"Quizás el Espíritu esté susurrando el nombre de Don Mimmo, el cardenal de los márgenes" Don Mimmo Battaglia, el eco de Francisco que lucha contra la mafia y abraza a los pobres

Don Mimmo Battaglia
Don Mimmo Battaglia

"A sus 62 años, este hijo de un humilde pueblo de Calabria, Satriano, ha irrumpido en la rosa de los papables como un eco vivo del legado de Francisco, como un testimonio palpitante de una Iglesia pobre y para los pobres"

"Su vida, tejida con los hilos de la sencillez y el compromiso, parece una parábola del Evangelio. Hijo de una familia modesta, creció sabiendo lo que es el sudor del trabajo y el peso de la necesidad"

"Su lucha contra la mafia napolitana lo ha convertido en una referencia moral, en un profeta que no teme alzar la voz"

Hay momentos en la historia de la Iglesia en los que el Espíritu sopla con fuerza, removiendo los cimientos de lo establecido y señalando caminos inesperados. Hoy, en medio de la incertidumbre que envuelve al Colegio Cardenalicio ante el próximo cónclave, un nombre resuena con una fuerza que pocos podían prever hace apenas unas semanas: Domenico Battaglia, “Don Mimmo”, el cardenal de los márgenes, el pastor calabrés que lleva el Evangelio grabado en las arrugas de su rostro y el olor de las periferias en su sotana.

A sus 62 años, este hijo de un humilde pueblo de Calabria, Satriano, ha irrumpido en la rosa de los papables como un eco vivo del legado de Francisco, como un testimonio palpitante de una Iglesia pobre y para los pobres. 

Especial Papa Francisco y Cónclave

Cardenal Battaglia

No es casualidad que Don Mimmo haya llegado hasta aquí. Su vida, tejida con los hilos de la sencillez y el compromiso, parece una parábola del Evangelio. Hijo de una familia modesta, creció sabiendo lo que es el sudor del trabajo y el peso de la necesidad. Desde sus primeros años como sacerdote, Battaglia no quiso refugiarse en sacristías ni en despachos. Eligió las periferias, esas “geografías del dolor” donde la vida se juega a cara o cruz.

Durante más de dos décadas, dirigió el Centro Calabrés de Solidaridad, un oasis de esperanza para los descartados: drogadictos, presos, excluidos. Allí, en medio de las heridas de los últimos, Don Mimmo aprendió a escuchar, a acompañar, a ser presencia silenciosa pero firme. No era un cura de palabras grandilocuentes; era un hermano que se sentaba al lado del que sufría, que compartía el pan y las lágrimas. 

Ese tiempo forjó su identidad como sacerdote de “periferia”, un término que él no usa como eslogan, sino como modo de vida. Cuando Francisco lo nombró arzobispo de Nápoles en 2020, y luego cardenal en 2023, muchos vieron en ello una de esas jugadas del Papa argentino, que siempre apostó por los pastores que huelen a oveja.

Y en Nápoles, una ciudad de contrastes donde la fe y la miseria conviven con la sombra de la Camorra, Don Mimmo no se achicó. Su lucha contra la mafia napolitana lo ha convertido en una referencia moral, en un profeta que no teme alzar la voz. “La verdadera revolución nace del corazón, no de las armas. Nápoles merece ser liberada por el amor, no por la violencia”, dijo en una homilía de 2021 que resonó como un trueno en los callejones de la ciudad. 

Battaglia

Con iniciativas concretas, como comedores para los pobres en la catedral y proyectos de empleo y educación en barrios marginales, Battaglia ha demostrado que la Iglesia no es un museo de reliquias, sino un hospital de campaña. Ha llamado a los jóvenes a resistir la seducción del dinero fácil, a soñar con una vida digna, a construir un futuro donde el amor venza al miedo. En Casa Bartimeo, un centro en el corazón de Nápoles, acoge a los invisibles, a los descartados, y allí, entre ellos, Don Mimmo encuentra su hogar. Como me confesó una voluntaria de ese centro, “él no solo ayuda; él vive con nosotros, come con nosotros, reza con nosotros. Es uno más”. 

Su figura, sin embargo, no está exenta de obstáculos. Don Mimmo no es un hombre de Curia. No tiene una red de contactos entre los 133 cardenales electores; conoce personalmente solo a una fracción de ellos. Su experiencia en el Vaticano es casi nula, y para algunos, esto podría ser una limitación. Pero, ¿no fue precisamente esa “falta de pedigrí” lo que hizo de Francisco un Papa revolucionario? Battaglia, además, llegó al cardenalato casi por accidente, como sustituto tras la renuncia del obispo indonesio Paskalis Bruno Syukur. ¿Una jugada más de Francisco? ¿O un signo del Espíritu que, en su misterioso tejer, prepara el camino para un nuevo pastor? 

Sentado en un banco imaginario frente a la tumba de Francisco, como hice hace unos días en Santa María la Mayor, no puedo evitar pensar en Don Mimmo. En su rostro curtido, en su mirada que combina la ternura de un padre y la firmeza de un profeta. En su vida, que es un evangelio vivo, escrito no con tinta, sino con el barro de las periferias. Y rezo, con el corazón en la mano, para que los cardenales, en el próximo cónclave, se dejen guiar por el Espíritu y no por los cálculos. Para que apuesten por un Papa sinodal, un Papa que, como Battaglia, confíe más en el santo pueblo de Dios que en los pasillos de la Curia. Un Papa que, como él, sea capaz de mirar a los ojos a los pobres, a los crucificados de la tierra, y decirles: “Tú eres importante. Tú eres Iglesia”. 

Don Mimmo no busca el protagonismo. Nunca lo ha buscado. Pero su carisma, su humildad, su valentía están causando sensación entre los cardenales. En las calles de Nápoles, donde los pobres lo abrazan como a un padre, ya lo llaman “el Francisco napolitano”. En los círculos vaticanos, su nombre empieza a sonar como el de un “a unificador, un puente entre progresistas y moderados, un pastor capaz de llevar la primavera de Francisco a nuevos horizontes. 

Battaglia ante la tumba de Francisco



Francisco nos enseñó que el Espíritu siempre sorprende. Y quizás, en este momento de incertidumbre, el Espíritu esté susurrando el nombre de Don Mimmo, el cardenal de los márgenes, el pastor que lleva el Evangelio en el corazón y las heridas de los pobres en las manos. Que su intercesión, junto a la de Francisco, guíe a la Iglesia hacia un futuro de fraternidad, de justicia, de amor. Porque, como dice Don Mimmo, “la verdadera revolución nace del corazón”. Y el corazón de Battaglia late al ritmo del Evangelio. 


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