"Conocer, vivir, hacer: A estas alturas de la película, hay que cuidar la calidad del seguimiento de Jesús" Por una caridad y justicia hermanadas y 'no desnatadas'

Jesús Martínez Gordo
Jesús Martínez Gordo

"La reciente celebración de las jornadas teológicas de Montesclaros, dedicadas a los "cuidados y a la 'cuidadanía'" (Cantabria, 8-10 de julio, 2025), ha sido una excelente ocasión para asomarse a un asunto de enorme actualidad y necesitado de un tratamiento más extenso y reposado porque es mucho lo que está en juego tanto para el futuro de nuestras iglesias locales como para el de la Iglesia católica y, por supuesto, de la sociedad"

"Publico, por indicación de unos buenos amigos, una parte de mi intervención, aquella en la que me adentré en la necesidad de cuidar la caridad y la justicia “con Jesús” partiendo del diálogo que mantuvieron, hace ya algún tiempo, Juan Luis Vives (1492-1540) y Domingo Soto (1494-1560)"

"Queda para otra ocasión el debate entre K. Rahner y Hans Urs von Balthasar, así como el desarrollo más reciente de este debate sobre la relación entre el 'hacer' solidario y el 'creer' en la 'locura' amorosa de Dios"

"También, la no menos interesante y sugerente comprensión de la teología que propone Jon Sobrino cuando invita a dar razón del amor en el que nos movemos, vivimos y existimos y, a la vez, del amor que irrumpe como sorprendente novedad en lo dicho, hecho y encomendado por el Nazareno"

"Y, finalmente, no queda más remedio que dejar también para otra ocasión el debate -todavía sin cerrar- entre una estrategia pastoral 'con Jesus', pero 'sin carne' o 'desnatado' -liderada desde 2008 por Clodovis Boff y otra, partidaria de una caridad y justicia 'con Jesús' y 'con carne', capitaneada -entre otros- por su hermano, Leonardo Boff"

"A estas alturas de la película, hay que cuidar -bastante más de lo que se cuida- la calidad del seguimiento de Jesús en términos de articulación entre el 'conocer' teológicamente, el 'vivir' espiritualmente y el 'hacer' con los pies y con las manos. En eso consiste la fe, al menos, la 'jesu-cristiana'"

La reciente celebración de las jornadas teológicas de Montesclaros, dedicadas a los “cuidados y a la ‘cuidadanía’” (Cantabria, 8-10 de julio, 2025), ha sido una excelente ocasión para asomarse a un asunto de enorme actualidad y necesitado de un tratamiento más extenso y reposado porque es mucho lo que está en juego tanto para el futuro de nuestras iglesias locales como para el de la Iglesia católica y, por supuesto, de la sociedad.

Me refiero a la necesidad de que en nuestros posibles restos parroquiales o rescoldos comunitarios afrontemos -si queremos que algún día sean comunidades vivas, estables y con futuro- no solo la cuestión de una caridad sin justicia, sino también la de una justicia sin caridad o, como vendría a decir Domingo Soto, de una justicia “desnatada”. Si no estamos atentos a ello, temo que tales posibles restos parroquiales o rescoldos comunitarios acaben siendo -más pronto o más tarde- residuos pastorales.

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Publico, por indicación de unos buenos amigos, una parte de mi intervención, aquella en la que me adentré en la necesidad de cuidar la caridad y la justicia “con Jesús” partiendo del diálogo que mantuvieron, hace ya algún tiempo, Juan Luis Vives (1492-1540) y Domingo Soto (1494-1560).

The Complete Works of Karl Rahner - LA CIVILTÀ CATTOLICA

Ha tenido que quedar para otra ocasión el debate entre K. Rahner -sobre la llamada “ortopraxis” o el primado de la caridad y de la justicia sobre la confesión de fe- y Hans Urs von Balthasar -sobre el martirio de Córdula por confesar, aunque tardíamente, su fe en Jesús de Nazaret en comunión con sus compañeros de comunidad- así como el desarrollo más reciente de este debate sobre la relación entre el “hacer” solidario y el “creer” en la “locura” amorosa de Dios.

Esta es una cuestión que me parece -cada día que pasa- más importante porque constato que, al primarse el “hacer”, se corre el riesgo de devaluar el “creer” en el “exceso” de amor antecedente que es Dios. Se trata de una legítima acentuación que -como recordó Luis Maria Armendáriz el año 1989- hay que contextualizar en términos de articulación con el programa explícito de Jesús, así como con la experiencia de encuentro con El en los últimos de nuestro mundo. Toda una importante y necesaria provocación.

