen camino con la gente en esas parcelas concretas”. La presidenta de la CLAR reconoce que desde Laudato Si, “se nos urge a dialogar sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta”, se nos llama a reflexionar sobre los hábitos, rutinas, alianzas y criterios, desde “la lectura de fe de la realidad y esa siempre tiene que ser encarnada”.

Liliana Franco

También es necesario que la vida religiosa salga “del lugar del confort, en el que se cauteriza la consciencia”, que haga opción por la ecología integral, que no puede ser moda, por el diálogo como algo irrenunciable, por el profetismo de lo comunitario, por la búsqueda decidida del bien común, por la cultura del encuentro. Esto lo concretaba Liliana Franco en 10 propuestas, nacidas de Laudato Sí, que lleve a apostar por un nuevo estilo de vida, la defensa de la vida, de los pueblos y de las culturas, asumir la dimensión mística-profética, desentrañar la vocación misionera, entretejer relaciones de cuidado, favorecer una nueva mirada contemplativa, tejer redes y relaciones en diferentes niveles, promover una cultura del encuentro y el buen trato, profundizar en la conversión ecológica y hacer presencia en la Amazonía.

Existen experiencias concretas de resistencia contra aquello que destruye la casa común, como la vivida en Mendoza, Argentina, por Esteban Servat, científico perteneciente al colectivo EcoLeaks, que ha enfrentado abiertamente el fracking, lo que le llevó a tener que abandonar su país ante las amenazas de muerte a las que se vió sometido. Según él, “Laudato Si reconcilia la fe y la ciencia y promovió movimientos de masa en favor del cuidado del planeta”. En su lucha, que tuvo un carácter ecuménico, reconoce el apoyo de la Iglesia, hasta el punto de que “sin ella, quizás no estaría contando esta historia”.

Él defiende la necesidad de recuperar la capacidad de indignarnos, algo que es señalado por el Papa Francisco en Querida Amazonía, insistiendo en que “el tiempo se nos agota, estamos camino a la extinción”. En ese sentido, la pandemia del COVID-19, según el científico argentino, supone un mensaje para reflexionar sobre los caminos por los que avanzamos, sobre los hábitos, sobre la necesidad de traducir la encíclica para encarnarla y poder salvar a la humanidad.

Como afirmaba Fray Eduardo Agosta, Querida Amazonía, en el sueño ecológico, nos ayuda a descubrir el planeta como un regalo, que enfrenta la voracidad, y siente la necesidad de “una conversión ecológica, como categoría teológica desde donde repensar la evangelización, especialmente en la Amazonía, pero también en el planeta”. El carmelita insiste en que “todo cuidado de la naturaleza hace justicia a los desfavorecidos y a los pobres”. En ese sentido, “la conversión a la ecología integral tiene que ser clave de cara al futuro”, de donde debe surgir la pregunta sobre si vale la pena la destrucción provocada por la extracción de recursos.

Fray Eduardo aboga por cambio desde el corazón, desde adentro, desde una mirada alternativa como propuesta de bienestar para el ser humano. En esa perspectiva abordaba el concepto de pecado ecológico, que apareció con fuerza en el Documento Final del Sínodo y que él define como “reflejo del pecado original, de una ruptura con Dios que se traduce en ruptura con nosotros, con los otros y con la naturaleza”.

Fray Eduardo Agosta

El Sínodo para la Amazonía ha supuesto un nuevo impulso para una Iglesia que ya está en la Amazonía cuidando del ambiente y de los pueblos originarios. En ese sentido, el carmelita defiende que “el cuidado de las personas y de los ecosistemas son inseparables, especialmente en la Amazonía”, advirtiendo sobre el peligro de la muerte de la Amazonía por la deforestación, lo que afectaría a todo el planeta. Eso tiene que llevar a denunciar los intereses económicos que amenazan a la Amazonía, a la que considera “lugar teológico, donde Dios se expresa, en la belleza y en el sufrimiento”. También destacaba “la importancia de amar, algo que solo hago si lo conozco, la necesidad de salir, porque es la única manera de amar, también el sufrimiento”. Como elemento concreto proponía la posibilidad de vivir las parroquias, la familia, el trabajo, la movilidad, en clave ecológica

Ariana Díaz, reflexionaba sobre el rostro femenino de la Amazonía, viendo a la mujer indígena amazónica como una mujer resiliente, con un papel fundamental en el nacimiento y cuidado de la vida, aunque en muchos momentos sea minusvalorado. La mujer indígena es inteligente, aprende por la experiencia, y aunque tenga menos acceso a la educación que los hombres, es algo que aprovecha más. Es una mujer luchadora, que se enfrenta, especialmente en la adolescencia, con la vulneración de sus derechos, a las que sus vidas les son arrancadas ante de tiempo, señalando el alto índice de suicido entre los jóvenes indígenas.

Las mujeres son quienes preservan la cultura, según Ariana, que ha sido misionera en la Amazonía peruana en diferentes momentos. Ella señala que a la mujer se le desestima su capacidad política, algo en lo que poco a poco va ganando espacio, especialmente en aquello que hace referencia a la defensa de sus territorios y derechos. Es una mujer que también sufre, llora, ríe, se asombra, duda, pide perdón, proclama la fe, exige, denuncia. Pero no podemos olvidar la gran diversidad que nace de un territorio inmenso. En la Amazonía la mujer es víctima de la trata y explotación sexual, sobretodo en territorios mineros, afirmando que el clamor de esas mujeres está ligado al clamor de la tierra, que es el clamor de Dios. También reflexionaba sobre el papel de la mujer en la Iglesia de la Amazonía, algo que aparece en Querida Amazonía, donde se ensalza que han sostenido la fe de muchas comunidades. Por eso, ella sueña con nuevos ministerios para esas mujeres.

La voz de Doralice, indígena del pueblo macuxi de Roraima, mostraba con emoción la lucha de los pueblos indigenas para “conservar nuestro pueblo y nuestras florestas”, algo en lo que “la Iglesia nos ha ayudado a unirnos con otros pueblos indígenas”. Ella denunciaba que “nuestra naturaleza está siendo destruida por un gobierno que no tiene amor a su pueblo, que ha usado el COVID-19 para poner en práctica sus planos de muerte para los pueblos indígenas, abandonados, intentando acabar con las leyes que nos defienden”, promoviendo la invasión de tierras por los hacendados.

Según la indígena macuxi, poco a poco “se ha ido conociendo un poco de nuestra realidad de amor, cuidado y preservación de nuestra tierra”, denunciando las actitudes de “un presidente que se importa más con el lucro que con la vida de los pueblos y del medio ambiente. Nuestras vidas están siendo desvalorizadas por alguien que no se importa con la pérdida de la vida”. Frente a eso, los pueblos indígenas “buscamos fuerzas en nuestras oraciones, en la naturaleza, en los chamanes, en cultivar el amor de verdad a un Dios que cuida, ama y protege, frente al ser humano que solo piensa en la ganancia y la destrucción, que tienen como dios al dinero”. Ella advierte que “todos vamos a sufrir las consecuencias de eso, de perder aquello que sustenta a la humanidad. Destruir lo sagrado provoca enfermedades y acaba destruyendo al ser humano. La naturaleza de rebela contra nosotros en el momento en que la destruimos”.

Laudato Si´

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