¿Fue la pandemia un impulso para cambiar el rumbo? ¿Una sociedad para el prójimo? Apuntaciones en tiempos de resfriado

¿Una sociedad para el prójimo?
¿Una sociedad para el prójimo?

"Francisco se refirió hace poco a la necesidad de generar un 'salario básico mundial'. Su idea es revolucionaria y ataca directamente algunos de los postulados que hoy parecen inamovibles"

"En tiempos donde buena parte de nuestros gobernantes se preocupan más por la reactivación económica que por aquellos que no tienen un techo digno donde vivir, el Papa hace un llamado a preocuparnos unos por otros"

"Se atrevió a pedir 'en nombre de Dios' una 'distribución humana' de los recursos. ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestras formas de consumo y de relación con los demás? ¿Dispuestos a asumir el fracaso del sistema y a repensarlo para hacerlo más humano?"

"La pandemia nos encerró y nos recordó la vulnerabilidad de la vida, nos recordó nuestra humanidad y la fragilidad de la misma; sin embargo, ¿nos hizo reflexionar?"

Escribo esto después de completar varios días en mi habitación debido a un cuadro viral, gripa común, el cual me llevó a reflexionar un poco sobre cómo esta pandemia nos ha permitido ser conscientes de nuestra responsabilidad con el otro en todos los aspectos de la vida. Antes de toda esta situación no me hubiese guardado tantos días por una gripa, hoy me siento responsable de esta y de cualquier enfermedad que con mis acciones pudiese ayudar a propagar.

No quiero decir que alguien sea responsable de forma consciente de la propagación de cierta enfermedad, aunque quizá existan casos en que sí, pero lo que sí creo es que el mandamiento de Jesús de “Amar al prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37−39) debe llevarnos a cada uno a pensar en todos.

El papa Francisco se refirió hace poco a la necesidad de generar un “salario básico mundial” para suplir las necesidades vitales mínimas de toda la humanidad; es una propuesta que no es novedosa pues ya se había visto que, “todo era en común entre ellos. Los apóstoles” (Hch 4,32) y sigue más adelante “Y se repartía todo según su necesidad” (Hch 4,35b). Ahora bien, muchos dirán que eso hace parte de una narrativa, casi idílica, de las primeras comunidades cristianas; sin embargo, debo decirles que en esos versos se basa la regla de san Agustín que aún hoy constituye la base de muchas legislaciones de comunidades religiosas, la Orden de Predicadores, entre ellas.

Es claro que la idea del Sumo Pontífice es revolucionaria y ataca directamente algunos de los postulados que hoy parecen inamovibles, que parece un hombre lanzándole piedras a la luna; empero, lo mismo se podría haber pensado, guardadas las proporciones, de León XIII cuando escribió Rerum novarum. Pasaron años antes de que su mensaje en favor de condiciones dignas de trabajo se tomará en serio por parte de todos, aún hoy a muchos les parecerían ideas contra sistémicas, quizás como el evangelio mismo.

En tiempos donde buena parte de nuestros gobernantes, algunos habiendo obtenido sus victorias electorales con una biblia en la mano, se preocupan más por la reactivación económica que por aquellos que no tienen ni siquiera un techo digno donde vivir, el Papa hace un llamado a preocuparnos unos por otros, a recordar, como ya lo ha mencionado en Laudato si’ y en Fratelli tutti que, el mundo está interconectado y que dependemos unos de otros.

Se atrevió a pedir “en nombre de Dios” una “distribución humana” de los recursos. Esta es una toda una apuesta humanista en medio de un planeta que parece cegado por la tecnocracia y que a veces pareciera sucumbir en la desesperanza, una sociedad que a veces parece estar condenada y que ni, aunque un muerto resucite o, dicho de otra manera, aunque una pandemia la agobie, cambiará.

Pero el Papa sabe y confía que “para Dios nada es imposible” (Lc 1,37). Aun así, las preguntas que deberíamos hacernos todos en este punto es ¿estamos dispuestos a ayudar a hacer posible lo imposible?, ¿estamos dispuestos a hacer cambios en nuestras formas de consumo y de relación con los demás?, ¿estamos dispuestos a asumir el fracaso del sistema y a repensarlo para hacerlo más humano?

En este punto, se hace necesario regresar al principio donde afirmaba que he estado con una gripa en una ciudad cuyo clima no ayuda del todo, recordando mi propia vulnerabilidad y tratando de aprovechar los espacios que genera el poder encerrarse a cuidarse y cuidar a los otros; de allí nace la reflexión, de la posibilidad del ocio y de la capacidad de verse vulnerable y a los demás.

La pandemia nos encerró y nos recordó la vulnerabilidad de la vida, nos recordó nuestra humanidad y la fragilidad de la misma; sin embargo, ¿nos hizo reflexionar?, ¿fue impulso para cambiar el rumbo? ¿nos dimos cuenta del punto de inflexión histórica que estamos atravesando? ¿nos hizo mejores cristianos? Ojalá la respuesta a estos interrogantes fuera sí, sin embargo, cada uno sabrá qué responde.

Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P. es Abogado. Estudiante de Licenciatura en Filosofía y Letras de la Universidad Santo Tomás. Integrante activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Miembro de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.

Cambio de rumbo
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