Histórico mea culpa del Episcopado alemán a los 75 años del fin de la II Guerra Mundial Los obispos alemanes admiten que fueron "cómplices" del nazismo

Los obispos alemanes admiten que fueron "cómplices" del nazismo
Los obispos alemanes admiten que fueron "cómplices" del nazismo

"Tanto en septiembre de 1939 como después, los obispos alemanes no protestaron abiertamente contra la guerra de exterminio nacionalsocialista", admite el informe, presentado con motivo del 75 aniversario del fin de la II Guerra Mundial

Los obispos apenas reaccionaron frente a "los escandalosos crímenes contra aquellos que fueron discriminados y perseguidos como 'extranjeros', especialmente los judíos"

"Dado que los obispos no se opusieron a la guerra con un claro 'no', sino que fortalecieron a la mayoría de ellos la voluntad de perseverar, se hicieron cómplices de la guerra". 75 años después del final de la II Guerra Mundial (se cumplen el 8 de mayo), la Iglesia alemana ha publicado un detallado informe sobre su actuación durante el nazismo, en el que admite su apoyo o, como mucho, su silencio, ante las atrocidades de Hitler.

"Tanto en septiembre de 1939 como después, los obispos alemanes no protestaron abiertamente contra la guerra de exterminio nacionalsocialista", admite el documento, de 23 páginas, titulado 'Las palabras de los obispos alemanes para el 75 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial', en el que se admite, con dolor, que los obispos apenas reaccionaron frente a "los escandalosos crímenes contra aquellos que fueron discriminados y perseguidos como 'extranjeros', especialmente los judíos".

El texto fue presentado por el presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Georg Bätzing, quien admitió un "vacío en la memoria, y en el reconocimiento" de las víctimas del nazismo. A la presentación también asistieron el obispo de Hildesheim, monseñor Heiner Wilmer, presidente de la Comisión de Justicia y Paz y Christoph Kösters, un historiador de Bonn, que participó en la preparación del texto.

Soldados alemanes en la II Guerra Mundial



Bätzing señaló que el 8 de mayo de 1945 fue "un día de rendición", derrota para los alemanes, un momento en que tuvieron que sufrir las consecuencias de la guerra, el hambre, pero sobre todo la expulsión y la fuga de los territorios orientales del entonces Reich alemán. Por otro lado, junto con la creciente distancia del tiempo, los alemanes entendieron cada vez más que el 8 de mayo "es el día de la liberación: la liberación del flagelo de la guerra, la opresión nazi y los asesinatos en masa".

"Nos sentimos avergonzados"

“Se han revelado algunas cosas que dan lugar a una gran gratitud, pero algunos problemas nos hacen sentir avergonzados”, explicó, haciendo referencia al camino emprendido durante estas décadas por la Iglesia alemana. “La guerra y sus víctimas, pérdidas y deficiencias, culpa y vergüenza han dado forma a muchas familias durante generaciones. Los obispos alemanes también han experimentado este estigma. Es por eso que, desde 1945, han analizado repetidamente y críticamente el nacionalsocialismo y sus consecuencias. Esta reflexión fue a menudo dolorosa porque además del reconocimiento para las víctimas, tenía que ser una cuestión de culpa y fracaso “, se lee en el texto.

La parte más dura es la dedicada a la "actitud de los obispos católicos en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial”. En ella, se recuerda que, tras el ataque a Polonia, comenzó una “guerra de exterminio” ideológica durante la cual tuvieron lugar innumerables crímenes, deportaciones y asesinatos de la intelectualidad polaca, incluido el clero católico. Casi dos millones de polacos fueron llevados para trabajos forzados a empresas alemanas, incluidas muchas instituciones de la Iglesia Católica en Alemania.

Obispos católicos haciendo el saludo nazi



Los obispos señalan que, a pesar de la distancia interna al socialismo nacional y, a veces, incluso de la hostilidad abierta, la Iglesia católica en Alemania era “parte de la sociedad en tiempos de guerra”, y que hubo pastores de divisiones, capellanes militares y en prisiones activos en su ministerio pastoral, y que decenas de miles de monjas cumplían su “deber patriótico”, especialmente en los hospitales. La vida cotidiana en la guerra, tanto en el frente como en el “frente interno”, mostró innumerables casos de apoyo pastoral y humano positivo, así como acciones vergonzosas.

La guerra, "una cruzada"

Los obispos recuerdan que, con la invasión alemana de Polonia, que era contraria al derecho internacional, los obispos se enfrentaron a la pregunta de cómo deberían reaccionar ante la guerra. Después de la experiencia de la Primera Guerra Mundial, mostraron una moderación clara en sus sermones y cartas pastorales. Sin embargo, alentaron a los soldados y fieles a ser leales, obedientes y cumplir con sus deberes en un espíritu de sacrificio y sacrificio. Aunque las declaraciones de los obispos individuales fueron matizadas, “la melodía fue la misma”. Solo el obispo de Berlín, Konrad von Preysing, renunció a este tipo de apelación y habló sobre un “momento peligroso” y señaló formas de lidiar con la amenazante “realidad de morir”.

En el informe se recuerda cómo después de la ocupación de Francia, todas las campanas católicas sonaron en el Reich, mientras el ataque a la Unión Soviética se denominó como (esto nos traerá recuerdos en España) "la cruzada contra el bolchevismo impío”, lo que dio una justificación religiosa a la contienda, algo similar a lo sucedido en España durante la Guerra Civil.

La campana de Hitler



"El sufrimiento de los demás no se tuvo suficientemente en cuenta. Tanto en septiembre de 1939 como después no hubo protesta abierta de los obispos alemanes contra la guerra. Y también contra crímenes monstruosos contra otros, discriminados y perseguidos como “racialmente extranjeros”, especialmente contra judíos. analiza el documento, que apunta que los obispos -y no todos- sólo se atrevieron a condenar los actos de eutanasia contra los discapacitados.

El episcopado de los tiempos del nacionalsocialismo era institucionalmente demasiado débil para mostrar una línea común fuerte. “El hecho de que el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Adolf Bertram, bloqueó el cambio de rumbo a pesar de las experiencias cada vez más dramáticas e insistió en continuar con la política del tratado, hizo que la Conferencia Episcopal no pudiera actuar en el momento en que el régimen decidió en 1941 destruir el judaísmo", se lee en el texto.

“Hoy, estamos tristes y avergonzados de mirar a las víctimas y a aquellos cuyas preguntas existenciales no han sido respondidas adecuadamente en el espíritu de fe frente al crimen y la guerra. A medida que pasan los años, es particularmente vergonzoso que durante mucho tiempo no se haya prestado suficiente atención al sufrimiento y a las víctimas de los demás", concluye el documento.

Los vínculos entre la Iglesia católica y la Alemania nazi

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