"La polarización que se enseñoreado de la actividad política estatal se ha ido infiltrando calladamente en la población" ¿Dónde nos posicionamos como Iglesia y qué votamos en consecuencia?

Voto católico
Voto católico

“Si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya no está en nosotros (1 Jn, 1, 10). Así, pues, reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no siempre supimos ser verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo, dividido por una guerra entre hermanos”. (Asamblea conjunta obispos-sacerdotes. BAC. Madrid, 1971. p. 171)

"La Iglesia española no pidió perdón solemnemente por esa complicidad histórica con una dictadura. Y no lo ha hecho con la suficiente claridad y contundencia posteriormente"

"Las emociones han sustituido a la reflexión, el análisis de los programas ha sido reemplazado por el ninguneo de quien piensa diferente, el insulto ha desplazado a la argumentación"

"COPE y TRECE TV compiten a diario con los más rancios y ultraconservadores medios de nuestra sociedad en el insulto, la descalificación, la defensa de principios y políticas excluyentes, homofóbicas y no respetuosas de derechos humanos plenamente reconocidos"

Quiero ofrecer  una invitación a repensar la importancia de contrastar el reto de unas elecciones estatales con las convicciones que como creyentes en Jesús de Nazaret deben marcar nuestros compromisos, también los políticos; y, en concreto, unas elecciones.  

Y lo hago motivado por la sensación  de que, ante una situación electoral como la que esperamos para el 23J, son muy pocas las voces de creyentes que se han lanzado a ofrecer algo de luz y un poco de comentario a los diferentes programas. Algo plenamente necesario en unas elecciones convertidas por obra y gracia de algunos partidos en un plebiscito sobre una persona (“derogar el sanchismo”, “echar a Sánchez”), sin unos mínimos análisis de lo conseguido en la última legislatura y, prácticamente, sin presentar unos programas alternativos. ¿Será ese mismo silencio una manera de dejar que el agua corra  libremente por unos cauces tan simplistas y tan escasamente democráticos? El riesgo que corremos es muy importante.

Estas son las propuestas de los principales partidos para el 23-J
Estas son las propuestas de los principales partidos para el 23-J

Y comienzo con una, para mí, interesante alusión a la historia.

Un petición de perdón fallida.

Hace ahora casi cincuenta y dos años, en la Asamblea Conjunta obispos-sacerdotes, se votó una conclusión un tanto rompedora con el, entonces, inmediato pasado eclesial… Tras una encuesta realizada al clero (1969), se habían estado trabajando en las diferentes diócesis sus resultados y unas ponencias preparadas desde la Comisión Episcopal del Clero. El trabajo culminó con una asamblea de delegados de todas las diócesis españolas celebrada en Madrid. 

Esa participación era muy novedosa en una iglesia férreamente jerárquica y piramidal: tras los debates pertinentes, se sometían a votación unas conclusiones. La que ahora reproduzco, pertenece a la cuarta parte de la primera ponencia (Iglesia y mundo en la España de hoy) titulada Actitudes que la Iglesia española debe evitar y posturas que debe tomar. Una especie de examen de conciencia eclesial. En las actas aparece como sigue:

“Si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios mentiroso y su palabra ya no está en nosotros (1 Jn, 1, 10). Así, pues, reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no siempre supimos ser verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo, dividido por una guerra entre hermanos”. (Asamblea conjunta obispos-sacerdotes. BAC. Madrid, 1971. p. 171).

Esta confesión es del mes de septiembre de 1971. El Concilio había facilitado la aparición de cierta conciencia crítica en una parte significativa del clero, también del español. Un sector del episcopado, bajo la batuta del cardenal Tarancón, estaba impulsando una iglesia española que pusiera fin al maridaje profundo vivido con la dictadura franquista: nacionalcatolicismo, término acuñado en aquellos años (González Ruiz, Álvarez Bolado...) 

Asamblea Conjunta 1971

Tremendas heridas de una guerra entre hermanos.

