El mal y el pecado original El mal y el pecado original en la pos-realidad (parte I)

La pandemia de covid-19 ha renovado las reflexiones sobre el problema del mal, el sentido de la vida y la realidad de la muerte.  ¿De nuevo se pregunta porque Dios lo permite? ¿Si es un castigo?

Toda la soberbia occidental, de ser omnipotentes participantes del mundo moderno, dueños de la ciencia y de las técnicas más avanzadas, ha caído por un minúsculo virus que ha llevado a una cuarentena dura durante más de un año.

Dios

Sin embargo, nuestro problema principal es: ¿Como adecuar un Dios misericordioso con tantas muertes y dolor provocado por este virus?  Como bien plantea el problema el teólogo Andrés T. Queiruga, estamos en el dilema de Epicuro: “o Dios quiere y no puede eliminar el mal del mundo; o puede y no quiere; o ni quiere ni puede. En ningún caso seria eso coherente con un Dios confesado como bueno y omnipotente.”

Queiruga observa que existen dos planos: i) El mal en sí mismo, como problema del mundo, en cuanto fruto del funcionamiento autónomo de sus leyes. Es la ponerología (del griego ponerós = malo), es decir, el tratado del mal como pregunta universal, previa a toda adscripción religiosa y no religiosa; ii) El de la respuesta particular al problema general. Es una respuesta con sentido, una cosmovisión de fe que se debe justificar dando sus razones. Es el plano de la pisteodicea (del griego pistis = fe) que puede ser religiosa o no religiosa.

Nos interesa una pisteodicea cristiana que debe explicar la coherencia de un Dios amor con el mal en el mundo creado por él. Y debe hacerlo en el nivel histórico que permita la eliminación de los prejuicios acumulados en la larga evolución de este problema.

Para Queiruga, con su visión europea, para explicar la pandemia de covid-19 no es necesario buscar una causa sobrenatural, sea como castigo de Dios, que para muchos no existe, o como maldición del demonio. Porque sabemos que existe una causa concreta que podemos desconocerla, pero no la buscaremos en nada extra mundano.

Sin embargo, admitiendo que los males siempre tienen una causa intramundana, queda el interrogante ulterior: ¿sino seria posible un mundo sin mal? Aquí Queiruga dice que conviene ser conscientes de dos cosas: la primera que la pregunta ha subido de nivel, haciéndose filosófica porque cuestiona el todo del mundo, y la segunda que esta es la cuestión para dilucidar. La posibilidad de un mundo sin mal pasa así a ser la cuestión en disputa.

Queiruga se basa en Liebniz para afirmar que la condición última del mal es la finitud del mundo creado. La finitud es la condición de su existencia.  “Dios no podía darle todo sin hacer un dios”. Y escribe: ”Pensar en un mundo finito sin mal equivale a pensar en un circulo cuadrado o en un hierro de madera. La enorme complejidad del mundo hace que la evidencia no sea tan clara para él como para los ejemplos, porque estos, reducidos a una sola dimensión, abren inmediatamente su evidencia. Pero la razón es idéntica, puesto que radica en la finitud: ella, igualmente válida para el mundo entero que, para la más simple cualidad, es la que genera la incompatibilidad y el conflicto”.

Así el dilema de Epicuro es anacrónico. “Tiene tan poco significado si Dios quiere y no puede crear un mundo sin mal como preguntar si quiere y no puede hacer círculos cuadrados”.

1. Por una visión científica

Sin embargo, en mi visión como científico, desde el punto de vista de las ciencias es más adecuada la explicación que da Teilhard de Chardin que escribe: “puesto que, por razones estadísticas implacables, es físicamente imposible que, a todos los niveles (previvo, vivo y reflexivo) del universo, no aparezca en el seno de una multitud en vías de ordenación una cierta desordenación. En semejante ‘sistema titubeante’ es absolutamente (en virtud de las leyes de los grandes números) que todo proceso hacia la orden tenga que pagarse con fracasos, descomposición, discordancias… el mal, efecto secundario, subproducto inevitable de la marcha de un universo en evolución”. El mal corresponde, pues, estructuralmente a un mundo en evolución. Teilhard pensaba que, una creación instantánea, especialmente del hombre, era un absurdo filosófico.

