Rebeldías desde el sufrimiento del inocente: Job José Luis Caravias: "creer en Dios desde el sufrimiento del inocente que se rebela y lucha por salir de su dolor"

Job
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Desechemos la idea clásica de que Job es modelo de paciencia. Job enfrenta su sufrimiento inocente con total rebeldía

Job no acepta que sus sufrimientos sean un justo castigo de Dios y, desesperado, enfrenta a Dios, buscando respuesta

Dios tiene planes hermosos, y los realiza con gratuidad, aunque nosotros no los entendamos

A Dios le gusta que le protestemos de nuestros males con tal de que nos dirijamos con toda sinceridad a él, sin hacerle responsable de nuestros sufrimientos

Libro de Job
Desechemos la idea clásica de que Job es modelo de paciencia. Job enfrenta su sufrimiento inocente con total rebeldía. No se trata de un personaje histórico, sino de una especie de obra de teatro, con profundas enseñanzas.

Job había perdido sus bienes, su familia y su salud. Él creía, como todos, que Dios premia a los buenos y castiga a los malos. Pero es buena gente y no entiende por qué Dios le trata tan duramente. Por ello se rebela con rabia en contra de Dios. Así se lo remachan tres amigos que le visitan insistiéndole en que si sufre tanto es porque es un gran pecador.

Protesta radical

Job no acepta que sus sufrimientos sean un justo castigo de Dios y, desesperado, enfrenta a Dios, buscando respuesta. Desde los gusanos y la podredumbre Job reclama su derecho a protestar (7,5.11). Las opiniones de sus amigos de que sufre como castigo de Dios por sus pecados son totalmente falsas.

El esperaba ser dichoso por haber atendido continuamente las necesidades de los pobres y haberlos defendido de los malvados (29,12-17; 30,24-25; 31,13-40). “Yo esperaba la dicha, pero llegó la desgracia” (30,26). Por eso se siente con derecho a desafiar a Dios (13,20-27) y a los hombres (6,24-30) a que encuentren culpas graves en su vida. “¡Ojalá hubiera quien me escuchara! ¡Aquí está mi firma! ¡Que me responda el Omnipotente!” (31,35). “¡Si hubiera un árbitro entre un hombre y Dios!” (16,21).

Job eleva una protesta formal contra la doctrina oficial: No es verdad que en esta vida Dios castiga a los malos y premia a los buenos, porque él es buena gente y sufre demasiado.

Se queja directamente a Dios, pero inútilmente. Dios se calla ante su dolor. “Clamo a ti y tú no me respondes; me presento, y no me haces caso” (30,20). “Como un león me persigues; te gusta triunfar sobre mí. Redoblas tus ataques y tu furor aumenta en contra mía” (10,16-17).

Pero Job acaba comprendiendo que su enfrentamiento no es contra el Dios que busca, sino contra el Dios retribucionista que representan sus tres amigos. A pesar de tanto dolor, Job sigue siempre aferrado a Dios. No entiende a Dios, pero nunca lo mal-dice. Es tan rebelde precisamente porque cree y espera en Dios. Busca a tientas, insaciable, el sentido de la justicia divina. Seguro de su inocencia personal y seguro también de la justicia de Dios, Job lucha contra el misterio. Busca un diálogo directo con Yavé (29,12-17; 31,1ss). En él habla el hombre deshecho, pero creyente siempre. No se queja de Dios, sino que se queja a Dios directamente.

Job es un creyente rebelde. Rebeldía contra el sufrimiento del inocente, contra la teología que lo justifica, y contra la imagen de Dios que esa teología presenta.

Se da cuenta con horror que la miseria del pueblo no es castigo de Dios, sino causada por los que llevan una vida placentera de lujos. “¿Por qué siguen viviendo los malvados, prolongan sus días y se van haciendo fuertes?... Nada perturba la paz de sus hogares... Tienen a su alcance la felicidad, sin que Dios esté presente en sus proyectos...” (21,6-7.9.16).

La miseria de los pobres está descrita por Job con duro realismo (24,2-14). Y sufriendo él también se pregunta con dramatismo dónde está Dios en medio de tanto sufrimiento. “¿No va a atender Dios sus súplicas?” (24,12). El por qué de la injusta situación de los pobres, y de él mismo, es la pregunta angustiante que le lanza con insistencia a Dios.

Como los burros salvajes en el desierto, salen a buscar su alimento; aunque trabajan todo el día, no tienen pan para sus hijos… (24,4-11). “Los malvados cambian los linderos, roban el rebaño y su pastor. Se roban el burro de los huérfanos; toman en prenda el buey de la viuda. Se arranca el huérfano del pecho materno; se toma en prenda al hijo del pobre…” (24,2-3.9).