Tras el golpe de Estado iniciado el 17 de julio en los territorios marroquíes del protectorado español y el 18 de julio en la Península (y como consecuencia de que solo una parte del ejército secundó ese levantamiento) España se precipitó en una horrorosa y fratricida guerra. En ella la Iglesia católica (no solo) sufrió en los territorios republicanos no sublevados una gran masacre: más de 6.000 asesinatos de sacerdotes, religiosas, religiosos y creyentes, sin otra justificación que ser católicos; en los territorios donde el golpe militar triunfó esa eliminación de los considerados “adversarios”, enemigos, se cebó en los grupos de republicanos de cualquier signo.

Las  más altas instancias de la Iglesia católica se volcaron en el reconocimiento y justificación del golpe de Estado, del gobierno y del Estado surgido de esa guerra. (Se pueden consultar documentos como: Carta colectiva del episcopado español a los obispos del mundo entero, 1 de julio de 1937; pastorales del cardenal Gomá Lecciones de la guerra y deberes de la paz, calificación de la guerra como cruzada, intervenciones vaticanas de apoyo, Concordato de 1953… Se trata de un tema muy complejo, aunque profusamente estudiado. Pueden también consultarse numerosos escritos de especialistas reconocidos, como Laboa, Raguer, Álvarez Bolado, Casanova...) 

En el trasfondo de esa conclusión de la Asamblea de 1971 hay que contemplar con sonrojo, además de todos los fallecidos en la contienda, los miles de personas ejecutadas sumariamente por los vencedores tras la guerra por el mero hecho de ser sospechosas de haber votado al Frente Popular, las encerradas en los campos de concentración en territorio español, las que tuvieron la suerte de cruzar la frontera con Francia, pero cayeron en manos de los nazis tras escapar de la masacre... Y, por supuesto, quienes estuvieron condenados a vivir bajo el terror y el silencio de un estado dictatorial proclamado a viento y marea como católico. 

Todo eso y mucho más estaba en “examen de conciencia” de esa petición de perdón por no haber sido neutrales, por no haber sido “ministros de reconciliación”. Pues bien: dicha propuesta no fue aprobada por no conseguir en la votación de delegados el necesario porcentaje favorable (123, sí; 113, no; en blanco, 10; nulos, 0). La Iglesia española no pidió perdón solemnemente por esa complicidad histórica con una dictadura. Y no lo ha hecho con la suficiente claridad y contundencia posteriormente. Claro que tampoco el nuevo Estado democrático surgido de la Transición lo ha hecho. Eso nos permite concluir que nuestra historia reciente y actual sigue con una herida cerrada en falso. En otros sitios ese gesto de reconciliación sí se ha realizado. Hay que reconocer esa culpa colectiva y tratar de no repetirla.

FRanco bajo palio

Un pasado no superado y un presente dañado

Esa herida cerrada en falso, pendiente aún en gran parte de sanación (ver por ejemplo, Álvarez Junco, Qué hacer con un pasado sucio, 14, 275ss.) puede arrojar una cierta claridad sobre las raíces históricas de un problema como la polarización actual en nuestra política y en nuestra convivencia. Parece que sigue presente. Y ha vuelto a reaparecer con fuerza inesperada en los últimos cinco años.

El final de una larga etapa de bipartidismo y la aparición de una amplia gama de partidos políticos, junto a unas leyes electorales que priman y privilegian a los grupos más votados, ninguneando un muy importante número de votos, ha dado lugar a una necesidad de pactos para formar gobiernos. Esa fragmentación, es evidente, responde y refleja la diversidad y complementariedad de la sociedad española actual. Las coaliciones imprescindibles en este tablero tan repartido reflejan antiguas peleas y desencuentros. Pero parece van a seguir siendo inevitables.

