"Para los cardenales que desean acelerar el proceso sinodal, Grech es un candidato natural" Mario Grech: El cardenal maltés que teje la Iglesia sinodal con hilos de escucha y esperanza

El cardenal Grech con el papa Francisco
El cardenal Grech con el papa Francisco Vatican Media

"A sus 68 años, Grech no es solo un pastor; es un tejedor de sueños, un paladín del proceso sinodal, un apóstol de una Iglesia poliédrica, circular, samaritana y en salida"

"Como secretario general del Sínodo, Grech se convirtió en el arquitecto de un proceso revolucionario: escuchar a las iglesias locales, dar voz a los laicos, empoderar a las mujeres, reflexionar sobre cuestiones tan cruciales como el lugar de las divorciadas o el matrimonio homosexual"

" Su figura, discreta pero firme, se alza como la de un pastor que no teme los vientos del cambio, que sabe que la fe no es un museo, sino un camino. Para los cardenales que desean acelerar el proceso sinodal, Grech es un candidato natural"

En las calles soleadas de Qala, un humilde pueblo de Gozo, la segunda isla del diminuto archipiélago maltés, donde el Mediterráneo abraza la tierra con su azul infinito, nació Mario Grech el 20 de febrero de 1957. Hijo de una familia humilde y de una tierra pequeña pero de corazón grande, este cardenal de mirada serena y palabra precisa lleva en su alma el rumor del mar y la humildad de quien creció entre olivos y campanas.

A sus 68 años, Grech no es solo un pastor; es un tejedor de sueños, un paladín del proceso sinodal, un apóstol de una Iglesia poliédrica, circular, samaritana y en salida, que no se encierra en sí misma, sino que se lanza al encuentro del mundo con los brazos abiertos. 

Especial Papa Francisco y Cónclave

Grech

Ordenado sacerdote en 1984, Grech llevó su vocación desde las aulas de Roma, donde se doctoró en derecho canónico, hasta los corazones de su pueblo. Sirvió en la catedral de Gozo, oró en el santuario mariano de Ta’ Pinu y caminó como párroco entre los suyos, con esa cercanía que no se aprende en los libros, sino en el roce cotidiano con las alegrías y dolores de la gente. En 2005, Benedicto XVI lo nombró obispo de Gozo, y en 2020, Francisco lo elevó a cardenal, reconociendo en él a un hombre capaz de llevar la brisa fresca del Espíritu a una Iglesia en transformación. 

Como secretario general del Sínodo, Grech se convirtió en el arquitecto de un proceso revolucionario: escuchar a las iglesias locales, dar voz a los laicos, empoderar a las mujeres, reflexionar sobre cuestiones tan cruciales como el lugar de las divorciadas o el matrimonio homosexual. Su empeño por una corresponsabilidad en el gobierno eclesial, por una Iglesia que no sea un club de clérigos varones, sino un pueblo en marcha, alarmó a las corrientes más tradicionales.

Pero Grech, con su talante dialogante y su fe inquebrantable, no se amilanó. “Estamos atravesando un período de cambio, y para mí, esto es algo muy positivo. La Iglesia no puede quedarse en la nostalgia del pasado si quiere ser relevante”, afirmó en una entrevista con Malta Today. Y sus palabras resuenan como un manifiesto: el catolicismo no es solo rezar en un templo; es vivir para los demás, tejer lazos con los vecinos, ser samaritano en un mundo herido

Especialista en la escucha y en la conversación según el Espíritu, Grech encarna el sueño de Francisco: una Iglesia sinodal donde todos tengan voz, donde el Evangelio no sea un monólogo, sino un diálogo vivo. Su figura, discreta pero firme, se alza como la de un pastor que no teme los vientos del cambio, que sabe que la fe no es un museo, sino un camino. Para los cardenales que desean acelerar el proceso sinodal, Grech es un candidato natural. A sus 68 años, su experiencia, su talante conciliador y su visión de una Iglesia relevante para los fieles de hoy lo convierten en un faro de esperanza. No busca imponer, sino acoger; no pretende mandar, sino servir. 

Grech, en el Sínodo

En Mario Grech, la Iglesia encuentra a un hombre que lleva el Mediterráneo en el corazón: profundo, inquieto, acogedor. Desde su Qala natal hasta los pasillos vaticanos, ha sabido ser puente, voz de los pequeños, eco del Espíritu. Es el cardenal que rema mar adentro, con la certeza de que una Iglesia sinodal, samaritana y en salida no es solo un sueño, sino el futuro que Dios está ya escribiendo. Y en ese futuro, Grech camina con paso firme, invitándonos a todos a ser, como él, constructores de una Iglesia que escucha, ama y transforma


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