Confidencias de un árbol

Un día se me ocurrió cantar al árbol que me acompaña en mi trabajo diario detrás de mi ventana:
CONFIDENCIAS DE UN ARBOL
"Te quisiera abrazar", hablaba un árbol,
mirándome a los ojos.
Soy tu estar cuando huyes
tu penumbra de amor, cuando al pasar,
te quedas.
He aprendido del viento
a luchar por mi esencia
y a afincar mis raíces
más allá de lo oculto
en la entraña escondida
de la palabra Tierra.
Cuando duermes, vigilo.
Cuando despierto miras la esbeltez
de mis ramas,
tu alma me dibuja a versos lo infinito.
Sombra soy, si tu quieres, o sol,
si lo deseas,
y en la nieve mis brazos
transfiguran la lumbre
con que pinta el invierno
el perfil de la ausencia.
Desde otoño, mis hojas, te susurran adioses
o escriben a la muerte
sobre el pliego dorado de viejo pergamino.
No molesto, te arropo, soy tu sombra.
Y al caer de la lluvia, en gris te voy pintando
como un esbozo a lápiz la media luz que deja
el mundo en los cristales.
Son minutos los años al paso de mis días.
Vi nacer al abuelo y grabarán tus hijos
corazones partidos en mi piel de madera.
Recordaré los nombres, recordaré las risas.
¡Cuántas dulces palabras que se van con el río!
Mientras me quedo solo, todos cruzan corriendo
debajo de mis ramas:
el silbo del pastor, el beso enfebrecido,
la mirada doliente con tez de despedida
y el niño que jugaba a subirse a mis hombros.
Ya ves que olor te dejo a perenne armonía,
si el leñador o el viento no siegan para siempre mi verde desafío.
Cuando pases, no pasas debajo de esta fuerza
nacida de la sangre que bulle de la tierra.
Canta solo mi esencia,
pues si todos se van,
me quedaré en tu canto.
Mientras huya del mundo
el color, la apariencia
y vuelen las miradas
sin apenas mirar,
tan solo tu palabra me habrá tocado el ser.
Seré entonces de todos y con todos de nadie,
seré tuyo, poeta.
Pedro Miguel Lamet