En el libro “El medio divino” (de Chardin, 1964) escribe: “Luchar contra el mal, reducir al mínimo el Mal incluso el simplemente físico, que nos amenaza, tal es sin duda el primer gesto de nuestro Padre que está en los cielos, de otro modo no es posible concebir ni tampoco amar a nuestro Padre”.

Sequeiros e Casado (2012) citan al teólogo Torres-Queiruga que ha escrito que si Dios es tal como lo describe la teología tradicional, habría que denunciarlo al “Tribunal de la Haya”.

Para de Chardin es necesario distinguir dos fases: dos tiempos en el proceso que termina en la transfiguración (considerando la resurrección de Jesús) de nuestras disminuciones, el primero es el de la lucha contra el mal, el segundo es el de la derrota y el de su transfiguración. Como veremos en la parte II.

Escribe de Chardin: “A lo largo de los siglos es en verdad Dios, de acuerdo con el ritmo general del progreso, quien suscita a los grandes bienhechores y a los grandes médicos de la humanidad.  Es Dios quien anima, aun entre los más incrédulos la búsqueda de todo lo que alivia y de todo lo que sana”.

Sin embargo, no deja de reconocer que estamos en un gran misterio del universo: “El problema del Mal, es decir, la conciliación de nuestras decadencias, incluso simplemente físicas, con la bondad, y la fuerza creadora será siempre, para nuestras mentes y nuestros corazones, uno de los misterios más inquietantes del Universo”.

Siqueiros y Casado aclaran, citando a Monseñor Dupleix, “Se trata ahora, pues de situar el mal en el orden de un mundo creado. Para Teilhard el mal es la otra vertiente de lo múltiple en la que ha sido creado necesariamente el mundo. La hipótesis de un Dios perfecto que no puede crear mas que un ser participado perfecto es una hipótesis gratuita. No es posible considerar el mal-prosigue Dupleix como un accidente improvisto del universo.  El mal es un enemigo, una sombra suscitada por el mero hecho de la creación. En el momento que Dios crea, una terrible tensión se da, de la cual su amor participa”.

Torres Queiruga, (2001) aclara la tensión amorosa de Teilhard, al escribir: “La creación solo tiene sentido como expresión de un amor infinito que desea comunicar su felicidad” y por analogía muestra que, en la paternidad y maternidad responsables, cuando se desea traer un hijo al mundo, se conocen todas los dolores y angustias que el hijo va a tener en su vida, pero con el mismo amor lo acompañaran tratando de disminuir todos los males que le pueda ocasionar la vida. De la misma manera Dios se resiste al mal y nos acompaña siempre en nuestra lucha para resistir el mal y realizar el bien.

Torres Queiruga, en el trabajo antes mencionado, afirma: “Dios consiste en amar (No Zeós agápe estin 1 Jn, 4:8-16) y nos ha creado por amor, todo lo que se opone a nuestro bien se opone idénticamente a él. Es decir, una fe viva comprende por instinto que si hay en el mundo no es porque Dios lo quiera o lo permita, sino porque no puede ser de otra manera: porque resulta inevitable”.

Como podemos observar tanto para Teilhard como para Queiruga el mal no es permitido por Dios, al contrario, como escribe el primero: “Puesto que tenemos a Dios por aliado, estamos siempre seguros de salvar nuestra alma”. Esto tiene graves consecuencias para los cristianos, ellos deben colaborar con Dios en mitigar el dolor, el sufrimiento, la injusticia de nuestro mundo donde existe el mal “común” y deben obrar siempre como el buen samaritano de la parábola (como escribe el Papa Francisco en Fratelli tutti).  Así, no existe la posibilidad de trabajar para tener un poder opresivo, con riquezas y alejados de los pobres que son los que más sufren, como desean algunos grupos de supuestos nacionalistas cristianos.

