Reflexiones del ecónomo de la diócesis de Zaragoza El cuerpo y el patrimonio, bienes irrenunciables de la comunidad parroquial

Sagrario
Sagrario

Al igual que nuestro cuerpo, es el edificio más importante que debemos cuidar (recordemos que es templo y sagrario de la Santísima Trinidad, y por lo tanto un cuerpo para la Eternidad); el edificio que acoge y recoge el sagrario de nuestra comunidad parroquial, lo debemos cuidar igual que nuestra corporeidad

El cuerpo y el patrimonio, bienes irrenunciables de toda persona, de cada persona. Esta reflexión que compartía mucho con compañeros y clientes en mi antigua etapa como gestor de patrimonios, me ha llevado a plantearme cuestiones como ésta que les voy a proponer.

La responsabilidad y consecuencias de las preguntas adecuadas, sobre nuestro cuerpo y sobre nuestro patrimonio: ¿para quién soy yo? ¿para quién y para qué tengo este cuerpo y este patrimonio (y no sólo en sentido material, sino sobre todo personal: dones, capacidades, conocimientos,…)?

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Son preguntas esenciales, y sus respuestas claves, que definen nuestra manera de estar/habitar este mundo y las acciones que desarrollamos en él.

La cuestión, que quiero recalcar en estos párrafos, es la siguiente: cuando consideramos el patrimonio personal, material e inmaterial, solemos olvidarnos de una realidad constitutiva del mismo, y que es relevante y saludable en nuestras vidas: nuestra comunidad parroquial.

Misa con el sagrario rescatado
Misa con el sagrario rescatado

El sagrario de nuestra parroquia, la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo, su residencia Eucarística; no lo solemos contemplar, en nuestro patrimonio personal, cuando tanto Él, como todo los que se construye alrededor de Él (nuestra comunidad parroquial y el templo que lo acoge y arropa) es nuestro mayor valor patrimonial.

Al igual que nuestro cuerpo, es el edificio más importante que debemos cuidar (recordemos que es templo y sagrario de la Santísima Trinidad, y por lo tanto un cuerpo para la Eternidad); el edificio que acoge y recoge el sagrario de nuestra comunidad parroquial, lo debemos cuidar igual que nuestra corporeidad.

Todo esto nos invita y nos llama a una responsabilidad personal: cuidar, proteger y amar, la presencia eucarística de nuestro Señor, en el sagrario de nuestra comunidad,

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