"Un fenómeno conocido en la Argentina, dicen los obispos, desde los orígenes mismos de nuestra historia" Eloy Mealla: "Iglesia, vivienda y hábitat"

Tierra, techo, trabajo
Tierra, techo, trabajo

El Comunicado Del Señor es la tierra de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina del 29 de octubre de 2020, referido a diversos episodios de toma de tierras, contiene el reconocimiento de un doloroso fenómeno de larga data

Asimismo, ante los hechos de intrusión y violencia que se han sucedido, se declara que “"a Iglesia no avala las tomas" y se denuncia el oportunismo de quienes se aprovechan de los más pobres

El acceso a la vivienda, a la tierra y al suelo urbano por parte de los sectores populares –o la 'cuestión de la vivienda' como se la llamó en la Argentina de finales del siglo XIX– es uno de los problemas sin resolver

Desde el punto de vista de la actividad social de la Iglesia, es posiblemente –luego de la educación– donde más han aflorado iniciativas e involucramiento de un buen número de sus miembros y organizaciones

Este involucramiento alcanza un grado superior de consolidación con el magisterio del papa Francisco que ofrece una mirada global y planetaria, justamente recurriendo a la imagen de la casa como síntesis de la vida y la convivencia humana

Surge así un enorme desafío, en que la toma de tierras, más allá de sus aspectos controversiales y simplistas, pone de manifiesto que hasta ahora no hay energía política, social y económica a la vista capaz de revertirla

El Comunicado Del Señor es la tierra de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina del 29 de octubre de 2020, referido a diversos episodios de toma de tierras, contiene el reconocimiento de un doloroso fenómeno de larga data y está especialmente conectado con la precaria situación de tantas familias que han debido procurarse un lugar para vivir. Asimismo, ante los hechos de intrusión y violencia que se han sucedido, se declara que “la Iglesia no avala las tomas” y se denuncia el oportunismo de quienes se aprovechan de los más pobres. Al mismo tiempo en el Comunicado se reclama “un Estado presente que se haga responsable de políticas proactivas en materia de acceso a la vivienda” y “una diligente intervención de la justicia.”

Este pronunciamiento está lejos de ser una intervención coyuntural y exigida por las circunstancias. Por el contrario, se puede decir que es parte de una persistente preocupación y actuación por parte de la Iglesia ante “un fenómeno conocido en la Argentina –dicen los obispos– desde los orígenes mismos de nuestra historia”. Sin ir tan lejos en el tiempo, hay que destacar que las diversas formas “de exclusión que deja a hombres y mujeres sin un techo digno” han provocado en la comunidad eclesial no sólo declaraciones sino también una amplia variedad de iniciativas a lo largo del siglo XX hasta la actualidad. Son múltiples las realizaciones tanto del punto de vista orgánico institucional como de grupos, organizaciones e individuos, denominados de inspiración cristiana, que se han destacado especialmente en involucrarse en la temática tanto desde la intervención directa como desde el punto de vista conceptual y propositivo. Sin embargo, se constata la ausencia de una recopilación ordenada de las mismas y un análisis de conjunto.

De la vivienda al habitat

Una de las cuestiones principales de la tradicional cuestión social en los países centrales fue el acceso a la vivienda para las nuevas poblaciones constituidas en base a las migraciones internas y externas ocasionadas por la revolución industrial y otras causas concomitantes. Este fenómeno también se registró en Argentina desde los últimos años del siglo XIX, se intensificó en las décadas posteriores y se mantiene hasta la actualidad.

La solución al problema de la vivienda fue abordada en el país desde distintas perspectivas. Primeramente desde respuestas aisladas y de grupos particulares al comienzo del siglo XX, seguidas luego con algunas políticas públicas que alcanzaron una alta masividad hacia los años cincuenta, continuadas posteriormente de forma sinuosa hasta el presente.