Teilhard lo manifiesta muy claramente: “Como decíamos al hablar del desarrollo humano, el cristiano se halla más ligado que nadie a la grandiosidad de esta tarea, puesto que a sus ojos la victoria humana sobre las disminuciones (injusticias, opresiones, descarte social  etc.), incluso las físicas y naturales, del Mundo la resistencia sea posible, se alzará el cristiano, él, el hijo del Cielo, tanto como los más terrestres de entre los hijos del Mundo, contra aquello que merece ser apartado.

2.Pueblos primitivos: edén y caída

Adan y Eva

Steve Taylor (2010), un antropólogo, que estudió durante siete años todo lo referente al mito de la caída, sobre lo escrito en la Biblia escribe “El mito Bíblico de la caída se refiere, obviamente, a la transición del estilo de vida cazador-recolector al modo de vida agrícola.  En el principio Adán y Eva vivían de los frutos de los árboles que había en el jardín del Edén, pero, cuando Eva comió del árbol del conocimiento, Dios los castiga a cultivar la tierra para procurar el sustento y dijo a Adán “Ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Gen 17-19). Aquí observamos nuevamente que la caída fue mucho después del mito original de un Adán y Eva creados de la arcilla del mundo.

Y sobre la Caída escribe: “En sí mismo, ese mito constituye otra evidencia de que, en algún momento de la historia humana, apareció un grave problema. Es lo mismo que revelan los vestigios arqueológicos, esto es, que hubo un tiempo remoto en que los seres humanos vivían en armonía consigo mismos y con la naturaleza, en que la vida era mucho más fácil y placentera, y no había guerras, egoísmo, ni temor. Sin embargo, en algún momento perdemos esa condición idílica, la naturaleza humana se corrompe y la vida se llenó de sufrimiento”. Se pasa de un edén a una situación de violencia.

Taylor cita al antropólogo Richard Gabriel que escribe: “Durante los primeros noventa y cinco mil años comprendidos entre la aparición del homo sapiens y el inicio de la Edad de Piedra (hasta el ano 4000 a.C.)  no existen pruebas de que los hombres hayan guerreado entre sí en modo alguno y, mucho menos, en el grado que requiere la violencia grupal organizada. De hecho, existen incluso pocas evidencias de homicidios”.

Respecto de la religión de los pueblos primitivos Taylor explica: “Tanto los cazadores-recolectores como los pueblos hortícolas puros conectaban su actitud hacia la naturaleza y su vida religiosa. Una importante diferencia entre esos pueblos y los que aparecieron posteriormente es que no establecían según parece, diferencia alguna entre la religión y el resto de su vida y tampoco concebían a la divinidad como algo separado como alejado del mundo. Para ellos, el Espíritu- o Dios- habitaba en todos y cada uno de los lugares, algo que obviamente contribuía a que albergasen un profundo respeto por la naturaleza, puesto que la consideraban una expresión del Espíritu”.  

2.1 Monoteísmo de los pueblos primitivos

Fue Wilhelm Schmidt (2014), que, realizando un trabajo excepcional, con tribus primitivas de gran parte de África, Asia, Filipinas, Tierra del Fuego, Australia, Las culturas del ártico (Siberia, Alaska, Canadá) y tribus de USA, Canadá demostró que los cazadores-recolectores tenían una sofisticada idea de Dios como creador, eterno, omnipotente, y bueno, y que esa idea fue adquirida por la experiencia humana. Una divina revelación.  Concordando con la teoría de este escritor (Yunes, 2013). Sin embargo, en culturas mas complejas, como matrilineal, agrícola, patriarcal-pastoral, etc. El concepto de un ser Supremo, Dio, se torna mas o menos degradado y oscuro, con sombras de totemismo, animismo, magia, etc.

Muchos autores trataron de descalificar a Schmidt, por ser un monje ligado a la Religión católica, pero más recientemente, Ciorduan (2013) publicó un libro, em el cual defiende la posición de Schmidt y su enciclopedia de 12 volúmenes, que permite que sus resultados sean testados y falsificados y, sin embargo, todos fueron confirmados por antropólogos y etnólogos. Demuestra, asimismo, los errores de sus críticos.