La respuesta de Dios

La respuesta de Dios

Job había retado a Dios, y Dios al fin se le presenta “desde la tormenta” (38,2-3; 40,2.7). Yavé no contesta directamente al reclamo de Job. No le dice por qué sufre. Pero le agobia mostrándole lo ignorante y pequeño que es. “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?” (38,4). Su problema personal es absorbido dentro del universal.

Job pedía encontrar a Dios (13,15-16). Y Dios se le manifiesta abiertamente, aunque no como él quería. Job deseaba, discutir con Dios (13,20-24). Y consigue que Dios se le presente y le converse. Así lo reconoce él: “Ahora te han visto mis ojos” (42,5). Pero Dios le demuestra que no es nadie para discutir con él. Dios sabe la razón por la que el justo sufre. Él no tiene que dar cuentas a nadie.

Según Dios, los tres amigos estaban equivocados: los sufrimientos de Job no eran castigo por ningún tipo de pecado. Reprende a los tres porque pretendían defender a Dios y resulta que le insultaban: “Ustedes no han hablado bien de mí, como hizo mi servidor Job, pero los perdonaré en consideración a él” (42,8). ¡Era verdad que los amigos no eran sino unos “charlatanes”! (13,4). Ellos habían procurado convencer a Job de que él era culpable, lo mismo que hoy día algunos pretenden convencer a los pueblos que sus sufrimientos son castigo por sus pecados.

La “sabiduría” de los tres compañeros de Job no sirve para consolar a nadie de su dolor. Ni menos, para comprender o defender a Dios. Yavé le dice a Elifaz: “Me siento muy enojado contra ti y contra tus dos amigos” (42,7). Los que pretendían ser defensores de Dios, resulta que son los condenados por Dios. Y necesitan la mediación del irreverente Job para que Dios no tenga en cuenta su necia temeridad.

Job suplica a Dios

La reconciliación de Job con Dios

Job va más allá de la aceptación de su pequeñez. Ha entendido en algo a Dios y abandona por ello su actitud de queja: “Reconozco que lo puedes todo, y que eres capaz de realizar todos tus proyectos. Hablé sin inteligencia de cosas que no conocía, de cosas extraordinarias, superiores a mí. Yo te conocía sólo de oídas; pero ahora te han visto mis ojos. Por eso repudio y abandono el polvo y la ceniza” (42, 2-6).

Deja su actitud de queja y lamento. Renuncia a su tristeza vivencial, y se entrega confiado en manos de Dios. Reconoce que Dios tiene planes realizables, misteriosamente superiores a lo que los humanos podríamos suponer; se alegra grandemente de haber encontrado a su Señor y se dispone a abandonar su actitud anterior de quejas y amargura.

El mundo no es un caos, como él se había imaginado. Lo sería, si fuera verdad la teoría de la retribución personal que presentaban los amigos de Job... Pero resulta que Dios tiene planes hermosos, y los realiza con gratuidad, aunque nosotros no los entendamos.

No todo está claro para Job, pero ya no se deja ahogar por las creencias retribucionistas. Ahora intuye que existen “cosas extraordinarias, superiores a mí”.

Job se había dirigido a Dios varias veces para protestar; ahora lo hace para aceptar y someterse; no por resignación, sino por humilde contemplación. Pese a todas sus protestas, él siempre conservó su fe en la cercanía de Dios. Su queja y su protesta nunca fueron mayores que su esperanza y su confianza.

El primer paso que dio Job para salir de su hundimiento fue su sincera rebeldía; después se solidarizó con el dolor ajeno; ahora da el salto definitivo aceptando el poder y la libertad de Dios. Desde el dolor supo encontrar a sus hermanos y a Dios. (40, 4-5; 42,2-6).

El tema de fondo que nos plantea el libro de Job es cómo se puede creer en Dios desde el sufrimiento del inocente que se rebela y lucha por salir de su dolor. Se trata de orar a Dios desde la rebeldía, pero respetando su misterio. A Dios le gusta que le protestemos de nuestros males con tal de que nos dirijamos con toda sinceridad a él, sin hacerle responsable de nuestros sufrimientos. Él sabe el por qué y para qué. Démosle un voto de confianza.

Job nos dice: Ve, y protesta como yo. No huyas de Dios. Enfréntalo. Sincérate con él, lucha con él…, hasta que se presente frente a ti, te apabulle con su sabiduría, y termines conociéndolo de forma nueva. Verás cómo entonces todo cambia.

En el proceso de revelación progresiva, pocos siglos después Jesús completará la imagen de Dios como misterio de amor…

Job

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