"Somos el Pueblo de Dios. Lo sostenemos, no sólo el Papa, cardenales y obispos, sino todos nosotros " ¿Sólo el Papa es responsable de la Iglesia?

Los fieles acompañaron la elección del nuevo papa
Los fieles acompañaron la elección del nuevo papa

"Estoy convencido que para ser un buen sucesor de la cátedra petrina, simplemente, no hay que desearlo, y me temo, de forma positiva, que Prevost no ansiaba el papado"

"La elección de un nuevo pontífice tiene que ser el momento preciso para que cada laico, persona consagrada, religiosa, cada cristiano de a pie se pregunte qué hace por Cristo"

Soy de aquellos que sigue la vida de la Iglesia universal. Y uno de los destinos, no el único, para saber de ella es Roma. También soy de los que se interesa por las quinielas en los cónclaves porque me atrae la elección de un Papa y todo lo que representa. Digno de análisis que deberemos hacer en los próximos tiempos es el interés mundial y social que ha rodeado a la elección de León XIV. Pero deberíamos tener cuidado en idealizar y creer que la Iglesia, la barca de Pedro depende de la persona que se arrodilla en la habitación de las lágrimas tras ser elegida.

Especial Papa León XIV

En primer lugar, deberíamos rezar mucho, como solía expresar Francisco, por aquel que siente la guillotina del papado. Estoy convencido que para ser un buen sucesor de la cátedra petrina, simplemente, no hay que desearlo, y me temo, de forma positiva, que Prevost no ansiaba el papado. Su estado emocional al presentarse al mundo, denota que su sí respondió a una responsabilidad sacrificial sin precedentes. Convendría recordar las palabras del cardenal Villot en la misa pro pontifice eligiendo que abriría el Cónclave que eligió a Juan Pablo I: “No vamos a imponer sobre uno de nosotros una corona de gloria ni a ofrecerle un trono de poder, sino a entregarle, para que él mismo se la imponga, una corona de espinas y a invitarle a que nos preceda a todos en un servicio de amor”.

Todos los fastos y la pompa curial romana, que en ocasiones tiene más de espectáculo que otra cosa, nos debería hacer caer en la cuenta que la persona elegida ya no tiene vida personal. Su martirio comienza en el mismo momento que pronuncia el nombre que se asigna como Papa hasta el día de su muerte. No habrá paso que dé que no se sepa, que sea analizado e interpretado hasta la última coma y tendrá todo un ejército detrás de aduladores de salón que especularán con su muerte para que fracase a cada paso de apertura y novedad del evangelio al trasluz del tiempo que vivimos. Su vida ya no es suya, sino de Cristo. Así se debe y debería entenderse. León XIV lo vivirá en sus carnes. Ni más ni menos.

León XIV
León XIV

La elección de un nuevo pontífice tiene que ser el momento preciso para que cada laico, persona consagrada, religiosa, cada cristiano de a pie se pregunte qué hace por Cristo. Lo tenemos fácil. Jesús nos dejó un mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Sintámonos interrogados igual que Pedro en la lectura del evangelio de los funerales de los papas: “¿Me amas fulanito?”. “¿Qué haces en mi nombre?”. “¿Cómo te posicionas ante los más pobres entre los pobres?”. “¿Eres la voz de los sin voz?”.

En El porvenir de las escuelas, Nietzsche habla de tres clases de personas: los servidores de lo evidente, aquellos que aceptan la realidad sin rechistar, cosa que Jesús combatía y de ahí que acabara en la cruz; los solitarios, aquellos que creen que el mundo ya está condenado de antemano y para qué implicarse en él si ya no se atisba solución alguna; y los combativos, aquellos que cuestionan las vergüenzas de nuestro mundo que condena de forma sistemática a millones de personas. Jesús nos mostró el camino de un combate desde el servicio, la humildad y la sencillez.

No sólo necesitamos un pastor de almas, sino que necesitamos pastores de almas. Personas conscientes de la caducidad espiritual y moral de nuestro mundo

No sólo necesitamos un pastor de almas, sino que necesitamos pastores de almas. Personas conscientes de la caducidad espiritual y moral de nuestro mundo. Un mundo sin referencias claras y sólidas; un mundo frenético e inmisericorde con aquellos que no tienen nada que ofrecer, en el que se levantan muros de la indignidad, con millones de víctimas inocentes que huyen de la pobreza. Ahora bien, esto lo sabemos, tenemos ojos, y nuestra fe en Cristo resucitado nos tiene que dar perspectivas diferentes de la realidad para no sucumbir ante ella y poder cambiar el curso efectivo y fáctico de las cosas.

Recientemente, en Religión Digital, José Antonio Pagola ha escrito un artículo en el que no sobra ni una sola coma. Con el título Volver a Jesús no es tarea exclusiva del Papa ni de los obisposse nos conmina a dar aliento y esperanza. Ya decía Jesús “Id vosotros y dadles de comer” (Lucas 9,13). Jesús no impone nada, muestra el camino para que, quien quiera, le siga. A cada cual, dice Pagola, le dice y lo reconoce por su nombre. En otras palabras, Jesús dignifica a cada persona porque cree que cada cual puede cambiar y transformarse. Para Dios nada hay imposible. Nada es para siempre, nada está acabado, nada está escrito si nos envolvemos y nos sostenemos desde el amor. Esta es la carta de presentación que cada cristiano tiene que llevar a cabo en todos y cada uno de los ámbitos en los que se mueve. La tarea es ingente, la míes es abundante y los obreros, pocos. El conformismo y la indiferencia asolan nuestro mundo permitiendo barbaries que creíamos olvidadas producto de locuras mesiánicas de índole política.

