San Valentín 4. Alguien ACARICIA mi vida CON TUS MANOS




La imagen que preside el post de hoy, "La catedral", del genial escultor Rodin, señala, con amor y espiritualidad, el tema de hoy: las manos. Una pareja acerca sus manos y edifica con su confianza y su cariño un Templo al Dios del Amor. Pero iniciemos el viaje con unos textos del sexólogo doctor Gerard Leleu que, en su extraoridinario ensayo "Las caricias" (Plaza y Janés 1997) reserva un sugerente espacio a ensalzar la belleza, la ternura, de unas manos humanas encendidas de amor. ¿Por qué no asomarnos ya al paisaje lírico del sexólogo poeta Leleu?:

LA MANO DE UNA MUJER

La mano de una mujer... ¡Oh, la mano de una mujer! Todo su ser, la feminidad y el amor están encerrados en ella. Sería posible –por ternura, por deseo, por admiración, por gratitud– adorarla durante horas e incluso días.

Es el objeto más hermoso hecho por el Creador. Se la podría hacer girar una y otra vez entre los dedos sin cansarse de ella, porque se trata del objeto de arte más bello, de la joya más preciosa imaginable. Además, también posee vida propia. Es un animalito ágil, aéreo, saltarín y escurridizo, salvo por la mano del amante, que la «pide» y a quien se le «otorga».


Es la que dispensa la turbación y el placer, la que hace surgir con destreza, en cada centímetro cuadrado de piel, notas cristalinas, la que se adueña de los secretos de los sexos y los explora con delicadeza infinita. Es la que da el amor y la ternura: afirma, confirma, apacigua, reconforta. Habría que postrarse ante ella, cubrirla de besos religiosos, rozarla respetuosamente. Ahora bien, el deseo está muy próximo a la devoción, y la apetencia es vecina del agradecimiento. De ahí surge el irresistible anhelo de apretarla, de besarla apasionadamente, de devorarla. La solicitud se apresura. Después de este desbordamiento imposible de controlar, el amante puede refinar sus atenciones.


Se inicia el refinamiento, acariciando y besando despaciosamente el dorso de la mano, su palma después... Pero esto es materia de otro post...


"LAS MÁS HERMOSAS MANOS ESTÁN SOBRE MI CUERPO..."



Una mujer, Juana Castro, ha escrito los siguientes apasionados versos. Pareciera que transcribe en estrofas líricas la exquisita sensibilidad del terapeuta galo:

¡CON QUÉ TINTE...!

¡Con qué tinte, Dios mío,
de qué árbol que yo no conocía
le brotaron las manos! Tocarlas,
lamerlas, estrecharlas, de uno en uno
morder sus cinco dedos,
mirarlas y pensar:
Las más hermosas manos
están sobre mi cuerpo. Me acarician.
Ahora ya soy sagrada.


"EN MI MANO TU MANO Y EN TUS OJOS MIS OJOS..."



Ahora vamos a leer unos versos del filósofo poeta vasco Unamuno. Casado con Concha Lizárraga en 1891, publicó en 1928, dentro de su diario existencial "Canciones", el siguiente poema fechado en el destierro, donde, con lírica modernista, se dirige tiernamente a Concha anunciando, con valor y fe, el final de la tarde y el final de su tiempo (tenía 64 años):

EN MI MANO TU MANO...

En mi mano tu mano y en tus ojos mis ojos,
el camino se acaba, va poniéndose el sol.
Se nos va a abrir la noche y a cerrar la posada,
se me rinde de sueño tranquilo el corazón.

Los días que vivimos me vuelven con las nubes,
me traen de mis mañanas el infantil verdor,
y en la cumbre del monte donde se apaga el día,
se me enciende la estrella de la última ilusión.

En mi mano tu mano y en tus ojos mis ojos,
se me acaba el camino, va poniéndose el sol;
mañana cuando nazca de nuevo la mañana
del seno de la noche nos ha de nacer Dios.


"YO NO ME ATREVO A TOCARLAS..."



José Bergamín, contemplativo, observa, admira, adora, como Leleu, las manos de su esposa. Y no se atreve ni a tocarlas, pensando en otras Manos...

ESTOY MIRANDO TUS MANOS...

Estoy mirando tus manos
desnudas como tu voz,
viendo que tienes en ellas
el alma y el corazón.

Yo no me atrevo a tocarlas:
no me atrevo, porque yo
siento que estoy en tus manos
como en las manos de Dios.





"ALGUIEN ACARICIA MI VIDA
CON TUS MANOS..."


Me amas toda tú, con tu cuerpo, ternura, pensamientos, fantasías, cuidados… Y en tus miradas, caricias, besos, arrumacos descubro un Tú más hondo, que toda la eternidad me lleva amando… Me siento dichoso y muy especial, porque Dios y tú me queréis entrañablemente. Porque Dios por tus manos, tu voz, tu corazón me sigue protegiendo, acariciando, mimando. Miguel d´Ors saborea y trasciende el amor de su pareja:


ESPOSA

Con tu mirada tibia
alguien que no eres tú me está mirando:
siento
confundido en el tuyo otro amor indecible.
Alguien me quiere en tus te quiero,
alguien acaricia mi vida con tus manos y pone
en cada beso tuyo su latido.
Alguien que está fuera del tiempo, siempre
detrás del invisible umbral del aire.

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