"Hay quien va cansándose de tanto representante" ¿Quién representa a los inconformistas?

(Ángel Gutiérrez Sanz).- Si nos fiamos de las encuestas nos vemos obligados admitir que los políticos en Europa y sobre todo en España, están bastante mal valorados. La pérdida de estima hacia ellos por parte de la ciudadanía puede ser debida a muchas y variadas causas. Unos hablan de corrupción política, de privilegios injustificados de la casta, otros nos dicen que la clase dirigente no cumple lo que promete y hay quien asegura que ya va cansándose de tanto representante que se muestra más preocupado por los propios intereses que por los de la sociedad.

A pesar de todo, ciudadanos y políticos están condenados a convivir juntos, porque ambos se necesitan mutuamente, algo parecido a lo que sucede con la ruinosa tapia y la yedra. La primera necesita de la segunda para no derrumbarse y la segunda depende de la primera para mantenerse erguida.

Así lo requieren los tiempos en que vivimos, sacudidos por una alienante masificación, donde existe la percepción más o menos clara de que si no estás arropado por el grupo no eres nadie, si no perteneces a un colectivo no serás tomado en serio y pasarás inadvertido. Ninguno te va a preguntar si tienes la razón, lo que a la gente le importa es saber si tienes detrás una mayoría que te respalda, porque en este mundo donde nos movemos lo que impera es el espíritu gregario. Todo esto, dicho así, puede resultar un tanto ominoso para los oídos castos; por ello trataré de ofrecer alguna oportuna matización aclaratoria.

Pensadores notables de la historia, como lo fueron Hegel, Spengler, Nietzsche u Ortega, adelantándose a los tiempos, nos previnieron de la aparición del hombre- masa, proclive a dejarse dirigir por sujetos sin conciencia histórica. Tan profética fue su intuición, que hoy es una obviedad decir que la masificación es una de las características más acusadas de la posmodernidad. Fenómeno que según muchos pensadores puede llegar a poner en cuestión la dignidad y libertad de la persona. Ortega y Gasset tenía muy claro que caminábamos hacia una época en que los hombres y sus conciencias iban a ser consumidas por las masas y sus vaticinios parecen cumplirse. El autor de "Rebelión de las masas", lentamente fue madurando sus ideas hasta dejarlas plasmadas en una obra para la posteridad, que se nos muestra como fundamental, si queremos entender, gran parte de lo que nos está pasando. Escrita en el siglo pasado, goza hoy de plena vigencia y nos ayuda a entender mejor la condición del hombre- masa y su relación con las instituciones que detentan el poder.

Es evidente que los signos de los tiempos se han ido decantado claramente a favor de la mediocridad y en detrimento del ideal de excelencia, sin duda que la prevalencia de lo vulgar sobre lo selecto, lo popular sobre lo egregio, han llegado a ser formas al uso, que han contribuido a colocar el espíritu colectivo muy por encima de la individualidad y lo que ahora se pretende es llegar a convertir en norma de Estado lo que ya es normal a nivel de calle. Una de las consecuencias más inmediatas de esta masificación de la vida, la estamos viendo de forma meridiana en la pérdida de conciencia personal, después de habernos olvidado del hombre como ser individual.

La renuncia al propio yo a favor del colectivismo, desde el punto de vista utilitarista ofrece una doble ventaja. En el plano personal supone un ahorro de esfuerzos y preocupaciones al individuo, el cual ya no tendrá que decidir por sí mismo, pudiendo así declinar todo riesgo y responsabilidad sobre el grupo a que pertenece. Al hombre gregario le resulta muy cómodo, sin duda, esconderse en el anonimato y eludir todo compromiso con expresiones como éstas: "se ha decidido"... " se ha hecho" ... "hemos creído conveniente". La masificación resulta aún más útil en el plano político-social, pues sabido es de todos que el hombre- masa, por definición ,es fácilmente manipulable, lo que se dice, una perita en dulce para los políticos sin escrúpulos, que sólo necesitan de eficaces medios de comunicación para gobernar y hacer creer a la ciudadanía que ella es la auténtica protagonistas de la fiesta. Nada mejor para los dirigentes que mantener homogenizados a los dirigidos. Ellos son la base del sistema, sea éste del signo que sea; de modo que con su complicidad quedarán garantizadas la estabilidad y seguridad del régimen, lo que permite pensar sin sobresaltos en una perpetuidad del "statu quo".

El problema son los otros, los rebeldes, los trasgresores, los inconformistas, todos los que se empeñan en ir contracorriente y que en la mayoría de los casos acaban pagándolo muy caro, como en el caso de Sócrates a manos de los demagogos sofistas y como él innumerables ejemplos más a lo largo de la historia. Este tipo de personas no es que abunde en demasía hoy día; pero algunos hay, eso sí, sepultados en el olvido, sin que se les preste la menor atención, como si no existieran, tal es la sutil práctica del ostracismo ya que la represión actualmente está mal vista. Más que rebeldes, yo diría que son sufridores de la situación que les ha tocado vivir . Simplemente hombres cabales, respetuosos con su conciencia, fieles así mismos y a sus propias convicciones, celosos de su libertad interior, que nunca estarían dispuestos a sacrificar por un plato de lentejas.

Esta especie de proscritos marginados, que nadie responde por ellos, han existido en todos los tiempos y resultan especialmente incomodos para todos aquellos que representan la oficialidad, porque no se rinden de modo incondicional a las exigencias de la moda dominante y resisten en silencio la presión social. Incómodos, sobre todo, porque han renunciado a navegar en el mar proceloso del relativismo, donde están naufragando los valores humanos, morales y religiosos; incómodos porque se niegan a sentarse a jugar con tahúres tramposos que tienen las cartas marcadas, incómodos en fin porque no consienten en contemporizar con el engaño la manipulación y el embaucamiento. Estos hombres que aparecen ante la sociedad como malditos, condenados a la incomprensión y al olvido, están ahí, son ciudadanos como los demás y no está mal que alguna vez hagamos mención de ellos y recordemos que tienen derecho a quejarse y por supuesto también a preguntar ¿por qué ellos carecen de un representante para exponer sus razones?

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