Esta situación de fragmentación social, característica de los últimos diez o quince años, es nueva y difícil. Muy difícil. Y ha surgido con una virulencia difícil de compaginar con una democracia educada y respetuosa. Basta recordar o repasar las actas o los vídeos de las sesiones parlamentarias, para asombrarnos de la descalificación, el insulto y el intento de eliminación del adversario convertido en enemigo. Las emociones han sustituido a la reflexión, el análisis de los programas ha sido reemplazado por el ninguneo de quien piensa diferente, el insulto ha desplazado a la argumentación

Debate entre Sánchez y Feijóo
Debate entre Sánchez y Feijóo A3Media

Se ha llegado incluso a cuestionar la legitimidad democrática de un gobierno salido de unas elecciones. Todo ello adobado por un sinnúmero de datos y noticias falsas. Algunos programas políticos se resumen en echar a un gobierno y eliminar sus realizaciones, al parecer, solo por no ser las propias… Esta polarización que se enseñoreado de la actividad política estatal se ha ido infiltrando calladamente en la población. Hasta límites apenas sospechados; pero que se han visto reflejados en unos resultados electorales imprevistos: y concentrados eslóganes simplones e insultantes: “España o mis adversarios” (Actualización del antiguo “España o la antiEspaña”).

En este laberinto social y político estamos como creyentes en Jesús. Y puede resultar muy importante interrogarnos sobre dónde posicionarnos. Aunque antes sea prudente dejar claros ciertos aspectos complejos y que pueden crear confusión.

Las iglesias o confesiones religiosas frente a la política

Evidentemente, cada persona es libre y responsable de todas sus decisiones. Por supuesto: de ahí debemos partir. La libertad de pensamiento y la autonomía de las realidades “terrenas”, tanto políticas como éticas, están fuera de toda duda. Han sido dos de los grandes avances que le debemos a la Ilustración y a la modernidad: principios que a nuestra Iglesia le costó asumir hasta la Pacem in Terris (1963), Ecclesiam Suam (1964) y el Vaticano II (1962-65) especialmente la Constitución Gaudium et Spes, para incorporarlo a los documentos oficiales.

Pero es que llegábamos a esas fechas de los años sesenta, tan densas, con una Iglesia católica que se había sentido y defendido hasta entonces como una sociedad perfecta, poseedora de la verdad y con la misión de hacer valer e imponerla por cualquiera de los medios a su alcance. No olvidemos que, por ejemplo, la Conferencia de Metropolitanos en una pastoral publicada sobre el borrador de la Constitución de la Segunda República (Carta Pastoral sobre la situación religiosa presente y sobre los deberes que impone a los católicos, 25.VII,1931. 269), calificaban de “magisterio considerado como infalible” (dogmas) los principios de las sociedades teocráticas y, en consecuencia como errores contra la fe cristiana  los grandes principios de la democracia: laicismo del Estado,  origen del poder civil, separación Iglesia y Estado, libertades modernas…

Iglesia española

En medio de este choque de trenes del momento actual, podríamos formular como puntos de partida los siguientes. 

a) La Iglesia católica (al igual que otras confesiones religiosas) nunca deben actuar directamente en la legítima contienda política. Para eso están los partidos. 

b) Son las personas, cada persona, con arreglo a sus convicciones, quienes deben ser conscientes de que su actuar (o su no actuar) en general y en cada campo de la vida es y supone una actuación política. Sería de desear que esa actuación o abstención obedezca a sus convicciones profundas y a sus intereses legítimos. 

c) Cada grupo político o religioso tiene el derecho de ayudar o colaborar a la formación de una conciencia cívica con arreglo y en consonancia con sus ideales y compromisos...

Y en esas estamos...

Dónde nos posicionamos hoy los grupos “católicos”

Dando por supuesto todo lo anterior, las diferentes colectividades, también la Iglesia católica,  pueden ser sometidas a análisis en su relación con la actuación política. El comportamiento de sus dirigentes y de sus miembros en los procesos electorales merecen una observación que nos permita dilucidar en qué universo ideológico se mueven, dada la legítima influencia que ejercen sobre sus “feligreses”. Me atrevo a adelantar unas sencillas notas.

