Creo en el ángel de la guarda
Todos los corresponsales de los periódicos querían entrar en el país para informar sus lectores. Nuestro intento de entrar en Irak era muy distinto: Queríamos visitar a nuestras hermanas y reconfortarlas ante la eminente tragedia que se les avecinaba. Ni ellas ni la mayoría del pueblo tenía arte ni parte en el drama que dentro de pocos días caería sobre sus cabezas.
El caos organizado ante el mostrador de la compañía aérea Iraquí Airwais era de pronóstico. Entre aquel hormiguero, se nos acercó un señor que en perfecto francés, nos preguntó: "¿Hermanas ustedes quieren viajar a Bagdad?, no se preocupen, yo también quiero viajar allí. Quédense acá o mejor vayan a sentarse pues todavía queda mucho rato para que atiendan al público. ¿Tienen ustedes la reserva de los billetes?". Sí la tenemos, respondimos, pero no logramos tener la confirmación de los mismos en Beirut. "No importa quédense sentadas ahí y cuando empiecen a ver movimiento en el mostrador acérquense a esta parte".
Estuvimos aguardando cuatro buenas horas y en cuando vimos que se encendían las luces del mostrador, y antes de nada, un señor nos llama: "Sisters, ahí tienen sus tiquetes. Pasen a la puerta tal".
Mientras aguardábamos que nos llamaran miramos por todas partes a ver si veíamos al amable señor, nada; subimos al avión, nada; al bajar del avión, nada. El señor en cuestión había desaparecido.
Jamás he tenido una certeza y sensación tan fuerte de que el Señor en cuestión era el ángel de la guarda, sin alas, que Él nos había puesto en el camino para que pudiéramos ver a nuestras hermanas, que después de algunas peripecias llegaron en masa a recibirnos al aeropuerto de Bagdad. Era el día 21 de noviembre día de nuestra fiesta patronal. Texto: Hna. María Nuria Gaza.