EL GRAN SILENCIO: tres horas de Dios y dicha

Con guión, dirección y realización única de Philip Gröning, que ya en 1984 había pedido a la Orden de los Cartujos permiso para rodar, pero que sólo pudo hacerlo realidad veintiún años después. Viviendo allí varios meses como un monje, nadie más intervino: la cámara, la grabación de sonido, todo, lo realizó personalmente Philip hasta conseguir está maravilla de película galardonada en varios festivales.
Todo es tan simple en esta película, tan auténtico, tan mágico que es muy difícil destacar escenas. No hay un guión dramáticamente construido: se trata de un caleidoscopio de pequeñas escenas sin conexión que, girando como noria, avanzan y retroceden, sorprenden y reiteran. Es curioso: nadie se movió de su asiento en las tres horas. Todos salimos conmovidos. Sobre todo porque la media hora última nos divertimos con los monjes que, saliendo a la nieve en parejas (debía ser domingo porque en ese día disfrutan de recreación para celebrar el día de la resurrección de Cristo), se deslizaban como niños juguetones por la falda de aquellas impresionantes montañas que rodean el monasterio.
Y, en los últimos minutos, el testimonio impactante de un fraile ciego que, como hablando consigo mismo, nos acercó una inolvidable lección de fe, de confianza absoluta en el Señor. Por favor, si alguno consigue el texto de este soliloquio, que me lo haga llegar, que prometo publicarlo en este blog.
Para terminar os sugiero un texto de José Moreno Villa titulado Meditación. Pulsad aquí.