Un Diccionario para la PAZ (1)

El 20 de octubre se produjo un hecho largamente deseado y que muy probablemente quedará para la Historia, el anuncio de que ETA abandonaba el uso de la violencia armada.

El comunicado, por muchos aspectos, resulta insuficiente para una gran mayoría de personas, pero también es probable que este paso abra una nueva etapa en la vida social de este país, una etapa que tendrá que ser gestionada por diversos agentes sociales, entre ellos el gobierno de España que resulte elegido al mes del anuncio de ETA.

Aunque algunas voces solicitan que el terrorismo no sea una materia de debate electoral esto resulta difícil. La crisis económica, el paro y la vivienda son temas de gran preocupación para la población, pero la paz no lo es menos, a pesar de que las encuestas reflejen un descenso de preocupación social respecto del terrorismo.

Infinidad de analistas se están pronunciando estos días respecto a esa gestión que del anuncio de ETA se puede derivar en el proceso de alcanzar, por un lado una verdadera paz, y por otro la puesta en la mesa de cuestiones políticas.

Non solum sed etiam.
Abordar este tema periodísticamente le permite a uno poder conversar con muchas personas, lo que ayuda a ir formándose uno su propia visión del tema.
La que sugiere este post y una de las últimas que he mantenido, es con Patxi Meabe, director del Secretariado Social Diocesano de San Sebastián. De esa conversación nace la idea de “Un Diccionario para la PAZ”.

La tesis que vengo defendiendo desde hace tiempo es la necesidad de un acto de humildad y generosidad de toda la sociedad, especialmente respecto a generaciones futuras: quienes podemos estar viviendo estos primeros pasos lo hacemos desde unos condicionamientos tales que, a mi juicio, nos inhabilitan para plantear decisiones políticas definitivas. Por eso, en el proceso que yo imagino, lo primero es crear una sociedad que viva en PAZ y LIBERTAD, y eso lleva su tiempo. Y dejemos para futuras generaciones las decisiones políticas.

A nosotros nos toca preparar la tierra, sembrar la semilla y abonarla. Quizá tenga que pasar otra generación cuya encomienda sea cuidar de la “planta” para que crezca sin problemas, evitar las malas hierbas, regarla, mimarla,… y, quizá, tenga que pasar hasta una tercera generación para que el fruto esté maduro y se pueda recoger. Y entonces, solo entonces, a quien corresponda, podrá plantear cuestiones de índole política de envergadura que alteren, desde la libre opción, el panorama hasta entonces conocido.

Por lo tanto, a mi modo de ver, los gestores de la nueva realidad tras el anuncio de ETA, han de poner sus miras más en la construcción de la convivencia que en el modelo político y territorial sobre el que se discrepa.

Haciendo uso de esa nueva terminología en la que se ha acuñado el término de “hoja de ruta”, tras el anuncio de ETA, habría que verificar que ese anuncio responde a un deseo real a través de la disolución de la banda, la entrega de las armas, la revisión de cuestiones penitenciarias que se crearon como medidas preventivas o de presión; paralelamente hay que seguir trabajando en la creación del caldo de cultivo que permita la reconciliación, pedir el perdón, dar el perdón, recibir el perdón; las nuevas generaciones tienen que ir dejando los sentimientos que dividen para los libros de historia y tomar distancia con el pasado hasta considerarlo “historia para no repetir”. Y así podríamos seguir marcando pautas en un camino para recorrer juntos dialogando.
Peeeeero! Para poder dialogar tenemos que hablar “el mismo idioma”, tenemos que saber no solo “lo que las palabras dicen” sino “lo que quieren decir”. Ahí es donde entra la necesidad de construir UN DICCIONARIO PARA LA PAZ.
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