2.2 La caída

En su libro, ya mencionado, Taylor escribe: “En el año 4000 a.C. la población mundial era reducida, probablemente no superaba los 100 millones de personas. A horticultura se había difundido por muchas regiones de Oriente Medio., Europa, Asia y África del Norte.  Y luego afirma “la diferencia entre los pueblos cazadores-recolectores y hortícolas puros eran mínimas y compartían como rasgos esenciales paz, igualdad social, ausencia de dominación masculina, respeto por la naturaleza y desinhibición sexual”.

Los recuerdos de la pre caída deben haber sido trasmitidas de generación en generación hasta transformarse en mitos o relatos folclóricos. Estos mitos son comunes en todos los pueblos Sahara asiáticos. Sin embargo, existen relatos semejantes en algunos aspectos en los griegos, romanos, indianos, chinos, etc.

Según Taylor la caída fue producto de la desertificación ambiental que produjo una lucha por los alimentos, dando lugar a una explosión del ego individual. Se pueden ver mas detalles en el trabajo de este autor (Yunes, 2017).

Lo que no explica Taylor es que ego explota. En nuestra visión científica siguiendo el pensamiento de Albright y Ashbrook (2001) quienes citan al neurocientífico, Paul MacLean, que identificó una estructura del cerebro que denominó “el cerebro trino”, con tres distintas capas: la reptiliana, la mamaria y la mesocortical o racional.

La camada reptiliana que corresponde a los reptiles, pájaros y bajos mamíferos es importante para la vida, la transmisión y conservación de la especie, pero supone una tendencia muy fuerte a la agresividad, al egocentrismo, a la violencia, al individualismo, y al odio. Este es el ego que ha explotado con la caída y que se ha desarrollado hasta el presente en que observamos que solo 8 familias de hombres blancos concentran mas riquezas que la mitad del planeta 3600 millones de personas.

La camada mamaria que se sitúa en la parte límbica del cerebro es la de la maternidad, y todo lo relacionado a ella: como el cariño, los sentimientos, la emoción. Finalmente, la camada racional se sitúa en la parte del neocórtex del cerebro y corresponde a la solidaridad, la belleza, el arte, la ciencia y fundamentalmente el amor. La contradicción y falta de unidad se produce entre el ego reptiliano y el ego espiritual.

En nuestra interpretación es el ego reptiliano que estaba adormecido por la emergencia del ego espiritual que llevó el hombre a vivir en un estado de inocencia original, en un paraíso de paz, igualdad social, fraternidad y libertad hasta aproximadamente el año 4000 a.C.

Es el ego reptiliano que llevó el hombre, a un grupo humano, por su necesidad vital o por su codicia a rebelarse contra Dios y alimentarse de lo que era de todos, quebrando la Fraternidad que exigía compartir la comida. Ese grupo humano deseaba asumir el rol de Dios para definir que era el mal o el bien.

3. El pecado original en la pos-realidad

El escritor Bíblico del Genesis, conocía el mito de la caída, sabia que su interpretación debía ser diferente por el sentido - como fue el relato bíblico comparado con el relato de la Epopeya de Gilgamesh de Sumeria descubierto en 1849 - lo constata el hecho de que Caín, el asesino de su hermano, construyó una ciudad y le dio el nombre de su hijo Enoc (Gen 4:17). Eso sería imposible si fue hijo de la primera pareja.

El autor Bíblico esta demostrando que con la caída ha iniciado otro orden en el mundo humano, igualmente la comunicación humana sufrió problemas de coherencia, paso a permitir el uso del engaño, la mentira se difundió de tal forma que actualmente vivimos en el tiempo de la pos-realidad, pues el mundo yace en el poder del Maligno, que es el padre de la mentira.

El hombre perdió su contacto con Dios y pasó a necesitar de otra guía, que en su evolución demostró ser la ciencia, sorprendentemente el reconocido científico C.G. Jung (2001) define el numero como el arquetipo del orden que, se ha hecho consciente, y como hoy vemos se levantan las fuerzas del mal no aceptando los datos de la ciencia en su lucha contra el covid-19, teniendo como sus máximas expresiones el expresidente de USA Trump y el actual presidente de Brasil: Bolsonaro.

