Líder de una España, laboratorio del laicismo El Vaticano pasa la página de ZP, el descristianizador

(José Manuel Vidal).- Roma pasa la página de ZP. Con alegría, pero, como suele ser habitual en la fina diplomacia de la Santa Sede, sin hacer leña del árbol caído. José luis Rodríguez Zapatero está de retirada y el Papa lo recibe cortesmente. Pero a la Iglesia ya no la preocupa y, al enemigo que huye, le pone puente de plata con agua bendita incluida. Y una estilográfica con la forma del baldaquino de Bernini de la Basílica vaticana. Una victoria más, clara y contundente, de una institución que parece perder fuelle, pero sigue conservando mucho poder simbólico y real. Y la asistencia de Aquel que dijo que "las puertas del infierno no prevalecerían" contra ella.

Se va Zapatero lastrado por la crisis económica, pero la Iglesia española puede presumir de haber contribuido a cavar su tumba. O al menos puede presumir de haber derrotado a su máximo enemigo de los últimos tiempos. Los obispos le llamaron de todo: masón, abanderado del laicismo, descristianizador y hasta perseguidor o acosador de la Iglesia.

El enfrentamiento llegó a ser tan duro, sobre todo durante la primera legislatura de Zapatero, que en el PSOE aseguraban que la jerarquía de la Iglesia estaba actuando como la auténtica oposición política. Siempre aliada con el PP. Y echaban mano de ejemplos concretos para demostrarlo. El más contundente, la presencia en la calle (por primera vez en la historia) del cardenal Rouco y una decena de obispos en la manifestación contra las bodas gays.

Por parte de la Iglesia los agravios se contaban por leyes contra la familia y contra la llamada "ley natural": la ley del 'divorcio express', la experimentación con embriones, la asignatura de Educación para la Ciudadanía, la reforma de la ley del aborto o la legalización del matrimonio entre homosexuales. De esta última ley, el secretario del episcopado, Martínez Camino llegó a decir que era "lo peor que le ha ocurrido a la Iglesia católica en 2.000 años".

España se convertía, según los obispos, en el laboratorio del laicismo radical y Zapatero, en su líder. Con el agravante de que las reformas del político socialista podían contagiarse, especialmente a Latinoamérica, el continente más relacionado y más afín a la 'madre patria'.

Para hacerle frente, en Roma se diseñó una estrategia de mano de hierro en guante de terciopelo o palo y zanahoria. Para el palo se eligió al tándem formado, en aquella época, por los cardenales Rouco y Cañizares, que se emplearon a fondo. Para la zanahoria, al número dos de la Santa Sede, cardenal Bertone, que mantenía unas relaciones cordiales y fluidas con la entonces vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. Y tan bien se entendía la vice con el número dos del Papa que, entre las bases eclesiales, se llego a hablar de "puenteo vaticano a Rouco y Cañizares".

Y la estrategia funcionó a la perfección. Roma no sólo derrotó a Zapatero sino que consiguió que, antes de irse, guardase en el baúl de los recuerdos dos leyes: la de libertad de Conciencia y Religiosa y la que pretendía regular la muerte digna. Rouco y Roma cantan victoria, aunque no lo digan. O lo digan indirectamente, con la demostración de fuerza de más de millón y medio de jóvenes en el corazón de Madrid y ante las mismísimas narices del todavía presidente del Gobierno.

Y para colmo, el propio Zapatero se vio obligado a contribuir generosamente a la organización de la macrofiesta de la fe de la JMJ. Dicen que, a cambio, Rouco se comprometió a no hacer leña (y la verdad es que lleva más de dos años sin zaherir al Gobierno socialista) y el Papa a no referirse demasiado explícitamente a su labor descristianizadora en su visita a Madrid.

Se va Zapatero, gana la Iglesia, pero le queda otro enemigo peor: la indiferencia religiosa y la apostasía silenciosa de los españoles ante una institución que, por hacer política, se está perdiendo bases y, sobre todo, imagen, credibilidad social y autoridad moral. Pero Zapatero tendrá que entonar el famoso "venciste Galileo" del emperador Juliano el Apóstata.

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