Manuel Mandianes El abismo

(Manuel Mandianes, antropólogo).- Un día pregunté a una prostituta: "Si tu hija, de 17 años, te dice: 'me voy a dedicar a la prostitución', ¿qué harías?" Sin pestañear, me contestó: "Le pego un tiro".

Entrevisté a más de 100 prostitutas que trabajaban en las Ramblas de Barcelona, "baja prostitución", a todas varias veces, a algunas muchas. He participado en tertulias de radio y televisión sobre la prostitución pero nunca escribí nada sobre ella.

Mi conclusión, entresacada de conversaciones: "He descendido hasta lo más asqueroso de mi mismo, me doy asco. Cuando no estoy borracha o drogada, pienso, entonces tengo la sensación que mis seres queridos ya idos se revuelven en mis entrañas para echármelo en cara. Ante mi sólo está el pasado, no tengo futuro. Menos mal que los hombres sólo ven mi cuerpo, si vieran mi interior saldrían corriendo de miedo al vacío que se abriría ante ellos; no podrían soportar mi angustia, mi terror. Somos la escupidera y el seco lecho de la sociedad, torres de placer. Somos como un espacio de pasaje de urgencia para ambulantes fugaces sin que a nadie interesemos como seres humanos".

En Galicia están juzgando a un rumano por haber traído a una menor de su país y obligarla a prostituirse, y al español que la mantenía en su prostíbulo. La mayoría o casi la totalidad de las mujeres extranjeras que ejercen la prostitución en España están en estas condiciones. Y si no hacen el dinero que ellos creen que deben de hacer, les pegan, las humillan y "a algunas les han quemado los pezones con cigarrillos".

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