Un café, un compartir…

Café
A veces lo que menos te esperas es lo que más te sorprende y te llena. Llevaba días intentando quedar con una amiga antes de finalizar el año pero no lográbamos encontrar el momento. Ya habíamos quedado en que nos veríamos al iniciar el año, cuando justamente el último día, en vísperas de nochevieja, me envió un mensaje por si podíamos vernos un momento, iba con prisa pero alcanzaríamos a tomar un café rápido, lo que nos permitiría vernos. Esa era la idea pero aquél café se convirtió en un compartir, en un clima de confianza donde el corazón se abre y se comparte aquello que nos preocupa, que nos está haciendo sufrir, que nos duele, que toca nuestra humanidad y donde brota alguna lágrima que también nos hace respirar de otra manera, coger aire para seguir la ruta.

El reloj se detuvo, el café se enfrió pero nos encontramos desde lo que somos, hubo un compartir profundo, bonito, inesperado pero recibido y ahora llevado a la oración. En aquél encuentro, sin duda que fuimos tres, porque el Señor se hizo presente, tocó nuestros corazones, desde la fe, Él nos acompaña, nos abraza. Aquél café tuvo gusto a la vida misma, a veces no está tan dulce como nos gustaría pero sé y pude comprobar mucho más de ella, que mi amiga es un regalo para su familia y también lo es para mí, que es una gran mujer, alegre, luchadora, siempre mirando hacia adelante con optimismo aunque duela el corazón, aunque las preocupaciones no le falten, siempre preocupándose por los demás, dándose continuamente, una esposa enamorada, una madre, una mujer fuerte y de fe. Al finalizar aquél encuentro, nos dimos un abrazo de los que sientes que son de verdad, donde acoges a la otra persona, donde te animas a seguir caminando con esperanza.

Agradezco al Señor esta experiencia vivida y compartida con ella, que me lleva a tenerla más presente y a su familia también, más en la oración, a dar gracias por lo que son.

Señor, ayúdala y ayúdales en este hoy de sus vidas, donde a veces cuesta que salga el sol. Sé para ella y su familia su fortaleza y confianza para vivir el hoy. Y te pido, que nos siga regalando su sonrisa, que siga brillando y haciendo tanto bien. Te doy gracias por lo que es y la vida que nos transmite y sabe compartir. Gracias, por el regalo de su presencia en mi vida. “Señor, en ti está la fuente viva y tu luz nos hace ver la luz” (Sal 35,10)Texto: Hna. Ana Isabel Pérez.
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