Sobre la unidad de los cristianos

Una vez más, se vuelven a dar pasos históricos de confraternización entre cristianos, esta vez con el encuentro en Cuba entre los máximos representantes de dos iglesias divididas desde hace mil años. Se dice pronto. Anteriormente, otros papas dieron pasos audaces de encuentros con la unidad de las iglesias como telón de fondo. Hay que seguir trabajando, esperanza de futuro… Francisco ha llegado a afirmar que la Iglesia Católica estaba dispuesta a que la Pascua fuera celebrada el mismo día por todos los cristianos. Esta visita entre nuestro Papa y el Patriarca de Moscú pronto perderá protagonismo porque Francisco ya está en México y los acontecimientos vas demasiado rápido.

Sin embargo, estos gestos, sin duda importantes, de acercamientos institucionales sinceros entre iglesias cristianas, deja en evidencia los resultados desde que se promovieron no solo este tipo de encuentros sino la oración universal por la unidad de las iglesias. ¿Cuál está siendo el resultado? A mi parecer, se ha ganado en concienciación del problema, comunicación y cortesía institucional, pero poco más. Dos años de negociaciones para este encuentro público en La Habana.

Como bien dice el cardenal Sistach, “lo esencial es el diálogo de la verdad y el encuentro en la fraternidad. El primer enfoque es obvio. El segundo predispone a alcanzar el primero. El amor hace que sea más llano el camino de la verdad. La oración es el alma de todo el movimiento ecuménico. Cuando los cristianos rezan juntos, la meta de la unidad aparece más cercana. Si los cristianos saben unirse más en la plegaria común en torno a Cristo, crecerá la conciencia de que es menos aquello que los divide y más lo que los une”. Estas bellas y certeras reflexiones realizadas en 2006 no se corresponden con los resultados: ¿se ha avanzado siquiera en la cooperación ante los graves problemas del mundo en general y cristianos en particular? Francisco aboga incluso por la unificación de las religiones, con el argumento de que todos somos hijos de Dios…

¿Dónde reside el problema de esta falta de sintonía crónica? Pues en que ponemos el acento en lo que nos divide en lugar de hacerlo en lo que nos une, que es mucho más profundo e importante. Es un problema de la condición humana, de nuestros pruritos, tradiciones intocables y contextos culturales que nos atrapan más de lo que reconocemos. Y por qué no, el gusto inconfesable por el poder. Sobre este déficit, Sistach puso el acento en lo esencial (releamos lo que he entrecomillado), que no es otra cosa que un camino de conversión hacia actitudes más evangélicas. Muy propio de la Cuaresma, por cierto.

Jesús vivió un modelo de comunidad que tenía vocación de universal y por eso debemos empeñarnos en estar lo más unidos posible. Pero como en otros aspectos de la vida, no por decir Señor, Señor, vamos a cambiar las cosas si no cambia el corazón. Y mientras se trabaje la unidad de las iglesias sin renunciar al poder de cada ni compartir actitudes reales de testimonio de amor en este mundo, de la mano, unidos en lo esencial del evangelio, los gestos extraordinarios de los Papas con sus homónimos cristianos o de otras religiones, serán solo eso, gestos extraordinarios. Y no son los dirigentes los que ponen las mayores dificultades; los fieles de a pie tampoco estamos muy dispuestos a la verdadera unidad (con lo que supone de cambio) más allá de rezar por ella. Y el Espíritu, nos tiene dicho que sin nuestra colaboración, los frutos de la oración no se producen.
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