Abascal en Covadonga
Abascal en Covadonga

Y es que con excesiva frecuencia vemos que figuras importantes de nuestra iglesia se han alineado y se alinean junto a las posturas más conservadoras de la política; y acentúan su visión crítica, incluso asistiendo a manifestaciones, cuando los gobiernos pertenecen a la llamada izquierda. Todo esto da pie a una sospecha y, en muchos casos, constatación bastante extendida en España de que el episcopado español considerado como grupo se ha movido y todavía se mueve muy cerca de los grupos políticos más proclives al orden, al conservadurismo y a las clases más favorecidas.

¿Dónde y con quiénes estamos como creyentes en Jesús de Nazaret? ¿Con qué proyectos políticos nos sentimos más identificados o con menor discrepancia? O, incluso, algo más sencillo: ¿qué respuestas a los retos sociales y políticos más importantes nos parecen más cercanos al mensaje evangélico? 

Por eso considero importante reflexionar e invitar a hacerlo sobre los cauces más importantes, “oficiales u oficiosos”, que reparten y distribuyen ese pensamiento de creyentes proyectado sobre la política. 

1.- Escuchábamos hace unos días al secretario de la Conferencia Episcopal que nuestros obispos no iban a emitir una nota orientativa sobre las elecciones porque confiaban en el juicio de la Razón Práctica de los creyentes. Aunque subrayaba explícitamente que esperaba que se posicionaran “en defensa de la vida… en todo el arco desde el inicio a su fin”. En esa entrevista también se refería a la “violencia intra o extrafamiliar”. Tras alabar esa “confianza”, quiero destacar dos subrayados elocuentes, desde luego.

García Magán, en rueda de prensa
García Magán, en rueda de prensa

El primero, porque deja muy confuso su contenido: ¿se refiere únicamente al aborto y a la eutanasia? La vida, creo, abarca una inmensidad de campos más allá de ese inicio y ese fin, marcados por la unión de un óvulo y un espermatozoide o por un encefalograma plano. Parecería más correcto e inclusivo hablar también de vida con dignidad, vida con derechos, vida del planeta en que vivimos, vida de los refugiados que sobreviven o mueren huyendo de una guerra, vida de quienes mueren de hambre... Debemos entender que se trata de todas las personas, también la maltratada por no ajustarse a los parámetros de las conductas sexuales consideradas como “normales”.

El segundo subrayado, más elocuente aún, nos traslada inevitablemente junto a quienes no se atreven a hablar de violencia machista, porque niegan que exista. Es simplista descalificar la denuncia que el feminismo hace de la violencia y la desigualdad sufrida por las mujeres con la etiqueta a que tanto gusta recurrir: ideología de género.

2.- Aunque lo que más llamativo me resulta es la falta de una orientación crítica sobre todo ese cúmulo de partidos y asociaciones que se autocalifican de “cristianos”, en cuyos programas e idearios contemplamos atónitos todo un ambiente de incitaciones a la eliminación (legal, al menos) del diferente, del que no se acomoda a los moldes más reaccionarios de nuestra sociedad; la sospecha sobre todo inmigrante, su criminalización apriorística y su exclusión o marginación en nuestra sociedad.

La negación del cambio climático y de los gravísimos problemas que ya está generando en algunas de las capas más necesitadas de nuestra sociedad es otra de las piedras de cimentación de su ideología. La alusión a la “ley natural” (?) para justificar una serie de atropellos contra derechos afectivos y sexuales que tratan de hacer efectiva una igualdad y un respeto ante todo tipo de personas es otra de sus apuestas. Defensa, en suma, de una sociedad no respetuosa, beligerante contra quienes son o piensan diferente. (¿Un canto al totalitarismo, pretendidamente “cristiano”?).

Nos amenaza y ya se va haciendo presente en algunos pueblos, ciudades y autonomías una situación de censura cultural, restricción de derechos y apuestas políticas de tipo totalitario, que nos retrotraen a etapas e ideologías que creíamos superadas: franquismo, nacionalcatolicismo. Odio, intolerancia, exclusión. ¿Dónde queda para toda la comunidad de creyentes en Jesús de Nazaret la invitación a una fraternidad y sororidad universales? ¿Qué queda en, esa perspectiva, del amor a los demás, del perdón, de la utopía de una sociedad más igualitaria y respetuosa con todas y cada una de las personas?