El marco conceptual que fue motivando este itinerario fue variando considerablemente. En el inicio de ese derrotero sobresalen las motivaciones higienistas y morales que serán luego desplazadas por justificaciones relacionadas con la justicia social y con la consolidación de políticas públicas propias del Estado de Bienestar. Estas políticas hacia el último cuarto del siglo XX se irán desdibujando ante los programas de ajuste y reducción de las prestaciones estatales. Surgirán entonces –ya en el marco de la “nueva cuestión social”– estrategias alternativas y se desplegarán otros discursos y prácticas que superarán visiones parciales para dar lugar a enfoques más amplios vinculados a derechos de última generación: derecho a la vivienda, derecho a la ciudad, derecho al desarrollo, entre otros. Asimismo el componente ambiental y ecológico ha dado últimamente una perspectiva más integral y sistémica a los fenómenos sociales, en la que el habitar humano supera ampliamente la consideración separada de la vivienda.

El acceso a la vivienda, a la tierra y al suelo urbano por parte de los sectores populares –o la “cuestión de la vivienda” como se la llamó en la Argentina de finales del siglo XIX– es uno de los problemas sin resolver. Este fenómeno –experimentado especialmente en las ciudades argentinas más cercanas al Río de la Plata a raíz del fuerte impacto de las migraciones externas– generó diversas fases de políticas públicas. Una primera respuesta de envergadura desde el Estado fue la creación y el funcionamiento de la Comisión Nacional de Casas Baratas –organismo nacional destinado a procurar viviendas para sectores populares, que funcionó desde 1916 hasta los años cuarenta– y la implementación de otras estrategias públicas puestas en marcha en los treinta. A continuación se destacan, en el llamado Primer Peronismo (1946-1955), los planes de construcción masiva de vivienda social, seguidos más tarde por diversos programas discontinuados hasta la actualidad, pero que no lograron superar el problema satisfactoriamente.

En el largo período indicado, se advierte que la casa, mucho más allá de su materialidad, expresa una carga simbólica reveladora de un sistema de valores y de variables económicas, técnicas, sociales y culturales de gran intensidad. De esa manera, se percibe el traspaso desde perspectivas centradas en la vida doméstica, y organizadas en el modo de producción fordista, a enfoques más integrales conectados con las cuestiones ambientales, el ordenamiento de los territorios, las dinámicas descentralizadas y flexibilizadas del empleo post industrial masivo, entre otros nuevos tópicos.

Preocupación y acción persistente

Este rápido recorrido, que abarca más de un siglo, está atravesado también por una gran cantidad de propuestas, controversias, proyectos arquitectónicos, planes urbanísticos, obras literarias, debates legislativos, y también de iniciativas de los particulares y de diversas organizaciones. En ese amplio caudal se inserta el desempeño de la Iglesia en el campo de la vivienda social, especialmente a partir de la Gran Colecta Nacional de 1919, destinadas a juntar recursos para la construcción de viviendas populares, llevada a cabo por la Unión Popular Católica Argentina, y que señalamos como hito inicial de este sucinto recorrido.

Desde entonces, la Iglesia Católica en sus pronunciamientos y en su praxis a través de sus diversos estamentos ha mantenido en Argentina una preocupación constante por dicha problemática. En realidad, esto ha sido también una praxis habitual en otros países y regiones, pero especialmente en Latinoamérica ante los procesos de creciente y acelerada urbanización de la vida, y con particularidad intensidad en Argentina desde mediados del siglo veinte a raíz de las migraciones internas y de los países limítrofes.

Uno de los fundamentos doctrinales sobre el tema –a mitad camino de esa trayectoria centenaria– estaría indicado en el Concilio Vaticano II (1965) cuando declara a la vivienda como derecho específico del hombre para vivir una vida humanamente digna (Gaudium et spes, 26). En los años siguientes, el pensamiento social cristiano que alcanzó un fuerte giro que propenderá a desplazarse de visiones sectoriales propias del “catolicismo social” a una concepción más integral y política en cuanto a buscar las causas de los hechos sociales y no sólo atender a sus efectos.

De ese modo, el acceso a la vivienda dejará de ser una cuestión aislada y pasó a ser un componente más de la lucha por la justicia. Especialmente a partir de la II Conferencia Episcopal Latinoamericana celebrada en Medellín en 1968 se expresará esta nueva perspectiva conocida como “opción preferencial por los pobres” que movilizará múltiples inserciones de distintos grupos eclesiales y personas en los barrios populares. Las distintas versiones de la teología de la liberación, y en Argentina, particularmente la Teología del Pueblo y la Pastoral Popular, contribuirán a la crítica y superación de visiones sectoriales, y de actividades asistenciales hacia los sectores populares propendiendo no sólo a cubrir necesidades –por ejemplo, la vivienda– sino a la organización y participación de la comunidad.