Rubio (1999) examina las inversiones más significativas de la filosofía de Xavier Zubiri, y de ellas la primera es: “toda verdad envuelve realidad, pero no toda realidad envuelve verdad”. Hay que entender las cosas en su ‘realidad de verdad’ y no en su ‘verdad de realidad’.

La realidad de verdad se hace presente cuando el autor bíblico escribe que Dios dice a la serpiente (que es Satanás) “Yo pondré una enemistad entre usted y la mujer, entre tu descendencia y los descendientes de ella. Este te herirá la cabeza y tú le herirás el calcañar”. La enemistad está establecida entre todos los que están sujetos a satanás y los descendientes de la mujer, en este caso Cristo. ¿Por qué afirmamos que es Cristo? Porque varios textos del Nuevo Testamento apuntan a Cristo como el descendiente de la mujer (Gl4:4). Además, fue Cristo quien derrotó a satanás, al costo de la herida de su calcañar que es la cruz.

La pos-realidad no significa solo que los medios de comunicación de masa, monopolizados por fuertes intereses económicos, y políticos desfiguran o ocultan la ‘realidad’- prácticamente lo que no es publicado no ‘existe’- sino para interpretar los hechos históricos de forma que sea adecuada a una ‘realidad trascendente’.

Taylor, en el libro arriba mencionado, escribe que, en el mito de Adán y Eva, la caída fue mucho después  de que Dios creó el ser humano.

Sin embargo, Lydia Jaeger (2017) denomina estos datos como ‘excentricidades’ del Genesis. Y escribe: “El modelo (se refiere al grupo humano original) explicaría algunas excentricidades en los primeros capítulos del Genesis como la inevitabilidad del incesto si apenas una única pareja humana fuese creada, el origen de la esposa de Caín (OGen4:17), su miedo de ser muerto por otros seres capaces de leer los símbolos (caso contrario, el dispositivo que debía protegerlo sería inútil (Gen 4:14-15) y el hecho de él haber construido una ciudad (4:17)”.

Kidner (1979) profesor por 35 años em el Colegio Teológico de Oak Hill, dedicado al Viejo testamento, piensa que la jefatura de Adán sobre la humanidad se extendió hasta su posteridad y así escribe: “Quizá haya una indicación bíblica de tal situación en la sorprendente impresión de una tierra poblada que dan las palabras y actos de Caín (en Gen 4:14-17)”.

No son ni excentricidades, ni el efecto adámico que se extendió a la posteridad, el autor bíblico fue consciente de la caída y trataba de observar ella desde la realidad de la verdad de un modo simbólico-analógico. Por ello coloca en el Edén el árbol de la vida y el del conocimiento del bien y del mal. Dios solo prohíbe comer de este último. El árbol de la vida era el contacto del ser humano con Dios de manera que pudiera morir sin sufrimiento.

Por eso Juan L. Ruiz de la Peña (1991) uno de los teólogos españoles mas actualizados escribe con toda lógica, ante la imposibilidad de atribuir la muerte por un acto moral: “Una humanidad inocente viviría la muerte de otro modo, no como ruptura, sino como transformación: no como termino brutal de la existencia, sino como pascua, esto es, como paso de la fase transitoria a la fase definitiva del propio ser. El don de la inmortalidad consistiría pues, no necesariamente en la exención de la muerte física, sino en el modo de interpretarla y ejecutarla como emergencia de la gracia y no de la culpa”.

Y adiciona: “Sin embargo, con posterioridad a la Caída, se produjo una separación más acusada entre los individuos, la existencia individual pasó a ser el eje y la base de la vida y, de ese modo, la propia desaparición se convirtió en una terrible perspectiva. Ya no importaba que la comunidad o el resto del universo siguiesen viviendo tras la muerte de la persona, porque lo que más importaba ahora era que está dejaba de existir”.

Oliveira (2019)  apoya esta hipóteses y escribe: “En este escenario, la muerte es compreendida como pena del pecado por causa de su aspecto angustiante, doloroso, brutal y negativo. La muerte pena del pecado es aquella que reina en el mundo de nuestra experiencia, de nuestro sufrimiento, de nuestra soledad, de nuestra existencia vacía y de nuestros presentimientos frente a la misma”.

