El temeroso Nicodemo

En el evangelio de San Juan aparece por tres veces el nombre de Nicodemo. Es un fariseo, dirigente de los judíos que va al encuentro de Jesús, de noche, por miedo a ser visto del resto de los fariseos. Debía estar intrigado por lo que se contaba de Jesús. Él quiere hablar con este Jesús que entusiasma al pueblo, quiere oír directamente lo que dice para hacerse una idea clara. Hay que recalcar que va de noche. La noche es oscura no se ve claro. Nicodemo tampoco ve claro lo que cuentan sobre este profeta. Va en busca de claridad.

Jesús le dice que para ver el reino de Dios hay que nacer de nuevo pero no como entiende Nicodemo que hay que entrar otra vez en el seno de la madre sino nacer de nuevo por el Espíritu. El capítulo tres de Juan no narra como terminó esta entrevista. Pero en todo caso una transformación se realizó en el interior de este fariseo que se acercó a la luz y esta luz iluminó su mente.

Volvemos a encontrar a Nicodemo en el capítulo siete. En este texto vemos a los sumos sacerdotes y los fariseos determinados a condenar a Jesús. De todo el sanedrín el único que habla en favor de Jesús es Nicodemo diciendo: “¿Es que nuestra ley permite condenar un hombre sin antes haberlo escuchado?”. En esta ocasión ya no tiene miedo de decir lo que piensa, y que el proceder de los sumos sacerdotes y los fariseos es injusta. Sus palabras opuestas a todo el grupo le valen la burla de sus colegas: “¿Es que tú también eres galileo?, estudia las escrituras y verás que no sale ningún profeta de Galilea”. Le tratan de ignorante. No soportan a nadie que se oponga a sus ideas. Es posible que desde aquel momento Nicodemo no gozara del aprecio de sus correligionarios.

Por último en la narración de la sepultura de Jesús (Jn 19, 38 ss), encontramos de nuevo a Nicodemo junto a José de Arimatea, otro discípulo secreto de Jesús, por miedo a los judíos. El evangelista relata que Nicodemo trajo una mezcla de mirra y áloe. Estos dos hombres que antes tenían miedo de los judíos, ahora se muestran abiertamente junto al cuerpo inerte del Maestro. El miedo dejó paso al valor. Conocieron a Jesús, le amaron y por ello ahora están junto a él en el momento de su sepultura. Que tampoco nosotros nos avergoncemos nunca de ser discípulos de Cristo.Texto: Hna. María Nuria Gaza.
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