José, el magnánimo

La historia de José, hijo de Jacob, que nos relata el Génesis (37-42), es un hermoso relato que nos invita a reflexionar. José vendido por sus hermanos, por envidia, a unos mercaderes que iban a Egipto, por treinta monedas de plata, porque era el preferido de su padre. Allí fue vendido a Putifar funcionario real. Todo le iba bien a José hasta que la mujer de Putifar se enamoró de él porque era muy apuesto y al negarse a las propuestas de la mujer ésta se vengó acusándolo de modo que José fue encarcelado. Allí interpretó los sueños de dos presos servidores del faraón que se cumplieron como él había predicho.
Cuando el Faraón tuvo un sueño que nadie sabía interpretar José fue llamado para que aclarara al Faraón su sueño. El sueño del Faraón era que iban a llegar al país siete años de una gran abundancia y siete de una gran hambruna. Al ver éste la clarividencia de José lo nombró lo que podríamos llamar primer ministro. José todo lo dispuso con gran acierto.
Al llegar los años de hambre todo Egipto tenía el trigo necesario. José vendía trigo a los egipcios y a los extranjeros que acudían en busca de víveres en este país. En Canaán también había una gran hambre y Jacob mandó a sus hijos a comprar trigo a Egipto. Así llegaron los hermanaos de José cuando estuvieron en la presencia de José los reconoció al instante. Él sin darse a conocer y para cerciorarse de que Benjamín, el hermano menor estaba vivo busco una estrategia: Que volvieran a Egipto con su hermano Benjamín.
La historia continua y los hermanos regresan a Egipto en busca de trigo sin el menor. José ya no pudo disimular más y se dio a conocer. Y ahí es cuando se desvela la magnímidad de este hombre que en vez de recriminar y vengarse de sus hermanos los abraza y ve en todo lo ocurrido el querer de Dios.
Estas páginas de la Sagrada Escritura nos ofrecen una buena reflexión. ¿Somos capaces de ver el querer de Dios en los acontecimientos que a primeras nos parecen adversos? Es decir, ¿sabemos interpretarlos como dice el dicho popular que Dios escribe recto en renglones torcidos? Y, cuando nos encontramos con personas que nos han ofendido, ¿deseamos hacerles pagar el mal que nos han hecho o por el contrario sabemos ser indulgentes con ellos? Dios es rico en misericordia, ¿seremos nosotros severos con nuestros semejantes? Texto: Hna. María Nuria Gaza.