Siqueiros y Casado (2012), tratando de explicar porque el autor Bíblico relaciona la muerte al pecado de Adán y Eva, escribe: “El pecado interviene en el momento en que el hombre se cierra a la Revelación de Dios y al amor.  Suprime la tensión inevitable que constituye el ascenso hacia la cumbre se repliega sobre sí mismo, se aísla, Se erige en poder, se hace superhombre o se hace Dios. Entonces en situación de pecado, el hombre no es ya en apariencia la imagen de Dios, quedando todo en él misteriosamente unido por la única fuerza de la fidelidad divina, llegando a ser imagen de la muerte, puesto que el pecado en sí, es imagen de la muerte.

Alszeghy y Flick (1966) después de explicar que, de acuerdo con el concilio de Trento que afirma que Adán perdió la justici9a y santidad en que se le había constituido, escribe “La hipótesis que supone la existencia de unos hombres nacidos antes que Adán, verdaderos hombres, pero sin uso de razón, se puede concebir de distintos modos, todos ellos de acuerdo con la fe. Nosotros preferimos comparar a estos pre-Adanes, no capaces de decisiones personales, con los niños bautizados que, mediante la muerte, entran connaturalmente en la posesión personal de aquella vida sobrenatural que ya se le ha dado en el plano óntico. Aquellos pre-Adanes habrían podido poseer ya una orientación intrínseca a la vida sobrenatural., la cual no habría sido impedida por una toma de posición contraria”. En definitiva, están refiriéndose a los pueblos primitivos monoteístas, portadores de una inocencia original por el contacto con Dios y su elevación a ser imagen y semejanza.

Wiersbe (1991) después de destacar que Adán es la figura de quien había que venir, y describe un paralelismo con Jesucristo, Adán vino de la tierra, pero Jesucristo, es del cielo (1 Cor. 15:47) escribe: “Adán fue probado en un huerto, rodeado de belleza y amor; Jesús fue tentado en un desierto, y murió en la cruenta cruz rodeada de odio y horror.Adán era un ladrón, y fue echado fuera del paraíso; pero Jesucristo miró al ladrón y le dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43). En esto coincide con nuestra hipótesis que Adán robo la comida que era destinada para todos y así desobedeció a Dios y quebró especialmente la fraternidad entre los humanos.

Dios les había advertido que, si comían del fruto de ese árbol, ciertamente morirían (Gen 2:17) sin embargo, observamos que no murieron físicamente, sintieron miedo y se ocultaron de DiosOliveira claramente observa que: “En la visión bíblica, vida y muerte no son consideradas realidades meramente físicas, sino que deben ser consideradas en el horizonte de la relación con Dios”.

Por fin, el mismo San Pablo dice en Cor. 15.26; “Ahora, el último enemigo que será derrotado es la muerte”. Evidentemente Dios no puede haber creado un enemigo para el hombre, sino era una necesidad de un mundo evolutivo como bien lo explica Teilhard de Chardin.

3.1 La trasmisión del pecado original

Actualmente es claro desde un punto de vista científico que el pecado original, comocarácter adquirido, se puede trasmitir de padres a hijos como lo afirman Jablonka, Lachmann y Lamb (1992) en un trabajo que define claramente la herencia propuesta por Lamarck.

Se conoce igualmente que, si este carácter adquirido se repite por tres o cuatro generaciones, afectaría el DNA, y puede hacerse genético.

3.2 La universalización de la caída    

La universalización de la caída se puede explicar científicamente por los campos mórficos que fueron descubiertos por Rupert Sheldrake (1996). La idea se inicio en la universidad de Harvard en 1920 sobre el aprendizaje de ratos, y continuó por varias décadas. Los ratos aprendieron a escapar de un laberinto acuático y las generaciones subsecuentes aprendieron cada vez más rápido. Lo interesante es que cuando los ratos aprendieron a escapar mas de 10 veces más rápido en Harvard, cuando los ratos fueron testados en Edimburgo, Escocia, y en Melbourne ellos estaban, más o menos, donde los de Harvard pararon.

