El escritor propone pero, con frecuencia, las lecturas recientes disponen. De nueva cuenta me aconteció lo anterior. Mi plan de esta semana era redactar para Protestante Digital el artículo titulado “Un librero anabautista en la Ginebra de Calvino”. De hecho realicé la investigación y pensaba que en unas horas me daría a la tarea de teclear mis hallazgos y opinión. Pero una lectura me hizo cambiar el plan.
Al llegar a la sección final de una novedad bibliográfica, Introducción a la vida y teología de Juan Calvino (Abingdon Press-AETH, 2008), del doctor Salatiel Palomino, me encontré con una líneas que releí cuidadosamente. Debo decir que antes del párrafo que voy a citar, la obra del teólogo mexicano me había parecido un esfuerzo encomiable por su recorrido a la biografía y teología calviniana (editor: favor de no cambiar por calvinista). Dejo para otra ocasión algunas observaciones, particularmente cuando se refiere al anabautismo y a los anabautistas, así como a la simbiosis Estado-Iglesia en Ginebra.
En el capítulo final del libro (“La reapropiación del pensamiento de Calvino en perspectiva latina”) el autor critica a un sector de “las comunidades evangélicas hispanas (que) en los Estados Unidos (al igual que sus hermanas en América Latina) sin estar conscientes de su estatus de protestantismos dependientes, han jugado un papel de legitimación religiosa del poder del imperio y las oligarquías que lo defienden localmente para provecho personal” (p. 250). Cita los casos de los dictadores Augusto Pinochet, Chile, y Efraín Ríos Montt, Guatemala, que contaron con respaldos para sus proyectos políticos por parte de ciertos liderazgos evangélicos.