Amigo Joaquín, episcopable (aunque sin alzacuello) como el que más Antonio Aradillas: Obispos con corbata

Joaquín Luis Ortega
Joaquín Luis Ortega

"¿Tienen razón los cristianos que, al menos, dudan, de la legitimidad y provecho del ejercicio de los nombramientos episcopales, haciendo presente, y responsable de ellos hasta al Espíritu Santo?"

"¿Qué hacemos y cómo juzgamos los repetidos consejos "patrísticos" de que "quienes han de regir a una comunidad cristiana, han de ser elegidos por los propios miembros de esta"?"

"Lo de la corbata y del alzacuello es y supone un estilo de ser y de vida. En nuestro caso, el de “ser uno más”. Encarnarse en el medio en el que nos ha corresponde vivir como ciudadanos y como cristianos"

"Sin privilegios divinos o humanos, la corbata es prenda tanto o más pastoral que el alzacuello, los capisayos, los colorines y hasta que el crucifijo de plata enternecida"

"Haber privado al episcopologio hispano del nombre y de la actividad de nuestro amigo Joaquín por usar corbata, fue –y será- una lamentable desdicha de la que la institución eclesiástica habría de mostrase arrepentida"

Lamento con holgura y religiosidad la noticia suministrada con ocasión del fallecimiento del querido colega y amigo Joaquín, compañero en estos ministerios informativos, en la que se subrayaba que un Nuncio de SS. en España le hubiera referido personalmente a él, no haberle colocado en la terna de episcopables por la sencilla razón de que solía llevar corbata y no alzacuello (A los indoctos en materias de hábitos talares extra litúrgicos, les recuerdo que la RAE define tal adminículo como “tira suelta de tela endurecida, o de material rígido, que se ciñe al cuello y que es propia del traje eclesiástico”)

Bien es verdad que eran otros tiempos, aunque no tan lejanos, y que además, y gracias sean dadas a Dios”, eran otros Nuncios … Pero la noticia merece ser contemplada desde perspectivas distintas, todas ellas de relieve en la Iglesia y en el mundo actual, aún sin rechazar todavía la posibilidad de su restablecimiento o resurrección, “post”, es decir, “anti” conciliar . Tal es la justificación de estas reflexiones:

Sí, los señores Nuncios, todos ellos arzobispos por más señas, poseían y poseen la llave de la terna de los sacerdotes epicopables, que la Santa Sede decidirá nombrar en su día para “tomar solemne posesión” o “ser entronizados” en las diócesis hispanas….

¿Pero qué conocimientos reales y objetivos poseen los Nuncios, la mayoría de ellos italianos, y afectos – afectísimos- a la Curia Romana , no siendo otras las fuentes de su información que las suministradas por los “asesores” de las Nunciaturas, cuyos nombres y adscripciones espirituales y “religiosas” son las que son, hoy conocidas por quienes nos dedicamos a estos menesteres y por cualquiera que pretenda disfrutar, o sufrir, con estas referencias…?

¿Tienen razón los cristianos que, al menos, dudan, de la legitimidad y provecho del ejercicio de los nombramientos episcopales, haciendo presente, y responsable de ellos hasta al Espíritu Santo? ¿Es que este –el Espíritu Santo- no suele actuar mediante alguno de los sistemas de elección registrados en la vida y en la convivencia, con prevalencia para los llamados democráticos?

¿Cómo es posible, loable, canónico, piadoso, eclesial y religioso, que los mismos sacerdotes, monjas y monjes y el resto del pueblo de Dios en sus respectivas diócesis, se enteren del nombramiento de sus pastores-obispos por la radio, los periódicos, la “Cope”, la “Trece” o por cualquier otro medio técnico al uso? ¿Qué hacemos y cómo juzgamos los repetidos consejos “patrísticos” de que “quienes han de regir a una comunidad cristiana, han de ser elegidos por los propios miembros de esta”?

¿Es explicable que los obispos nombrados –que no elegidos- por los procedimientos canónicos al uso, sientan la tentación de abandonar sus mitras y báculos, acelerando el tiempo de su jubilación forzosa, por no estar de acuerdo con ellos, ni con el reconocimiento de los “méritos” que motivaron ser propuestos ante la Curia Romana?... Solo el vulgar carrerismo, tan denostado por el papa Francisco, es –sería- lo que prolongara la hora de la referida jubilación pastoral…

Lo de la corbata y del alzacuello, es tema de relevancia muy singular. Merecería capítulo aparte. La corbata –del italiano “croata”-, así como su prima hermana la “pajarita”-, no es solo una prenda de vestir. Es y supone un estilo de ser y de vida. En nuestro caso, el de “ser uno más”. Encarnarse en el medio en el que nos ha corresponde vivir como ciudadanos y como cristianos. No distinguiéndose “por ser Vos quien sois”, de otros que “son lo que son”

Sin privilegios divinos o humanos, la corbata es prenda tanto o más pastoral que el alzacuello, los capisayos, los colorines y hasta que el crucifijo de plata enternecida del que hacen uso los obispos en sus pechos tantas veces orondos, que suscitan admiración también fuera de los templos y de los actos de culto. “Todo de negro y hasta los pies vestido” no tiene por qué ser hoy “santo y seña” de la vestimenta episcopal. También otros colores son santos, elegantes y dignos. Depende asimismo del calor y del gusto.

Haber privado al episcopologio hispano del nombre y de la actividad de nuestro amigo Joaquín por usar corbata, fue –y será- una lamentable desdicha de la que la institución eclesiástica habría de mostrase arrepentida.

Por muchos diplomas de estudios y ejercicios, en Escuelas Diplomáticas y en cánones, que detenten los señores Nuncios, a todos les será indispensable haber llegado al convencimiento de que también la corbata es instrumento –hoy se dice “herramienta”- con tanto o mayor contenido pastoral que el alzacuello…

Corbata

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