Es una especie de consciencia colectiva que resuena entre los integrantes de un conjunto. Así Adán puede significar simbólicamente un grupo de seres humanos o un jefe de ese grupo. Como Schoonenberg (1996) bien lo explica: “Para Israel la comunidad es tan primordial como la persona, pero los particulares no se supeditan a la comunidad, sino que influyen en su destino (Jos 7 y todos los Reyes)”.

Sheldrake (https://www.sheldrake.org/espanol/resonancia-morfica-y-campoos-morficos-una -introducción) explica: “Sugiero que los campos morfogenéticos funcionan imponiendo patrones de actividad que de otra manera serían aleatorios o indeterminados. Por ejemplo, hacen que los microtúbulos se cristalicen en cierta parte de la célula en lugar de en otra, aunque las subunidades a partir de las cuales están constituidas están presentes en toda la célula” agrega “Los campos morfogenéticos no son estáticos, sino que evolucionan. Por ejemplo: los campos de los perros y caniches afganos se han vuelto diferentes de los de sus ancestros comunes, los lobos. ¿Cómo se heredan estos campos? Propongo que se transmitan de miembros pasados de la especie a través de una especie de resonancia no local, llamada resonancia mórfica”.

3.3 Como explicar San Pablo (Rom 5:12-21)

Se trata de un problema teológico que no puede ser abordado desde un punto de vista científico, sin embargo, la idea de la muerte solo en sentido físico debe ser revisada.

4. Sobre el escritor Bíblico

Con estos conceptos el escritor bíblico que escribió el Genesis sabía que su interpretación sobre Adán y Eva era mucho anterior a su época, lo prueba el hecho de que Caín el asesino de su hermano construyo una ciudad y le dio el nombre de su hijo Enoc (Gen 4:17). Sin dudas, no podía construir una ciudad si era uno de los hijos de Adán y Eva. El autor bíblico inspirado empleo la realidad de verdad y no la verdad de realidad.

Lydia Jaeger (2017) denomina estos datos como “excentricidades” del Genesis: “O modelo (se refiere al grupo humano original) explicaría algunas excentricidades en los  primeros capítulos del Genesis como la inevitabilidad del incesto si apenas una único pareja humana fuese creada, el origen de la esposa de Caín (Gen 4:17) , su miedo de ser muerto por otros seres capaces de leer los símbolos, (caso contrario, el dispositivo que debía protegerlo sería inútil (Gen 4:14-15) y el hecho de él haber construido una ciudad (Gen 4:17)”.

Sin embargo, Kidner (1979) piensa que a jefatura de Adán sobre la humanidad se extendió hasta su posteridad y así escribe: “Quizás haya una indicación bíblica de tal situación en la sorprendente impresión de una tierra poblada que dan las palabras y actos de Caín en 4:14.17”.

No es ni excentricidades, ni el  efecto Adámico que se extendió a la posteridad, el autor bíblico observaba la caída, y trataba de observar la realidad de la verdad de un modo simbólico-analógico, como no conocía el desenvolvimiento de la historia humana, mostraba simbólicamente que la ciudad, donde rige el desorden humano, e mas estimuladora del mal por eso la hace fundar por Caín que mató a su hermano,  y simbólicamente coloca una pareja para resistir al mal que era previo a ellos como lo muestra la existencia de la serpiente, que es SATANAS.

Por esta razón Queiruga escribe en el primer trabajo arriba mencionado: “Aunque sea de modo meramente indicativo, conviene mostrar la enormidad de lo implicado en esta dialéctica que cabría calificar de realismo trascendenteRealismo porque aceptando las conclusiones de la ponerologia no desconoce la dureza de la historia ni disminuye en un ápice la común responsabilidad humana. Pero trascendente porque la resurrección, sin interferir en el funcionamiento autónomo del mundo y sus leyes, muestra que la vida humana no se reduce a ellas”. El problema de la resurrección en Teilhard y Queiruga lo analizaremos en la segunda parte.

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