“Sh’ma Israël”. Estas palabras del libro el Deuteronomio eran y son todavía hoy de gran importancia para el pueblo judío:“Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu mente todas las cosas que hoy te he dicho, y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes, y cuando te levantes. Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente, como señales, y escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa” (6,4-13).

De tal forma estas palabras son de suma importancia para ellos que en el umbral de las casas de los judíos creyentes, las encuentras escritas. Escuchar tiene un carácter mucho más profundo que oír. Escuchar implica poner atención o aplicar el oído para oír lo que se te está diciendo, a diferencia de oír que es percibir con el oído los sonidos exteriores sin prestar atención a los mismos.

¿Será que todos los judíos escuchan con atención estas palabras de Yahvé o algunos más que escuchar las oyen como aquel que oye llover? En todo caso el Señor sí que escucha las súplicas de los hombres afligidos. De ello estaban seguros los autores de los salmos: “El Señor me protegerá en su tienda al día del peligro” (Sl. 26, 5). “Bendito el Señor, que escuchó mi voz suplicante, en él confía mi corazón; me socorrió, y mi corazón le canta agradecido” (Sl. 27, 7). Y así podríamos citar muchos más. Texto: Hna. María Núria Gaza.