Aceptar los contratiempos con alegría

Cuando todo va viento en popa y la vida nos sonríe es fácil parecer virtuoso pero cuando se demuestra que uno lo es, es precisamente cuando el viento nos es contrario, cuando surgen dificultades de tipo espiritual o físico. Esto es lo que pensaba ante una pareja que hace pocos días se casaban y se comprometían a serse fieles en la salud y en la enfermedad. Sólo el amor y la virtud pueden hacer inquebrantable el compromiso.

Y es que la vida no es nunca rectilínea. Siempre se encuentran subidas y bajadas como en nuestros paisajes. Y lo que a uno lo hace feliz es precisamente saber afrontar y aceptar las dificultades buscando soluciones juntos. La actitud del avestruz es la más peligrosa y los silencios, son en el caso de la convivencia, de lo más pernicioso.

Yo durante la ceremonia de la boda de estos jóvenes, que quiero, le pedía al Señor que les concediera la capacidad del diálogo abierto y sincero cuando surja entre ellos un problema. Que sepan compartir los contratiempos que aparecen en toda convivencia humana. Y que nunca se cierren a un mutismo destructor de su proyecto de amor.

También ayuda a vivir feliz una buena dosis de humildad, esta virtud que nos mantiene en nuestro lugar, que no nos hace pensar que somos los mejores, que siempre tenemos razón y que nunca nos equivocamos. Siempre me ha encantado leer en la Biblia la actitud de David, que siendo pecador, supo reconocer sus errores. Saber perdonar es también algo que serena el espíritu y nos llena de alegría. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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