También tiene que quedar para otra ocasión la no menos interesante y sugerente comprensión de la teología que propone Jon Sobrino cuando invita a dar razón del amor en el que nos movemos, vivimos y existimos y, a la vez, del amor que irrumpe como sorprendente novedad en lo dicho, hecho y encomendado por el Nazareno. Creo percibir en su propuesta una indudable continuidad con la de Luis M. Armendáriz y, a la vez, un paso más adelante: el que le lleva a reconocer no solo la Escritura, sino también la historia y los pobres como lugar preferente de la revelación de Dios. 

Y, finalmente, no queda más remedio que dejar también para otra ocasión el debate -todavía sin cerrar- entre una estrategia pastoral “con Jesus”, pero “sin carne” o “desnatado” -que viene siendo liderada desde 2008 por Clodovis Boff y otra, partidaria de una caridad y justicia “con Jesús” y “con carne”, capitaneada -entre otros- por su hermano, Leonardo Boff.

Entiendo que es un diálogo que, visto el perfil teológico y espiritual de una parte de los presbíteros de las ultimas hornadas y de algunos colectivos eclesiales “en alza” (muy cercanos a un “Jesus sin carne” o “desnatado”), tendría que ser mejor conocido o socializado tanto entre nuestros posibles restos parroquiales y rescoldos comunitarios como entre nuestros responsables pastorales (empezando por algunos obispos) para percatarse de lo que está en juego y del lastre -teológico, espiritual y pastoral- que hay que dejar en la cuneta de la historia sin dolor y con alegría.

A estas alturas de la película, hay que cuidar -bastante más de lo que se cuida- la calidad del seguimiento de Jesús en términos de articulación entre el “conocer” teológicamente, el “vivir” espiritualmente y el “hacer” con los pies y con las manos. En eso consiste la fe, al menos, la “jesu-cristiana”.

Contextualizada la prolongación de la que está necesitado este texto, expongo -como he adelantado- el diálogo entre Juan Luis Vives y Domingo Soto en pro de una caridad hermanada con la justicia y de una justicia “no desnatada”

El tiempo dedicado a este “cuidado” no ha dado para más. Pero está muy bien que este año, en Montesclaros, se haya abierto este melón, aunque haya podido parecer que tímidamente.

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Juan Luis Vives: compete a los "gobernadores de la República" el "cuidado de los pobres"

En 1526, durante una breve estancia en Brujas, Juan Luis Vives escribe el “Tratado del socorro de los pobres”, obra en la que expone a los responsables municipales un plan de intervención contra la pobreza en dicha ciudad, hasta entonces responsabilidad única y exclusivamente de la Iglesia.

Es una propuesta en la que se enfrenta a una “política municipal” que había decidido adecentar la ciudad y que, como consecuencia de ello, se había decantado por ocultar los pobres, perseguirlos y encarcelarlos, antes que salir al paso y afrontar el drama de su miseria.

La matriz cristiana de la justicia

Juan Luis Vives tiene muy clara la matriz cristológica tanto del compromiso en contra de la pobreza y a favor de los pobres como del destino universal de los bienes.

En primer lugar, de la identificación de Jesús con los últimos de la ciudad. Quien da limosna “con afecto por Dios”, recuerda el humanista cristiano, no solo aparca “un corazón de hierro”, sino que, sobre todo, se hace imitador de Cristo, algo que “nos inunda” el corazón “de cierta dulzura”.

Y, en segundo lugar, también concede una enorme importancia la tesis de que “todo lo que tenemos no nos pertenece realmente, sino que se nos ha concedido y dado, de algún modo, por Dios”. Por eso, somos “administradores de esos bienes o dones que poseemos, que ni debemos guardar para nosotros, ni despilfarrar, sino ponerlos siempre al servicio de los otros”. La recuperación de esta doctrina tradicional le lleva a recordar la responsabilidad de todos los ciudadanos en el afrontamiento de la pobreza. Y a reivindicar, como consecuencia de ello, la beneficencia pública, sin desechar la privada. Se abre, si no me equivoco, un proceso que llevará a reconocer la existencia, cuando menos, de una hipoteca social de todos los bienes; y más, en una sociedad, como la nuestra, profundamente desigual.

La centralidad de estas dos verdades, de orden espiritual y teológico, le permiten formular el criterio que tendría que presidir un nuevo modelo de atención a los pobres en la ciudad de Brujas: “el fuerte, sostiene, por voluntad de Dios, ha de ser guardián del débil”.

El resultado es un plan de intervención en el que el ayuntamiento queda también responsabilizado de liderar y gestionar la erradicación de la pobreza, abriendo las puertas a lo que, con el pasar del tiempo, cuajará en políticas públicas de bienestar social.

