(José M. Vidal).- Estimado Don Fernando: Habíamos saludado con gozo el capelo que le ha concedido el Papa que se dice su "alumno". Entre otras cosas, porque pensábamos que era un premio a su trayectoria de hombre del Concilio y de teólogo de cabecera del cardenal Tarancón. Y un signo de que el cambio de timón romano estaba llegando también a España. A los pocos días, nos hemos quedado boquiabiertos y con un palmo de narices. Primero dijo aquello de que "las mujeres que abortan quieren quitarse de en medio al hijo para disfrutar de la vida". Nunca había escuchado (de boca de un eclesiástico de alto rango) una idea tan injusta y tan peregrina. Y pensé que había tenido usted un lapsus.
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