La larga capa roja del Cardenal Cañizares

El pasado 5 de julio se celebró, cerca de Florencia, en la sede central del Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote (fundado recientemente en 1990), la ordenación sacerdotal de dos de sus miembros. Nuestro Cardenal Primado, D. Antonio Cañizares, presidió el acto revestido de ornamentos rojos, con larga capa de unos cinco metros. La escenografía, muy anacrónica para el siglo XXI, ha sido elegida y bendecida por los miembros del Instituto, que la divulgan con entusiasmo en magníficas imágenes, ya que corresponde a su espiritualidad, de estilo muy tradicional, que les lleva incluso a la celebración hoy de la misa tridentina de San Pío V.

Personalmente, me cae bien la belicosidad de Don Antonio hacia opiniones y situaciones de acoso a la fe cristiana. Quizás él mismo, a la vista de estas fotografías, se haya sentido utilizado. Pero hay que reconocer que, después del Vaticano II, embarcarse en ordenaciones de tufo preconciliar no beneficia a una iglesia que, desde una encarnación comprometida, intenta evangelizar al hombre de hoy.



Para reírnos un rato y pensar otro ratito más, ahí os va un simpático poema posconciliar del imprevisible Lorenzo Gomis. Se me confunden sus versos con medievales voces, ingenuas y libres, de buen amor:

UN CARDENAL LLEGA AL CIELO

El señor cardenal, de púrpura encendida,
subía del abismo buscando mejor vida.

Traigo cánones nuevos en perfecto latín,
confiaba jovial a un monseñor pillín.

Pero había en el cielo cola de costureras,
de peones, maestros y chicas casaderas.

En el cielo es domingo ¡cuánta gente, Señor!
San Pedro está ocupado, atiende a un pescador.

Tendrá usted que esperar. Tome asiento, Eminencia.
Es el cielo. Es domingo. Hay que tener paciencia.

Y pasaban las horas y venía la noche.
El cardenal dudaba si reclamar el coche.

El señor cardenal decía para sí:
¿Y ahora dónde iré? ¿Qué haré, pobre de mí?

Y entonces vio una cola que avanzaba de prisa.
No pedían siquiera que hubieran ido a misa.

Los pequeños mostraban la señal en la frente
y entraban en seguida por la puerta adyacente.

Y el cardenal probó, rebuscó en la memoria.
Poco a poco llegó al fondo de su historia.

No siempre he sido anciano. Hace tiempo fui niño.
Yo tenía una abuela. Yo tenía cariño.

Muchos años atrás yo fui niño pequeño.
Rezaba de rodillas. Me caía de sueño.

Ahora que recuerdo, veo luz en mi infancia.
Prefiero ser pequeño que cardenal de Francia.

Beatísimo Padre Pedrito, por favor,
búscame algún rincón en casa del Señor.
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