Y dando paso, igualmente, a una autocomprensión de la Iglesia a la luz de lo que será, pasando también el tiempo, el principio de subsidiariedad: comunidad cristiana, busca a los pobres que no son atendidos por las políticas públicas de bienestar social; cuida de los que son atendidos de manera deficiente y no andes muy preocupada por la notoriedad y el reconocimiento social: “cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha” (Mt. 6, 3).

En torno a Luis Vives (I): Vives: estilo moderno y entusiasmo | Fundación  Juan March

La gestión y el liderazgo

A partir de estos dos principios y del criterio rector al que dan pie, formula una serie de consideraciones sobre la gestión y el liderazgo del nuevo modelo de caridad y justicia en ciernes.

Retengo, en concreto, dos.

La primera, referida a la gestión de algunas de las contrapartidas que la ciudad de Brujas puede pedir a las personas a las que echa una mano.

Las ayudas, sostiene Juan Luis Vives, no pueden ni deben ser percibidas por la ciudadanía como una insoportable carga para la comunidad. Y para evitar que eso suceda, se han de gestionar dichas ayudas pidiendo -a quienes son destinatarios de las mismas- una contraprestación que contribuya al bien común, siempre que sea posible.

De ahí la importancia -apunta- de que los pobres sean censados para que, una vez registrados e identificados por sus nombres y necesidades particulares, reciban la ayuda material que sea precisa o se les forme y enseñe, por ejemplo, un oficio que les permita salir de la situación de postración en la que se encuentran.

Y de ahí, que también se les pida colaborar trabajando, en la medida de sus posibilidades, en algunos de los hospitales o casas de acogida cuando les sean requeridos sus servicios.

Es lo que, pasando el tiempo, será tipificado como contraprestación social por la ayuda recibida: la beneficencia -en este caso, pública- está legitimada para exigir compensaciones a las personas a las que ayuda.

La segunda de las consideraciones se refiere al liderazgo en el afrontamiento de la miseria.

La pobreza -sostiene el humanista valenciano- es una desgracia y una injusticia de enormes dimensiones. Eso quiere decir que ya no es de recibo seguir dejando su erradicación -como se ha venido haciendo- en manos de la liberalidad, con frecuencia intermitente, de los corazones compasivos o de la Iglesia. Es imprescindible que el gobierno municipal de Brujas imagine una respuesta en la que -como ya se ha señalado- los más necesitados sean socorridos por los poderosos.

Con esta segunda consideración, Juan Luis Vives da por bueno un doble liderazgo que, corresponsable, lo es porque se asienta en la colaboración entre la beneficencia privada y la pública.

Se trata -así lo entiendo- de un nuevo modelo en el que quedan articuladas la caridad eclesial y la justicia -en este caso, redistributiva-, siendo responsabilidad del municipio la regulación de esta última.

Tal es la novedad -por cierto, nada rupturista- de una propuesta que, a pesar de su moderación, va a ser criticada, en unos, por “entrometer” a las instituciones civiles en un ámbito (el de la caridad) que es responsabilidad exclusiva de la Iglesia. Y, en otros, porque la municipalización de la beneficencia -al pasar de manos eclesiásticas a públicas- estaría propiciando el desmontaje institucional de la Iglesia; una estrategia muy propia de los herejes luteranos.

Hermandades: ¿Justicia o caridad?- Omnes

Domingo Soto: cuando se atropella la libertad y se "desnata la misericordia"

Releyendo la “Deliberación de la causa de los pobres” (1545) de Domingo Soto, hay dos puntos, dignos de ser atendidos: su defensa de la libertad de los pobres y su preocupación por no “desnatar” la misericordia.

Me encuentro, en primer lugar, con su crítica de aquellos países europeos que prohíben a los pobres vagar y mendigar. Si una nación -se pregunta el fraile dominico- asume la tarea de proveer a los pobres ¿es de recibo que se les coarte su libertad, tal y como se puede concluir del plan de intervención propuesto por Juan Luis Vives?

Es posible, sostiene, que la medida sea procedente desde el punto de vista legal. Y más, si va acompañada de alguna ayuda. Pero no se puede ignorar que la asistencia facilitada solo cubre la extrema necesidad; no erradica la pobreza. De ahí que no haya fundamento lo suficientemente sólido para privarles de su derecho a seguir pidiendo ni, por tanto, de la libertad de movimientos.

Y me llama la atención, en segundo lugar, su observación sobre quienes “quitan los pobres de los ojos de los cristianos”. Esos, denuncia Domingo Soto, recurriendo a una feliz expresión, “desnatan la virtud de la misericordia” porque disuelven el “afecto interior” y, de esta manera, la “compasión” por “la fatiga del pobre”.