Pablo VI años después –ante el crecimiento desordenado de las ciudades donde nacen nuevos proletariados– urgía a ampliar la mirada para “reconstruir, a escala de calle, de barrio o de gran conjunto, el tejido social” (Octogesima adveniens 10, 1971). A su turno, Juan Pablo II afirmaba que mientras nos preocupamos aunque mucho menos de lo necesario, de preservar los “hábitat” naturales nos esforzamos muy poco por una auténtica «ecología humana” y llamaba la atención sobre “los graves problemas de la moderna urbanización, la necesidad de un urbanismo preocupado por la vida de las personas, así como la debida atención a una «ecología social» del trabajo” (Centesimus Annus 38, 1991).

No obstante el mayor texto específico y extenso –aunque de menor rango– de la Iglesia sobre la temática es el publicado en 1987 por la Comisión Pontificia de Justicia y Paz con el título: La Iglesia ante la carencia de vivienda, donde se analiza con detalle el problema social de la vivienda y se tratan aspectos del mismo que aquí solo podemos enumerar: las exigencias de la vivienda como hogar, su importancia, la situación actual de la falta de vivienda, sus causas y aspectos, la política de vivienda y las soluciones a esta grave cuestión social.

Por su parte la Comisión Episcopal de Pastoral Social del Episcopado Argentino publicó en 2005: Una tierra para todos, donde expresa: "La pérdida de la concepción de la tierra como don de Dios para el bienestar de todos está en la raíz de toda concentración, apropiación indebida y depredación de los recursos naturales.” A su vez, otros aportes provenientes de la reflexión teológica y pastoral tanto regional como local hacen que la cuestión de la vivienda deja de ser un elemento aislado y se la inserta en un horizonte más amplio que es el hábitat y la vida en la ciudad que promueve el surgimiento de una pastoral urbana (Aparecida, 520 y ss., 2007; Galli, 2014).

Si bien como dijimos antes se adeuda una presentación completa y ordenada de todas esas realizaciones e iniciativas de la comunidad eclesial, ahora al menos haremos mención de algunas decisiones institucionales muy significativas a nivel local. Una de ellas es la creación en 1969 del Equipo Pastoral de Villas de Emergencia en la Arquidiócesis de Buenos Aires que supuso, en medio de circunstancias muy conflictivas, el respaldo a los sacerdotes que actuaban en los asentamientos precarios de la ciudad, ante el disgusto del gobierno militar de entonces. Esta iniciativa se vio reforzada cuando en 2017 se designa a uno de los obispos auxiliares de Buenos Aires como Vicario Episcopal para la Pastoral de Villas.

De este modo, se observa que la “cuestión de la vivienda”, desde el punto de vista de la actividad social de la Iglesia, es posiblemente –luego de la educación– donde más han aflorado iniciativas e involucramiento de un buen número de sus miembros y organizaciones. Dicho sea de paso esto desmiente cualquier acusación a la Iglesia de alentar un supuesto “pobrismo” que idealiza y mantiene a los necesitados y vulnerables en su situación.

Finalmente, se puede percibir que dichas concepciones y prácticas eclesiales alcanzan un grado superior de consolidación con el magisterio del papa Francisco que ofrece una mirada global y planetaria sobre la cuestión social contemporánea, justamente recurriendo a la imagen de la casa como síntesis de la vida y la convivencia humana (Laudato Si’, El Cuidado de la Casa Común (2015), señalando asimismo tres anhelos fundamentales de amplias porciones de nuestras poblaciones: tierra, techo y trabajo. Surge así un enorme desafío, en que la toma de tierras, más allá de sus aspectos controversiales y simplistas, pone de manifiesto que hasta ahora no hay energía política, social y económica a la vista capaz de revertirla. •

GALLI, Carlos (2014), Dios vive en la ciudad: hacia una nueva pastoral urbana a la luz de Aparecida, 2ª ed., Buenos Aires, Agape Libros.

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