¿Por qué tradicionalmente solía besarse el pan cuando caía al suelo? Porque se le sentía un poco como don de Dios, altar de su presencia. Cuando pedimos a Dios, en el Padre Nuestro, "nuestro pan de cada día", estamos confiando en su amor y esperamos que descienda, como maná providente, a nuestras manos desde las Manos del Padre.
Se escucha también aquello de que "los hijos vienen con un pan bajo el brazo". De nuevo se espera de Dios su bendición para el recién nacido. Que no le falte nada necesario para la vida y su felicidad. Que no le falte el pan.
Se pensaba que, como el pan engorda, había que eliminarlo de una dieta sana. Pues parece que no. No sólo no desaparecen las panaderías, sino que ahora se convierten en "boutiques del pan", presentando labores más sanas (con más fibra, por ejemplo, con menos sal...), más nutritivas (de harina de soja, quizás), más sofisticadas en sabores, temperatura de cocción, etc.
EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA
Eladio Caballero (Tomelloso 1930-2000), como es conocido, a diferencia de algunos poetas de su generacìón de mediados de siglo, vivió unos primeros años difíciles, teniendo que ganarse el pan en trabajos del campo y albañilería, como aprendiz primero y oficial después. Totalmente autodidacta, apenas pisó la escuela, pero fue adquiriendo una amplia cultura. Su poesía es social, pero no porque se acerque generosamente al mundo de los marginados, sino porque él mismo era un hombre sencillo y bueno que escribía, con autenticidad y emoción, sobre sus propios dolores y alegrías, y las de sus compañeros.
De libro "Recordatorio" (1961) escogeremos, para el recital de hoy, un extenso poema de gran belleza y expresividad. El lírico manchego deposita sobre la mesa un pan, como una reliquia, como un arcoiris, como una zarza ardiendo, y nos invita a la adoración, al asombro:
EL PAN
Poned el pan sobre la mesa,
contened el aliento y quedaos mirándolo.
Para tocar el pan hay que apurar
nuestro poco de amor y de esperanza.
Mirad que el pan, entre el mantel,
más blanco que el mantel de hilo blanquísimo,
tiene, como señales de su hornada,
el último calor que no da el sol al trigo.
Mientras que nos invita,
mientras que da su premio conmoviendo
de dichosos temblores nuestras manos,
podemos merecer el pan de hoy.
Poned el pan sobre la mesa,
al lado de los vasos de agua sensitiva,
por donde el sol se posa mansamente
cribando luminosos los pequeños insectos
que encuentra en esa anchura que le da la ventana.
Ved que el pan es muy amigo de los niños y de los pájaros,
con sus blancas miguitas que se esparcen pequeñas,
en donde se atarean los pobres gorriones
y las palomas zurean y aletean
en la tranquilidad de las plazas y de las fuentes,
las mañanas limpias y soleadas,
cuando están los relojes diligentes, atentos,
porque las campanadas suenan muy dulcemente.
Ved que el pan es rugoso y recogido
y tiene los colores más humildes,
y puede compararse a todas las virtudes
y hasta a los cabellos blancos y piadosos de un anciano.
Poned el pan sobre la mesa,
junto al vaso de agua...
en esos momentos los que amamos pueden llegar,
pueden llegar empujando las puertas y quedarse maravillados,
porque el pan es el mejor recibimiento
cuando los que queremos llegan a nuestra casa.
Para pensar en la mujer que amamos,
estando a solas reencendiendo su recuerdo,
el pan purifica el sobresalto y el remordimiento,
y podemos pensar en nuestros hijos
y elegirles los mejores, los más bellos juguetes,
y el pedazo de pan con la sonrisa torpe
del padre que quiere besar y abrazar mucho a su hijo
y no sabe de qué modo tocarlo.
Ay, también, los mendigos
con las manos extendidas a nuestra caridad,
que es lo mejor de ellos y de nosotros.
Mujeres
que tienen muchos pobres hijos pobres,
que los ojos les brillan mucho y los pómulos les escuecen,
que los cabellos se les enredan de bajar y subir hijos
del suelo.
Y porque los criminales y los renegados
aman el pan y a sus madres,
y porque los suicidas nunca cruzan los trigos,
y porque casi nadie lo mira sin llorar
a la hora de tener que confesar las culpas.
Poned el pan sobre la mesa,
junto al vaso de agua;
ponedlo con solemne esmero sobre la mesa
por ese sitio donde el sol dora el mantel, hilo a hilo,
y decid a los vuestros que se sienten
a rezar el Padrenuestro
de la comida en paz.