¿No hay nada que decir sobre este tremendo peligro de fascismo encubierto, que poco a poco va copando puestos de gobierno? Creo que sería urgente escuchar una toma de postura clara y rotunda sobre este fenómeno. Quienes piensan así, por supuesto, son personas con todos sus derechos, merecedoras de todo respeto… Pero sus ideologías deben ser puestas en cuestión sin titubeos, por antidemocráticas y anticristianas.

3.- Nos llena de perplejidad y de coraje que algunos de los canales más importantes, dirigidos por la Conferencia Episcopal y dedicados (al parecer) a proclamar una visión cristiana de la vida (COPE y TRECE TV) compitan a diario con los más rancios y ultraconservadores medios de nuestra sociedad en el insulto, la descalificación, la defensa de principios y políticas excluyentes, homofóbicas y no respetuosas de derechos humanos plenamente reconocidos. También estos cauces de elaboración de pensamiento político tienen su repercusión en las comunidades de cristianas y cristianos. Al parecer, pagamos esos medios toda la ciudadanía en general por distintos medios: pero no representan ni respetan más que a un sector de nuestra sociedad.

4.- Muy interesante y de agradecer me parece el documento de la Comisión Nacional Justicia y Paz (entidad constituida por la Conferencia Episcopal en 1968). Ejercer la ciudadanía. Votar en clave de justicia social y de paz. (28.06.2023). Este es el título del documento que han publicado en torno a las elecciones. Y recomiendo encarecidamente su lectura. Suena muy en la línea del pensamiento de Francisco en sus encíclicas Laudato si y Fratelli Tutti. (https://www.juspax-es.org/l/elecciones-23j23/). 

Justicia y paz

Invitan a actuar a la hora de votar para construir una sociedad más justa e igualitaria; para hacer frente a la erosión de la cultura democrática y a la banalización de las instituciones; ya para trabajar por la dignidad de la persona, los derechos humanos y la construcción de la paz.

Y plantean unas reflexiones que puedan ayudar a una opinión madura e independiente de la ciudadanía. Es una pena que aportaciones de la categoría de esta sean tan poco conocidas y difundidas.

a) Es urgente una cultura de solidaridad con programas serios y concretos para erradicar la pobreza y la exclusión.

b) Es fundamental mantener, continuar y mejorar los avances en materia social, económica, fiscal, laboral y de género alcanzados en los últimos años.

c) Para ello parece imprescindible una concreta fiscalidad progresiva que facilite una justicia distributiva y, por tanto, el reparto de la riqueza.

d) Habría que acentuar las iniciativas de paz en las diferentes zonas del planeta, caminando más allá de los discurso belicistas. Y avanzar en una cultura de paz y desarme.

e) Avanzar en unas políticas migratorias no basadas en la exclusión y facilitadoras de la llegada de quienes necesitan o desean por cualquier razón llegar a nuestras puertas.  

f) Las políticas públicas deben priorizar las medidas por un desarrollo sostenible. Es urgente y necesario afrontar la problemática del cambió climático.

g) No deberían tener lugar las opciones de voto racistas y xenófobas,  con propuestas políticas que fomenten la criminalización de quien es diferente.

Elecciones 23-J
Elecciones 23-J


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Comenzaba mi reflexión relatando brevemente una oportunidad fallida de pedir perdón por haber fallado como Iglesia en una misión clave: ser “ministros de  reconciliación”. 

Entonces (1971) quienes lo intentaron, no consiguieron hacerlo: no eran suficientes. Sería bueno que nuestra reflexión y nuestro cambio de actitudes facilitaran  un posicionamiento de los creyentes en Jesús de Nazaret  más acorde con una sociedad inclusiva, respetuosa, más igualitaria y más atenta a los excluidos y excluidas. Nos va en ello una gran dosis de credibilidad.

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