Jairo del Agua ¿Te escandalizas cuando digo que no estás redimido?

(Jairo del Agua).- ¡Pero qué presuntuosos somos! Quizás por eso los jóvenes de hoy nos consideran unos santones de película, unos hipócritas o unos actores de procesión turística. Quizás por eso no se dan cuenta de lo que realmente les puede aportar la auténtica religión.

¿Acaso ya eres un ser humano maduro, equilibrado, pleno, redimido? El que piensa que ya ha llegado no moverá un solo pie.

La Redención no es algo estático, la "foto finish", la plenitud de los tiempos o parecidas zarandajas que nos han predicado o siguen predicando los "prebostes".

No es un punto de llegada, sino un empujón de salida, un dinamismo de vida: "He venido para que tengan vida..." (Jn 10,10), una puerta abierta: "Yo soy la puerta..." (Jn 10,7), un camino que se nos tiende: "Yo soy el Camino..." (Jn 14,6), una esperanza cierta de que el dolor y la muerte terminarán en resurrección. Porque Dios mismo se ha solidarizado con el ser humano y se ha puesto al frente de nuestra "caravana de evolución".

Las teorías, las teologías, los libros, las creencias, las sacralizaciones, no redimen. Lo que redime es la transformación de la vida humana real. Si los cristianos estuviéramos "realmente" redimidos, el mundo habría avanzado muchísimo más hacia la paz, la bondad y la justicia.

Es la "adhesión" al Redentor (al Modelo) y la "transformación" personal real, siguiendo su ejemplo, lo que nos redime y humaniza. La Escritura está llena de alusiones a la salvación como futuro, no como presente. Solo como ejemplo: "Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios" (Sal 49). "El que persevere hasta el fin se salvará" (Mt 10,22).

Con todo, lo que más oscurece el auténtico rostro del Amor Creador es la creencia tradicional en la Redención como "pago puntual" de efectos inmediatos y milagrosos. De ahí el título de esta meditación, que pretende ser un mazazo en nuestra dormida conciencia para despertar, cuestionarnos y darnos cuenta:

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