La denuncia de la rama juvenil del Movimiento Rural Cristiano Ante los recientes incendios forestales en España: Hemos sido administradores negligentes

Incendio
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Jesús en el Evangelio avisa a los que son negligentes en su tarea de vigilancia. Nuestros bosques, ardiendo en Málaga, Cataluña, Zaragoza, Navarra, Zamora…

Cada año, en verano, llegan los momentos durísimos de ver incendios terrible. emos sido administradores negligentes del medio rural, lo seguimos siendo; y parece que las intenciones son que sigamos siéndolo

Desde el Movimiento Rural Cristiano y el Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos hacemos una llamada a todos para entender que los recursos naturales se han de explotar justa y adecuadamente, abandonando los mitos del crecimiento indefinido

Asimismo, insistimos en que se han de cuidar los pueblos y sus ritmos vitales. Ese fuego atroz, esa angustia de las plazas vacías no se apagan en verano, con la llegada de las brigadas antiincendios

Jesús en el Evangelio elogia a los buenos administradores, al tiempo que avisa a los que son negligentes en su tarea de vigilancia sobre los bienes que su amo ha puesto en sus manos (así: parábola de los talentos en Mt 25,14- 30; criado que da de comer a su tiempo a los demás criados Mt 24, 45-51). 

Nuestros bosques, ardiendo en Málaga, Cataluña, Zaragoza, Navarra, Zamora…; y otros signos preocupantes (los pantanos bajo mínimos, las  cosechas seriamente dañadas y diezmadas, p.ej.) nos indican que hemos  sido administradores negligentes. No somos dueños del mundo, sino administradores de la fabulosa obra de Dios Padre. En Gn 1, 27-31 Dios da  poder al ser humano sobre todo los seres; pero no para un abuso que lleve  a su extinción. Es lo que expresa el relato de Noé: el cuidado de la Creación  ante la amenaza inminente de una desaparición total (Gn 7). 

Cada año, en verano, llegan los momentos durísimos de ver incendios terribles que arrasan nuestros bosques. Asistimos entonces a unos rituales conocidos: hay quien enumera los recursos puestos a disposición para  apagar esos fuegos; hay quien dictamina que los fuegos se apagan en  invierno, con una adecuada gestión de los bosques, en actitud preventiva.  

Hay factores que inciden en la creciente fragilidad de nuestro medio ambiente, como es la crisis climática cada vez más evidente, en la que el factor humano es determinante. Y, sin duda, un factor que influye  gravemente es el abandono del mundo rural. En unos pueblos con una población menguante, vemos que se abandonan tierras, que dejan de cultivarse y de gestionarse adecuadamente; hay más terrenos  abandonados, donde la vegetación crece descontroladamente. Al mismo tiempo, se transforman terrenos de secano en otros de regadío, con una sobreexplotación de los recursos acuíferos.  

Todos estos factores se pueden resumir en la afirmación de que hemos sido administradores negligentes del medio rural, lo seguimos siendo; y parece que las intenciones son que sigamos siéndolo. 

Es necesaria una conversión radical de las políticas hacia el mundo rural. Buscando el asentamiento de nuevos pobladores, fomentando el  teletrabajo, la transformación industrial de los productos agropecuarios,  asumiendo una discriminación positiva que favorezca los territorios ahora  cada vez más vaciados y privados de servicios básicos (sanidad, educación,  comunicaciones).  

Estimamos que las opciones básicas de las políticas agraria y ambiental europeas imponen un cuidado del mundo rural, la preservación de los pueblos y unas políticas que cuiden la gestión de los territorios y sus  recursos naturales. Unas políticas que muchos opinan que habría que revisar. 

Las formas tradicionales de producción, incluyendo la ganadería extensiva frente a la bomba ecológica de las macrogranjas, tienen que ser, forzosamente, elementos que ayuden a cambiar la negligente  administración que estamos viviendo. 

Desde el Movimiento Rural Cristiano y el Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos hacemos una llamada a todos para entender que los recursos naturales son un gran tesoro a cuidar; que estos recursos se han de explotar justa y adecuadamente, abandonando los mitos del crecimiento indefinido y del consumismo imparable, que suponen una sobreexplotación y  depredación de recursos, con un daño creciente al medio ambiente,  aumentando la crisis climática. 

Asimismo, insistimos en que se han de cuidar los pueblos y sus ritmos vitales, se ha de hacer atractiva la vida en un medio que es esencial (cada  verano lo recordamos con el rojo resplandor de los bosques y tierras de  cultivo que arden). El mundo rural ha sido abandonado y vaciado durante décadas. Y ese fuego atroz, esa angustia de las plazas vacías no se apagan en verano, con la llegada de las brigadas antiincendios; se apaga el resto del  año con unas políticas adecuadas de desarrollo y de gestión positiva del  territorio.  

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