Los Olvidados del Mundo

En el ir y venir por las comunidades uno se depara con situaciones que dan que pensar y que muestran la capacidad de aguante del ser humano, especialmente de aquellos que menos tienen y que muchas veces no les queda otro remedio que agarrarse a un clavo ardiendo para poder encontrar una salida a la situación de necesidad por la que pasan.

Son los olvidados del mundo, aquellos de quien muchos se aprovechan para engordar las cifras, pero que a la hora de la verdad pasan continuas necesidades y son ignorados por una sociedad que, movida por la ley del mercado, no quiere saber nada de quien no produce lo que ella espera.

Estoy hablando de gente que vive en un campamento del Movimiento Sin Tierra, que después de ocho años de espera no tienen nada, perdidos en medio de ningún lugar, en unas “casas” construidas por ellos mismos, sin luz, sin agua… olvidados por un gobierno que destina el dinero de la agricultura, que no es poco, a los grandes productores y se olvidan de una reforma agraria que no deja de prometer cuando se avecinan las elecciones.

Cuando pienso en las periferias, de las que tanto le gusta hablar al Papa Francisco, mi pensamiento me lleva a estos lugares, a estas personas. Reconozco en ellos la presencia de una semilla de esperanza en un mundo mejor, pero al mismo tiempo percibo que falta mucho para que la propuesta de Jesucristo se haga realidad. Como misionero me pregunto cuáles deben ser los pasos a seguir, cómo ayudar a esta gente a luchar por sus derechos, cómo ofrecer una salida para una situación que se prolonga en el tiempo y para la que no se ve una solución a corto plazo.

Celebrar la eucaristía en medio de la oscuridad, a la luz de una vela y del Cirio Pascual me lleva a pensar en cómo esa Luz de Dios quiere iluminar lo que el mundo pretende esconder. Pensar en el texto del evangelio del cuarto domingo de Pascua en el que Jesús se presenta como el que viene para que todos tengan vida en abundancia, me hace descubrir que esa vida en abundancia de la que Él habla, muchas veces es mal entendida por muchos, hasta por aquellos que se dedican a ayudar a entenderlo.

Al final, Dios es alguien que nos coloca delante de interrogantes, que debemos intentar responder para que en esas respuestas la gente pueda encontrar el camino a seguir. No siempre es fácil entender ese lenguaje divino, ni hacer una lectura adecuada de las circunstancias que Él coloca en nuestra vida. No dejamos de ser humanos y, por tanto, limitados, pero aspiramos a ser divinos y, en consecuencia, llenos de vida y felicidad.
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