En cambio, quienes se relacionan con ellos “por sus ojos y por sus manos”, dándoles de comer, son quienes experimentan, sin rebaje de ninguna clase, dicha misericordia, de manera parecida a como nos lo enseñó Jesús “en aquel milagro, cuando dio de comer a aquella muchedumbre de gente en el yermo; que, según dice San Mateo y San Marcos, primero tuvo interiormente compasión y lástima de su cansancio y fatiga; y de allí procedió la obra exterior”.

Es esta audacia (la de proclamar sin tapujos la identificación de Jesús con los pobres) la que sigue llegando a nuestros días impidiendo cerrar los ojos ante algunos de los “dogmas” modernos en la práctica de la caridad y en la defensa de la justicia tales como, por ejemplo, el de la prohibición de la limosna y el ocultamiento civil de los pobres y, si se me apura, el de dejar en la cuneta a los socialmente irrecuperables, bien sea por incapacidad personal, por falta de voluntad para salir de tal situación o, simplemente, por no estar dispuestos a satisfacer la contraprestación propuesta o exigida para recibir la ayuda solicitada.

Domingo de Soto, el teólogo confesor de Carlos V

El consejo de no dar limosna a los pobres

La relectura de lo sostenido por el fraile dominico me ha traído a la memoria el debate, provocado el año 2015, cuando en una parroquia se aconsejaba a sus fieles, siguiendo las indicaciones de la Cáritas Diocesana del lugar, no dar limosna a las personas que la pedían en la entrada de la iglesia y canalizarla hacia la institución caritativa. En aquella ocasión mantuve una posición que, a fecha de hoy, me sigue pareciendo procedente. Y más, si se recorre la espiritualidad y la teología en la tradición latina que creo que era la también perceptible en el Papa Francisco cuando recordaba que “los pobres no son números sino personas” o cuando dijo que “duele mucho ver que algunos trabajadores de la Caridad se convierten en funcionarios y burócratas”.

Guste o no, sostuve entonces, no es infrecuente que nos encontremos con servicios de atención primaria (también eclesiales) desbordados por las solicitudes de ayuda o por su retraso en la tramitación y concesión. Y, a la vez, con un “voluntariado” muchas veces descorazonado y quemado por la impotencia que generan estos trámites y retrasos, así como con personas que piden en las puertas de las iglesias por rutina o desesperadas o coaccionadas por mafias y familiares, porque no les queda otra salida o, simplemente, porque no aceptan contraprestación de ningún tipo por la ayuda que necesitan. Es uno de los rostros duros -aunque no sea el único- que les toca vivir a quienes mantienen un trato directo y nada “desnatado” con la pobreza.

"Procuro evitar dar limosna, pero no lo logro. No tengo agallas para predicar que Dios se identifica con los pobres y negarles ayuda"

Comprendo, ante esta o parecida situación, que se insista en que la manera más “eficaz” de ayudar es a través de Cáritas, pero yo nunca diré que no se dé limosna a quienes la piden. Procuro evitar dar limosna, pero no lo logro. No tengo agallas para predicar que Dios se identifica con los pobres y negarles ayuda -y más, si es urgente- a pesar de colaborar con Cáritas y otros organismos. En este asunto, prefiero pecar de “buenismo”.

Creo que es el precio que tengo que pagar por no “desnatar” la misericordia, sabedor de que por muchos gestos de gratuidad que se puedan tener con ellos no igualan todo aquello a lo que estamos obligados los cristianos, simplemente, por serlo: “Solo una razón tiene el pobre para que le hagas bien -apunta Domingo Soto- que está en pobreza y necesidad; no le pidas otra cuenta. Aunque sea en sus costumbres hombre pésimo, si tiene hambre le has de dar que coma. Así nos amonestó Nuestro Redentor fuésemos semejantes a su Padre, que sin diferencia igualmente hace salir el sol para los buenos y para los malos”.

"Solo una razón tiene el pobre para que le hagas bien -apunta Domingo Soto- que está en pobreza y necesidad; no le pidas otra cuenta. Aunque sea en sus costumbres hombre pésimo, si tiene hambre le has de dar que coma"

Bienes confiados para ser repartidos

Pero este fuerte subrayado de la identificación de Jesús con los pobres -característico del fraile dominico- coexiste con el reconocimiento del destino universal de los bienes, aunque ésta no sea la clave más definitiva de su aportación: “los ricos -recuerda- han de ser tenidos y estimados por gente cruel e infiel, que habiéndoles Dios confiado tantos bienes para que los repartiesen con sus hermanos, se han alzado con ellos, quebrantando la fe que a Dios deben”.

Domingo de Soto -Un imperdonable olvido- Escuela de Salamanca La Higuera  Mágica

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