(José Miguel Núñez).- Y vuelta con la burra al trigo. Hay quien sigue empeñado en achacar al Concilio Vaticano II todos los males que afligen a la Iglesia en este tiempo. No dudan en hablar de errores de un Concilio Ecuménico en el que la Iglesia ha escuchado el viento del Espíritu intentando ser dócil a sus inspiraciones para continuar, en nombre de Jesús, con su misión en el mundo. Poner en causa el Concilio es poner en causa la Iglesia.
Y el colmo del despropósito es pretender que Benedicto XVI se desdiga de estos supuestos errores de un Concilio en el que Joseph Ratzinger participó como perito conciliar y en el que su teología, al servicio de la misma Iglesia, ha respirado en estos casi cincuenta años. Pura estulticia.
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