La alegría de amar

Love
Nuestra vida está llena de sorpresas, a veces las disfrutamos más y otras veces menos, en ocasiones, las esperamos aunque no desaparece ese tono de fascinación que hace que disfrutemos las cosas. En determinados momentos somos nosotros lo que procuramos una sorpresa para los otros. Lo cierto es que todo lo que realizamos nos ayuda a seguir construyendo, caminando y sin duda dándole vida a la alegría y a todo lo positivo que llevamos dentro.

Decía Juan Pablo II “Hagas lo que hagas, hazlo con alegría. Entonces haces el bien y lo haces bien”. Todo depende de la actitud con que nos situemos frente al mundo, al grande y al pequeño mundo, a todo lo que nos envuelve, al círculo de amigos, familia…

La alegría hace que estemos bien, que nos sintamos bien con nosotros mismos, provoca felicidad en los demás. Despierta del “letargo” de la costumbre… para apreciar con ojos muy abiertos que cada día puede ser distinto y que sin duda, tiene cosas buenas, como el sonreír y afrontar las dificultades. Sin duda, la vida tiene momentos difíciles que van llegando pero si se saben afrontar con entereza, todo cambia de color.

En la carta a los Filipenses se nos dice “Estad siempre alegres en el Señor”. Una característica de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento, ya que se basa únicamente en el amor. El Señor viene a darnos la alegría, es decir, la alegría de amar. Y si realmente poseemos la alegría por el amor estamos reafirmando que “hay mayor felicidad en dar que en recibir” (Hch. 20, 35). Texto: Hna. Conchi García.
Volver arriba