Dos religiosas miran hacia la chimenea sobre la Sixtina
Dos religiosas miran hacia la chimenea sobre la Sixtina RD/J. Lorenzo

¿Dónde te sitúas tú? La urgencia de nuestros hermanos y hermanas está por encima de toda jerarquía eclesial. Somos el Pueblo de Dios. Lo sostenemos, no sólo el Papa, cardenales y obispos, sino todos nosotros siendo conscientes de nuestros pecados, de nuestras faltas, de nuestras iniquidades. Por eso Él murió en la cruz. Muere con los brazos abiertos, acogiendo hasta en su último aliento. Aliento que han recogido personas de la talla de Francisco de Asís que impulsaron su camino, superando las piedras del oficialismo que se iba encontrando.

Todos tenemos nuestro singular papado, nuestra corona de espinas que tenemos que compartir con Él. Como escribe Javier Melloni en El Cristo interior: “Jesús descubrirá que el lugar del Hijo no es la cúspide más alta, sino lo más bajo, lo ínfimo. El resto de sus años irá en busca de ese último lugar, el único desde el cual se fundar fraternidad sin que nadie quede exterminado o excluido”. Claro que la figura de León XIV tiene su trascendencia y parece ser que estamos ante una persona que se cree el evangelio a pie juntillas. Francisco lo hizo desde las periferias marcando un antes y un después en el análisis de la sociedad desde esta categoría. ¿Dónde si no? Sin embargo, cada cristiano tiene una responsabilidad única.

No tratemos de excusarnos en el Papa si su tendencia nos es más o menos favorable. Oremos, caminemos hacia nuestro interior, y reflexionemos sobre nuestras cruces, de qué forma las llevamos y en qué tipo de cirineos nos hemos convertido

No tratemos de excusarnos en el Papa si su tendencia nos es más o menos favorable. Oremos, caminemos hacia nuestro interior, y reflexionemos sobre nuestras cruces, de qué forma las llevamos y en qué tipo de cirineos nos hemos convertido. Hoy, y hasta nuestra muerte, se inicia nuestro papado particular y personal. Sólo nos queda confiar en Él, nada más, porque no sólo dio la vida por nosotros, porque como apuntó Francisco: “Nadie en este mundo, por mucho que ame a otra persona, 'puede hacerse alimento para ella. Dios lo ha hecho, y lo hace, por nosotros”. Sepamos encarnar este legado que nadie podrá destruir ni suplantar.

Prevost
Prevost

Para ello necesitamos cristianos que encarnen a Jesús resucitado, que conviertan la Iglesia en un espacio de encuentro, sin excepciones. Dios no las hace; las personas, sí. Y un Papa, es verdad, puede inspirarnos y guiarnos en sentirnos todos responsables en esta ingente tarea de seguir el legado y el mandato de Jesús a Pedro. Finalicemos con las siguientes palabras de León XIV cuando era misionero para que entendamos que todos, sin excepción, estamos al timón de la barca de la Iglesia:

“Hermanos y hermanas,

Me dirijo a ustedes, especialmente a quienes ya no creen, ya no esperan, ya no rezan, porque creen que Dios se ha ido.

A quienes están hartos de los escándalos, del abuso de poder, del silencio de una Iglesia que a veces parece más un palacio que un hogar.

Yo también estuve enojado con Dios.

Yo también vi morir a gente buena, a niños sufrir, a abuelos llorar sin medicinas.

Y sí… hubo días en que rezaba y solo sentía un eco.

Pero entonces descubrí algo:

Dios no grita. Dios susurra.

Y a veces susurra desde el barro, desde el dolor, desde una abuela que te alimenta sin tener nada.

No vengo a ofrecerles una fe perfecta.

Vengo a decirles que la fe es un caminar con piedras, charcos y abrazos inesperados.

No les pido que crean en todo.

Les pido que no se cierren la puerta. Dale una oportunidad a Dios que te espera sin juzgarte.

Solo soy un sacerdote que vio a Dios en la sonrisa de una mujer que perdió a su hijo... y aun así cocinó para otros.

Eso me cambió.

Así que, si estás roto, si no crees, si estás cansado de las mentiras...

ven de todos modos, con tu ira, tu duda, tu mochila sucia.

Aquí nadie te pedirá una tarjeta VIP.

Porque esta Iglesia, mientras yo viva, será un hogar para los sin techo y un descanso para los cansados.

Dios no necesita soldados.

Necesita hermanos.

Y tú, sí, tú... eres uno de ellos”. Así sea. Que no sea sólo el Papa quien nos deje con la boca abierta. Y este, por ahora, está sorprendiendo a propios y extraños. Y tú, ¿estás dispuesto?

* Doctor en Filosofía y profesor de bachillerato de filosofía, psicología y religión en el Patronato de la Juventud Obrera de Valencia (PJO)

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